El Papa y el capitalismo El mensaje que el Papa trae a Chile
Así se titula un reciente libro de mi autoría en el que analizo la visión que tiene el Papa Francisco sobre el sistema de mercado. Como han notado diversos académicos extranjeros, Francisco es más crítico con el capitalismo de lo que eran Juan Pablo II y Benedicto XVI, tomando así parte de la línea más dura de la doctrina social de la iglesia. Algunas razones para ello tienen que ver con la influencia que sobre Francisco tuvo el peronismo como ideología política. Como sabemos, el peronismo es una corriente populista que surge en Argentina de la mano del general Juan Domingo Perón que gobernó ese país en tres oportunidades. Perón denunciaba el abuso de una élite sobre una clase supuestamente explotada y se propuso acabarlo de raíz reclamando encarnar la voluntad del pueblo. Sus políticas terminaron arruinando económicamente a Argentina, que había sido uno de los países más ricos del mundo antes de que el proteccionismo y el estatismo hicieran su entrada con la gran depresión y se consolidaran con el sistema económico peronista. Hasta hoy nuestros vecinos sufren las consecuencias del populismo peronista y la lógica de que el Estado debe controlarlo y resolverlo todo. Hoy, la corrupción en ese país es una de las más altas del mundo, sus habitantes vienen a comprar a Chile porque allá simplemente no encuentran productos que vemos acá o los encuentran a precios mucho mayores, la pobreza es casi cuatro veces más alta que en Chile y la inflación una enfermedad crónica de la cual no han podido deshacerse. Es interesante notar que Francisco, a pesar de ver los estragos que la política económica peronista ha causado en su propio país, no rechace ese sistema y proponga en su lugar un mercado realmente abierto y competitivo - aunque regulado- como se inclinaron a hacerlo sus antecesores más inmediatos. Lejos de ello, el Papa insiste en que el problema de América Latina es la falta de Estado y el exceso de liberalismo económico. Otra de las influencias decisivas sobre Francisco es la teología del pueblo, también llamada teología populista. Según esta visión, muy en sintonía con el peronismo, la sociedad se divide entre abusadores y abusados siendo los ricos y poderosos los abusadores y los pobres los abusados. Habría, de acuerdo a esta doctrina, "injusticas estructurales" - que serían propias de un sistema de mercado según parece creer el Papa- y que generan lo que Francisco llama "gente desechable". El "pueblo", entendido como los pobres, reúne, según esta visión, un conjunto de valores entre los que se encuentra un proyecto histórico de justicia y paz, que los ricos no pueden encarnar. En cierto sentido esta postura tiende a santificar la pobreza descuidando el análisis serio y riguroso sobre sus causas para superarla. El Papa Francisco es también jesuita, orden que se caracteriza por su preocupación por los pobres y un cierto desprecio por los bienes materiales cuya carencia es precisamente el origen de la pobreza, flagelo respecto del que los jesuitas no han ofrecido una buena solución. El Papa es además, como dice, The Economist, un hombre impulsivo y poco cerebral que realiza afirmaciones muy categóricas no necesariamente respaldadas en la realidad. Él mismo reconoce que no es un experto en temas económicos a pesar de su insistencia en opinar al respecto. Invita, por lo mismo, a los economistas a dialogar para construir mejores caminos de encuentro y progreso, cosa que debe ser celebrada por católicos y no católicos. Es en ese espíritu de diálogo que aparece el libro El Papa y el capitalismo, pues sabemos que en materias que no son de fe los católicos tienen todo el derecho a discrepar del Papa y someter sus opiniones a un estricto escrutinio racional.
Axel Kaiser
Francisco posee un diagnóstico realista del mundo. No es un pesimista estéril, pero tampoco un optimista ingenuo. Él se pregunta: ¿Por qué, a pesar del desarrollo económico, del avance en el ámbito de la ciencia, y de la tecnología y de las comunicaciones, no se ha avanzado en equidad, en justicia, y menos en fraternidad?
La respuesta del Papa a esta pregunta tiene varias aristas, pero se sustenta en el hecho de que, implícita o explícitamente, después del período de la luces se quiso construir un mundo al margen de Dios. Ello trajo la idolatría del dinero, la indiferencia por el otro, y el no reconocimiento de verdades objetivas que valgan siempre y bajo todas las condiciones. El olvido de Dios llevó a la promoción de la autonomía del hombre cuyo referente último es el mismo y el emerger de la subjetividad individual por sobre una verdad objetiva y el proyecto personal por sobre un proyecto colectivo.
En este nuevo escenario cultural, que caló la esfera política, económica y social, los pobres en sus variadas formas, se han quedado sin asiento en la mesa que Dios hizo para todos. Han sido descartados. En este contexto, además, el planeta ha dejado de ser un bien a custodiar, pensando en las futuras generaciones, para convertirse en un bien a explotar sin límites. El Papa advierte que esté hecho ha convertido el planeta en un gran basural. Francisco sostiene que este nuevo escenario ha distanciado a los habitantes del planeta, se ha enquistado una verdadera globalización de la indiferencia, y, a consecuencia de ello, se han generado graves injusticias en contra de los más débiles, se ha incrementado la violencia, y se ha instalado en la cultura un gran escepticismo frente a la posibilidad de un mundo mejor.
El Papa cree que las cosas pueden cambiar. A la luz de los signos de muerte presentes en el mundo, percibe que la enseñanza de Cristo, especialmente las bienaventuranzas, y su propia vida, es posible vislumbrar la posibilidad de pasar de la noche oscura de la humanidad a la luz, de la desesperanza a la esperanza, de la guerra a la paz, de la inequidad a la equidad, de la injusticia a la justicia. Esta es tarea de todos, que exige un compromiso propio y personal intransferible e indelegable.
El Papa vendrá a Chile con el anhelo de iluminar, desde su mirada de vicario de Cristo y sucesor de Pedro, aquellas zonas en las que falta mucho aún para lograr la justicia y la paz que todos queremos. Muchos intentan hacer lecturas sociológicas, políticas, sociales y hasta sicológicas de la visita del Papa, pero ninguna de ellas será capaz de llegar al fondo de su mensaje, que es eminentemente teológico: Sólo la lectura de la realidad iluminada por la presencia de un Padre común que nos invita en Cristo, su Hijo, a vivir como hermanos, nos permitirá como país poder emprender el camino hacia una sociedad mejor.
Sólo desde ese horizonte, todos y cada uno de los habitantes del planeta nos podremos reconocer como un don, llamados a convertirnos en un don para los demás. Desde la antropología del don podremos lograr las anheladas tres te que el Papa quiere para cada habitante del planeta: trabajo, techo y tierra. Y, por supuesto, la alegría del amor.
Fernando Chomali Garib