El 11 de febrero celebramos como Iglesia Católica la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, patrona de los enfermos, y en nuestra diócesis de Valdivia son muchos los peregrinos que visitan los santuarios dedicados a esta advocación de la Virgen María que en 1858 se apareció a santa Bernardita Soubirous, una joven adolescente analfabeta y pobre de solo 14 años. En 1992, el entonces Papa, San Juan Pablo II, instituyó la Jornada Mundial por los Enfermos, dedicando cada 11 de febrero a la oración y a la reflexión en torno a las personas que padecen enfermedad, por su dignidad y el respeto a sus derechos.
Por ello este día somos invitados a orar, pensar y mirar a los enfermos, a los que sufren, a los heridos y a los excluidos, que como señala el Santo Padre en su mensaje a los enfermos de este año, deben ser mirados como miró la "hermosa Señora" a santa Bernardita, es decir como a una persona llena de dignidad, sin lastima y llena de respeto.
En esta jornada recordemos que toda persona, sin importar su condición, es un ser humano, una vida que no debe ser mirada con lastima o de forma asistencial, sino querida y amada, respetada y dignificada por su sola condición humana, para que ésta también sea capaz de entregar su oración y su amor por aquellos que necesitan.
Este día y ante los desafíos tecnológicos en tantos campos del conocimiento, es bueno recordar que el centro de estos y su horizonte debe ser la dignificación humana. Hoy más que nunca se necesita de profesionales de la salud, voluntarios y toda persona relacionada con el cuidado, acompañamiento y tratamiento de enfermos, que vivan intensamente una vocación de servicio y de entrega amorosa por quien sufre el dolor y vive la incertidumbre frente a su enfermedad.
Que la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, nos sirva para encontrarnos con la realidad de la enfermedad que en esta sociedad muchas veces intentamos ocultar con sinónimos o apartando a los enfermos de nuestra presencia.
Agradezcamos a todas aquellas personas que sirven y son rostro misericordioso del Padre ante los que viven la enfermedad, y a aquellas personas de buena voluntad que con amor luchan cada día por dignificar al ser humano en una sociedad que muchas veces considera débiles y molestos a los que sufren.
Ignacio Ducasse
Obispo de Valdivia