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En Valdivia crean juego que ha sido éxito de ventas mundial

INNOVACIÓN. Ignacio Schiefelbein es el creador de Pigeon Wings, aplicación para teléfonos inteligentes que a pocos días de ser lanzado se transformó en el "juego de la semana" según sitios especializados y que ya ha sido descargado por 11 mil personas.
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Claudia Muñoz David

Cuando el arquitecto santiaguino Ignacio Schiefelbein (39) vio una foto de la oficina de los dueños de una exitosa compañía de videojuegos finlandesa, pensó que quería trabajar en un lugar así. A través de la ventana se divisaban grandes extensiones de agua y, además, el ambiente era grisáceo. Inmediatamente recordó que San Francisco, en Estados Unidos, también está rodeado de agua. "Todos los desarrolladores de juegos están en latitudes frías", pensó. "Tal vez eso me ayude a entrar en sintonía con quienes les va bien. La misma luz, la misma temperatura...", reflexionó.

Esa idea, sumada a que su hijo mayor, Julio, debía entrar a prekinder y Schiefelbein no quería utilizar tantas horas diarias en transporte -siempre ha trabajado desde su casa- hicieron que hace dos años decidiera dejar Santiago para vivir en Valdivia. Y en la capital de Los Ríos creó Pigeon Wings, juego para iPhone y iPad que fue lanzado el 1 de agosto de este año. La App fue destacada como el "juego para móviles de la semana" por el sitio "Touch Arcade", fue la más popular dentro de su categoría en iTunes y, hasta ahora, ha tenido 11 mil ventas.

Se trata de una paloma gris sobre un veloz avión rojo. Ella compite contra otras aves en diferentes carreras, lucha contra drones y sortea obstáculos para detener una invasión alienígena. Además de aves, Pigeon Wings usa los sensores de movimiento del smartphone, como el giroscopio y el acelerómetro. El usuario casi no debe tocar la pantalla, sino que necesita mover el teléfono para jugar. Esa mecánica se llama Tilt, y había pasado de moda. Hasta ahora. Descargar el juego desde AppleStore cuesta mil 300 pesos. "Con Pigeon Wings estoy en las nubes", cuenta su desarrollador.

Su historia

A los ocho años, Ignacio Schiefelbein tuvo su primera experiencia con la programación de videojuegos, en la década de los '80. Lo hacía en lenguaje Basic, en un PC con sistema operativo DOS. "Mi computador no tenía juegos, no era como un Atari. Para jugar tenía que comprar una revista que trajera el programa y transcribir la información. Así aprendí a programar. Mientras transcribía descubrí que podía cambiar algunas cosas, por ejemplo, los textos. Hice cosas sencillas, pero me encantaba. Además tenía la suerte de que mi hermano, Rodrigo, era ingeniero civil, él sabía programar y me ayudaba", relata. Recuerda que el primer juego que lo obsesionó fue educativo. Un ratón corría, se paraba frente a su profesora, ella le hacía una pregunta y si la respuesta era correcta el ratón podía seguir corriendo. Si no, se lo comía un gato. También se obsesionó con un demo en el que había vacas y naves espaciales. A esos juegos desarrollados por otros les hacía pequeños cambios, según sus intereses. Sus experimentos con la programación terminaron cuando tenía unos 11 años.

Mucho después estudió arquitectura en la Universidad Católica de Chile, y aunque se tituló, nunca ejerció. Trabajó en publicidad, desarrolló ilustraciones para textos escolares y para la Revista Capital. También realizó documentales históricos sobre el Combate Naval de Iquique y el Combate de Angamos.

Pero en 2010, cuando tenía 33 años, se trasladó a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Stanford. Cursó un máster enfocado al desarrollo de tecnologías aplicadas al aprendizaje, especialidad en la que podría utilizar todos los conocimientos y experiencias que había acumulado hasta ese momento. En Stanford, además, retomó la programación. "Después de mucho tiempo programé otra vez, en el contexto actual. Siempre quise hacerlo, pero pensé que era muy difícil. Sin embargo, descubrí que era lo mismo que hacía cuando chico, que los lenguajes eran iguales. Tenía algunas complejidades, pero las reglas eran las mismas", dice. Al finalizar su máster tenía la idea de crear un juego educativo.

Sus juegos

Antes de volver a Chile fue invitado por un par de compañeros de Stanford, creadores de la empresa Motion Math, a desarrollar los dibujos de un juego a cambio de un porcentaje de las ventas. "No gané mucha plata, no fue un hit ni mucho menos, pero supe cuánto vendieron, tuve una idea del mercado de las Apps. Al principio uno piensa que quienes hacen Apps se vuelven millonarios. Si eres Angry Birds, sí. Si no, no", cuenta.

Al regresar a Chile -en 2011- trabajó en un proyecto educativo iniciado por una fundación, pero la experiencia no resultó como esperaba. "Si algo aprendí en Stanford fue que la energía debe utilizarse para desarrollar un producto que la gente quiera. Que hay que testear para asegurarse de que a la gente le gusta lo que ofreces. Con la fundación no estábamos probando, estábamos en reuniones dentro de cuatro paredes golpeándonos la espalda", explica.

Luego de esa experiencia decidió que era el momento de lanzar su propia App educativa para iPhone y iPad. En 2012 creó Number Run, proyecto al que dedicó seis meses y que estaba pensado para niños entre los 7 y los 12 años. La descripción de este juego en App Store dice: "El Baron Von Count se ha robado los cuatro cristales matemágicos de la comarca. Persíguelo y encuéntralo o la humanidad se verá forzada a contar con los dedos para siempre!".

En este juego los personajes corren. Para saltar o superar obstáculos deben resolver simples operaciones matemáticas. "Digamos que es parecido al del ratón que jugaba cuando chico", dice.

Para crearlo se asoció con Kris Hattori, quien vive en Los Ángeles, California y quien lo asesoró con la historia y el marketing. Tras el lanzamiento cumplió su meta: 10 mil ventas en seis meses. "Lo saqué hace cinco años y sigue vendiendo. A los seis meses del lanzamiento no estaba seguro de si había valido la pena hacerlo, ahora pienso que valió la pena completamente", cuenta.

Se contactó otra vez con la empresa Motion Math para crear un juego basado en la venta de pizza. Se llamó Motion Math Pizza! Los usuarios creaban una pizza, le colocaban precio y la vendían. El objetivo era realizar muchas multiplicaciones. Por su calidad fue destacada por USA Today, en canales de televisión internacionales y la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos la eligió como una de las mejores Apps de matemáticas. También hizo una versión con Cupcakes, pero Pizza siguió siendo el favorito. En ese momento pensó que sería bueno dejar de realizar aplicaciones educativas e independizarse de Motion Math. Se aventuró con su juego y nació Pigeon Wings, el que comenzó a crear en 2015.

Testeado en el mall

Pigeon Wings fue desarrollado en dos años. En este proyecto Schiefelbein también recibió la ayuda de Kris Hattori para afinar los detalles. Ante él debió defender la idea de usar una paloma -utilizar aves parecía un recurso muy trillado luego de la popularidad de Angry Birds- y de usar el sistema Tilt, que incorpora el movimiento. La música fue creada por el chileno José Jünemann, quien le regaló la canción que está presente en el 70 por ciento del juego.

La creación tuvo etapas vertiginosas y otras de desánimo. "En un momento quería botarlo. En 2016 estaba desesperado. Uno parte con la idea inicial y al principio avanza súper rápido. Después, parece que trabajas y no avanzas nada. Pensaba que debía estar haciendo otra cosa. Por lo menos las otras Apps que hice eran educativas, pero esto era un juego. ¡Lo menos útil del mundo! ", dice.

Al principio, cuando lo testeaba, sentía que la gente lo consideraba muy difícil. Logró afinarlo, bajar la dificultad y aumentar la velocidad. Uno de los primeros testeos lo hizo en el mall Plaza de Los Ríos. "Estaba comprando un helado cuando vi a una persona jugando Geometry Dash, juego Arcade que es un referente y que a los niños les encanta. En Stanford aprendí a acercarme a cualquier persona y preguntale ¿qué opinas? Así que le mostré el juego. Para mí fue un triunfo porque no me lo devolvió hasta pasar la etapa, me lo pasó con una sonrisa gigante. Después probé con mil pesonas más", explica.

Al testear, Ignacio Schiefelbein asegura que es importante mirar las reacciones de quien usa el producto, cuando sonríe, cuando se enoja. "No es necesario meter a cien personas en una sala. Se puede hacer donde sea. Supe que el juego estaba listo cuando los niños no me querían devolver el teléfono", dice.

Pigeon Wings ha sido tan exitoso que el sitio especializado "Touch Arcade" indicó: "Es el ejemplo perfecto de lo que hace que los juegos en la plataforma móvil sean tan únicos. Posee un juego suave, un atractivo estilo de arte y una gran música. No dude en dejarlo en su dispositivo".

Para Schiefelbein lo más emocionante fue ver en un foro un comentario que decía "¡Terminé el juego! ¡Gracias Ignacio!" Ya lo han terminado más de cien jugadores.

Todo esto fue realizado por Ignacio Schiefelbein con recursos propios. "En un momento pensé que si al juego le iba mal tendría que emprender la retirada. Gracias a Pigeon Wings me quedo acá, sigo en Valdivia", asegura.

Las proyecciones del juego

Actualmente Ignacio Schiefelbein se encuentra trabajando en la creación de un modo infinito de Pigeon Wings. Ahora también posee controles táctiles. Está trabajando en un ranking global para que los usuarios sepan en que posición se encuentran entre todos los que han jugado. "Si sigue vendiendo seguiré haciendo Apps de Pigeon Wings por mucho rato. Tengo muchas ideas que quedaron fuera y voy a seguir colocándole. Muchos mini jueguitos, por ejemplo. Le voy a dedicar un tiempo más", destaca.

El juego puede ser descargado en appstore, está disponible para iphone y ipad.

11 mil descargas ha tenido hasta ahora. En los primeros siete días recaudó unos 9 millones de pesos. Durante los primeros ocho días se convirtió en el más popular de iTunes en su categoría.

2 años demoró en desarrollar el juego. Antes se había dedicado a crear aplicaciones educativas, que habían sido destacadas por la prensa internacional.

12,3 millones de dólares recaudó en el último año la industria de desarrollo y diseño de videojuegos en Chile. Se estima que en el país genera unos 350 empleos.