Sobre juegos y creatividad
Juan Edo.
Salazar
Jefe de Carrera Diseño de Videojuegos
IP Santo Tomás
Cuando de adulto se piensa en jugar, la mente suele remontarse hacia esos lugares de la infancia donde solíamos reunirnos con el grupo de pares: La escondida, el trompo, el pillarse y una serie de juegos que cada vez que se piensan hacen recorrer a un pequeño trozo de felicidad por el estómago, fragmentos del pasado que se asume deben ser reemplazados por el trabajo serio y esquemático que supone la adultez.
Pero nada puede estar más alejado de la verdad, los juegos pueden ser una herramienta innovadora para afinar nuestra capacidad cerebral, integrar nuevo conocimiento o incluso desarrollar habilidades interpersonales. Tal y como en la infancia, el juego resulta ser una experiencia significativa que nos seduce hacia el ejercicio de múltiples competencias, que nos invita a ser parte de un colectivo que casi sin darnos cuenta nos sumerge en una realidad con sus propia lógica y reglas que los participantes acuerdan implícitamente. Con el manejo adecuado, el juego es capaz de potenciar la creatividad y versatilidad mental para anteponerse a las situaciones futuras, analizando posibles interacciones entre los jugadores y la distribución de los recursos propios.
Sin embargo, todo lo anteriormente mencionado, se ve disminuido si lo comparamos con las posibilidades como elemento vinculante, puesto que el juego no conoce de diferencias etáreas, económicas, de género, raciales o ideológicas. A través de él, podemos compartir un espacio en nuestro propio hogar, con nuestros niños o con un extraño y siempre vernos fortalecidos de la experiencia, quizás sería bueno detenerse un momento a pensar: ¿qué mejor forma de conocer a nuestros hijos que aprendiendo acerca de los juegos con los que se divierten?