La última marcha de "Juanito Molotov", el revolucionario con alma de niño
PERFIL. Juan Ascencio Gallardo fue un activo participante en las movilizaciones estudiantiles desde principios de los años '80, y uno de los personajes más queridos de la ciudad.
Una tempestad cayó sobre Valdivia la noche previa al funeral de "Juanito Molotov". La madrugada del viernes hubo truenos, relámpagos, vientos de 50 kilómetros por hora, 14 milímetros de lluvia. ¿Cuántas noches así de duras habrá pasado Juanito cuando dormía en la calle?
Refugiado bajo el puente Calle Calle, Juan Marcos Ascencio Gallardo pasó largos años de su vida tapándose con cartones y diarios, con frazadas raídas y húmedas. Varias veces lo asaltaron en su refugio. Vivió un tiempo en un improvisado albergue en la Universidad Austral. Algunas noches durmió en el Hogar de Cristo.
Decenas de generaciones de universitarios vieron en él a un ícono pop, un personaje pintoresco que participaba activamente en las protestas universitarias, sin saber quizás que detrás de esa sonrisa de dientes desgastados había un hombre con alma de niño que muchas noches no tuvo qué comer ni un colchón para dormir. Ni paredes ni baño ni piso de fléxit.
Tuvo, eso sí, mejor suerte que otros Juanitos y Juanitas que también viven en la calle. Juanito tenía amigos. Buenos amigos a los que conoció cuando eran estudiantes y que ya adultos hicieron los trámites para conseguirle un hogar.
En el año 2011 recibió su casa propia, en la población José Bernales. Sus amigos le ayudaron a amoblarla. Le regalaron una tele a control remoto, sin antena (Juanito visitó una vez a la semana, durante un mes, el lugar de trabajo del amigo que se la regaló, para reclamársela), una cama, un comedor y un antiguo refrigerador sobre el que instaló la tele sin antena. También una foto de la presidenta Bachelet de las que se encuentran en las oficinas de los servicios públicos. Juanito pidió que la colgaran en una de las paredes de su dormitorio.
- Oye, Juanito, te va a hacer falta una estufa para la casa. Yo te la regalo- le ofreció por esos días un amigo.
- Antes dormía bajo el puente, así es que ahora nunca paso frío -le respondió-. Mejor tráeme un sillón.
De pie, marchar
Quienes estudiaron en la Uach en los primeros años de la dictadura recuerdan que Juanito apareció en escena el año '82 o el siguiente, participando en las asambleas estudiantiles y encabezando las marchas contra Pinochet. Fue en esos años que se ganó el apodo de "Molotov".
Desde entonces, siempre era uno de los primeros en saber cuándo habría una protesta, cuándo una toma. Y se lo informaba a todo el mundo: "Va a quedar la cagá", solía decir.
Todos los días frecuentaba la universidad. Se hizo amigo de los estudiantes, de los dirigentes estudiantiles, de los profesores, de los funcionarios, de los guardias. Se le veía en el casino o en la Federación de Estudiantes, correctamente peinado, con una bufanda roja al cuello en los días fríos.
Cuando la universidad cerraba, Juanito volvía a la calle. "Tengo hambre", anunciaba a quien se encontraba en el camino, esperando una moneda -ojalá un billete- o una invitación a comer.
Ese loco bajito
Juanito era como un niño. Alcanzó a cumplir 53 años, pero siempre conservó la inocencia de la infancia. Era un niño en el cuerpo de un hombre.
Esa inocencia le quedó como herencia de un golpe que sufrió en la cabeza a temprana edad, según contó su hermano Francisco en el velorio.
Tuvo otros golpes duros: la muerte de su madre cuando era bebé, la de su padre cuando niño. Eligió vivir en la calle. Se fugaba de las casas donde lo llevaban a vivir.
Estuvo durante más de 30 años en la universidad, pero nunca aprendió a leer ni a escribir. Pese a ello, siempre tuvo el sueño de salir de cuarto medio. Hasta el año pasado seguía yendo a clases, a tercero medio en una escuela nocturna.
"Los profesores lo ponían en algún curso. Sus tareas eran esos dibujos que les dan a los niños para pintar. A mí me regaló algunos. Pintaba como un niño", cuenta Varinia Wilhelm.
Presente, ahora y siempre
A Juan Ascencio lo encontraron muerto en su cama el martes en la noche, se sospecha que por un infarto. Se fue como vivió: sonriente.
El día de su funeral, Juanito marchó por última vez por la alameda de la Uach. Una carroza fúnebre trasladó su ataúd por el campus Isla Teja, donde decenas de personas se reunieron para despedirlo.
La carroza enfiló luego hacia el Cementerio Municipal. Durante las protestas, Juanito arrancaba de los Carabineros. Ahora ellos lo escoltaban por las calles de Valdivia.
"Tuvo un funeral casi de diplomático, porque él sembró amor", destaca Marisol Cumsille, cineasta y dueña del café La Última Frontera, quien leyó un poema en su honor en el cementerio.
Antes de que su ataúd fuera depositado en un nicho, siguieron los homenajes. Javier Aravena, de La Rata Bluesera, le dedicó una canción y la banda Combo Chabela interpretó su famosa canción "Juanito Molotov".
Gracias a todo ese cariño, a todo ese amor, hoy Juanito descansa en paz, en el cielo, con diamantes.
"Su vida fue marchar con los estudiantes"
Juanito le decía a sus vecinos que si le pasaba algo "avísenle al Pepe Araya". José Araya, coordinador del Observatorio Ciudadano, lo conoció mientras estudiaba Historia a mediados de los '80 y fue quien lo ayudó con más fuerza a dejar su vida bajo el puente y a tener su propia casa. "En todas las ciudades hay personajes, y en Valdivia Juanito era una persona muy particular. Él se comprometió con la ciudad y con momentos políticos muy importantes de la historia del país, acompañando a los dirigentes en todos los procesos universitarios desde los '80. Su vida fue marchar con los estudiantes".
Fanático de la Coca Cola sin hielo
Todos los sábado -y algunos otros días-, Juanito iba a comer a La Última Frontera. "Siempre pedía una Coca Cola, sin hielo", recuerda la dueña del tradicional café, Marisol Cumsille. Su hija, Varinia Wilhelm, dice que Juanito se sentaba en la barra a comer el menú del día y, mientras comía, hacía de anfitrión: "Saludaba a la gente que entraba, anunciaba cuando el baño estaba ocupado. Le contaba a la gente que tenía una canción con su nombre y a veces nos pedía tocarla y se ponía a bailar".