Analizaron el vínculo entre las brechas de género y la pobreza
ACTIVIDAD. En el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, organizaron seminario que convocó a más de cien personas.
En el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, la Fundación Prodemu y la Fundación para la Superación de la Pobreza, realizaron el seminario "Brechas de género e inequidad social", el que convocó a más de cien personas en la Carpa de la Ciencia del Cecs, en Valdivia. El objetivo de la actividad fue entregar una mirada acerca de cómo las brechas de género tienden a profundizar las inequidades sociales.
De acuerdo a los datos de la encuesta Casen 2015, el 52,7 por ciento de la población nacional son mujeres. Esto es, nueve millones 246 mil 864 mujeres. El 8,4 por ciento de las mujeres son consideradas pobres según ingresos y un 3,7 por ciento, pobreza extrema.
Mientras que un 20,4 por ciento son consideradas pobres, según la definición de pobreza multidimensional, la cual incluye en su medición las dimensiones de educación, salud, vivienda, trabajo y seguridad, entorno y redes.
Esas cifras fueron analizadas ayer por Pamela Farías, directora nacional de Prodemu, quien en su presentación abordó los desafíos actuales y futuros que permitan solucionar las brechas de género y la inequidad social.
Debbie Guerra, académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile, también fue invitada al seminario. En su exposición dijo que la pobreza, desde la perspectiva de género, plantea que las mujeres son pobres por razones de discriminación de género.
"La pobreza vista desde la perspectiva de género, nos va a plantear que las mujeres somos más pobres entre los pobres. Todas las mujeres somos pobres, de cualquier sector, en relación a los hombres", afirmó.
Apuntó a que el carácter subordinado de la mujer en la sociedad limita las posibilidades de acceder a la propiedad, "es un tema que vemos en los sectores rurales y urbanos y también limita el control de los recursos económicos, sociales y políticos".
Participación laboral
En materia de participación laboral, la última Casen reveló que las mujeres mayores de 15 años - en edad de trabajar- presentaron una tasa de participación mucho menor que la de los hombres. Entre 2010 y 2015, mientras las mujeres tuvieron tasas de participación inferiores al 49 por ciento, los hombres registraron tasas sobre el 71 por ciento.
A juicio de Farías, respecto de esa cifra "lo que uno tiene que preguntarse es qué calidad de trabajo, porque hay países que tienen tasas de participación muy altas, pero son tasas de participación en trabajos de sobrevivencia. Si uno revisa, en Guatemala las tasas son altísimas, pero en base a un trabajo muy precario".
Y añadió que el desafío es "cómo salimos de la precarización, porque la caracterización del trabajo femenino está muy fuertemente marcado por la segmentación ocupacional, es decir, las mujeres tienen altas concentraciones en trabajos donde se hacen proyecciones del rol tradicional de la mujer y que son desgraciadamente las carreras que tienen menor remuneración".
Farías indicó que la feminización de la pobreza es el resultado de la división sexual del trabajo que asigna roles y funciones a hombres y mujeres, producto de lo cual -indicó- las mujeres se sitúan en el ámbito reproductivo y los hombres en el productivo.
"Nuestra sociedad está estructurada sobre un rol de cuidado y de trabajo doméstico no remunerado, que es asignado a la mujer y eso, desgraciadamente, en el siglo XXI no lo hemos podido cambiar", expresó.
Políticas públicas
Pamela Farías indicó que las tareas de cuidado y el trabajo doméstico no remunerado operan como restricción para el ingreso de las mujeres al mercado laboral e indicó que cuando éstas no cuentan con los recursos para pagar por la provisión de esos servicios de cuidado que otorga el mercado, el Estado debe proveerlo a través de una oferta pública, la cual -dijo- ha crecido en materia de salas cuna y jardines infantiles.
"Desde el punto de vista de la política pública, la discusión se simplifica, porque hay un componente que es el que genera todas las barreras de ingreso y que tiene que ver con algo tan antiguo, como lo son las labores de cuidado", explicó.
Otras barreras son las bajas remuneraciones, la falta de oportunidades de formación y capacitación y los prejuicios sobre el trabajo de las mujeres vinculados a mayores costos, menor productividad y más ausentismo.
Respecto de este último punto, indicó que "en el siglo XXI, los temas de maternidad siguen siendo una barrera para el ingreso al trabajo; hoy día por ley está prohibido pedir el test de embarazo, pero muchas empresas no contratan a mujeres en edad fértil. Eso opera en el mercado del trabajo chileno, aunque uno crea que son prácticas del pasado".
En materia de políticas públicas, Debbie Guerra dijo que éstas debieran dar cuenta de los diferentes acoplamientos de desventajas, que son, por ejemplo, ser mujer, ser indígena, ser migrante, ser pobre, ser mujer mayor, tener capacidades diferentes.
Mientras que Pamela Farías indicó que las políticas públicas no pueden ser de mantención o solamente focalizadas en subsidios o beneficios, sino que deben tener un horizonte que permitan salir de una situación de pobreza.
En esa línea, dijo que "desde la Fundación Prodemu trabajamos en cómo darle herramientas a las mujeres para vencer esos nudos críticos y en cómo invitamos a que las políticas públicas tengan un buen diagnóstico de la situación de las mujeres para generar las condiciones para ello, a través de programas como +Capaz de Sence, de la extensión horaria y la creación de más salas cunas. La percepción que nosotros tenemos es que el gobierno está respondiendo a las demandas de las mujeres para lograr una mayor empleabilidad".
SOLUCIONES
¿Cómo terminar con las brechas de género y con la desigualdad social? Pamela Farías precisó que existen cuatro ámbitos: toma de conciencia de género, valoración de sí misma, empoderamiento y liderazgo y desarrollo de las autonomías.
"No es lo mismo un programa social enfocado a mujeres que han hecho un trabajo personal de tomar conciencia y que, por lo tanto, entienden la realidad de la mujeres, que trabajar con mujeres que no han hecho esa reflexión", explicó
"La mujer que toma conciencia de sí misma vive un proceso de empoderamiento y de salir de este proceso de opresión y de desvalorización", añadió.