Vigencia de las humanidades
Es necesario vivir la vocación por las humanidades con aquella auténtica pasión que es capaz de contagiar...
Se ha discutido en Chile sobre la importancia de las humanidades y el relativo menosprecio que reciben en las políticas públicas y en la vida social. Sin embargo, las discusiones burocráticas o materialistas no ayudan a resolver el problema.
La preocupación profundamente humana y las áreas que hoy se vinculan al conocimiento humanista se caracterizan por su sentido de gratuidad y su falta de utilidad práctica. Por lo mismo, la historia, la filosofía y la literatura tienen una gran importancia formativa y un interés cultural inmenso, pero carecen de interés utilitario y no generan una retribución especialmente generosa.
Quienes han decidido abrazar el cultivo de las humanidades, si lo hacen con genuina vocación y pasión, con certeza recorren esos caminos por una cuestión muy profunda, imposible de rechazar, por el gusto y deseo de aprender, de conocer sobre la persona, de adentrarse en las profundidades de la cultura; decisión en la que -en su mayoría- mediaron maestros que los motivaron a aprender y leer, quienes fueron una nota de rebeldía frente al dominio casi inevitable de las cosas prácticas y de los trabajos más lucrativos.
Lo interesante, y hermoso, es que mantener una postura auténticamente humanista no exige apartarse del mundo ni transformarse en un bicho raro, sino simplemente vivir dentro del mundo con una vocación distinta, con espíritu positivo y sentido de trascendencia, contribuyendo a que nuestra sociedad sea más humana, y por lo mismo más libre y justa. Para ello, debemos tener la convicción de la necesidad de una sólida formación intelectual, en los estudios formales y en las tareas profesionales; la ilusión por transmitir la cultura humanista a otras personas; el corazón muy bien puesto en una permanente preocupación por los problemas sociales. Asuntos como la pobreza, la inmigración, la mala educación o la ausencia de libertades fundamentales en diversos países, no pueden quedar al margen del estudio y comprensión de una verdadera cultura humanista.
Esperamos que la sociedad, las políticas públicas o el ambiente faciliten el desarrollo de las humanidades, en la certeza que su mayor prosperidad no está en las definiciones externas, sino en la vitalidad de su ejercicio por quienes tienen la alegría de vivir esa vocación.
Alejandro San Francisco,
Historiador e investigador del CEUSS, U. San Sebastián