Daniel Navarrete Alvear
Alas 15:11 horas de hoy sonarán las sirenas de bomberos y las campanas de las iglesias. La alerta pública, programada por las autoridades regionales y locales, es para recordar que a esa hora, hace 58 años, se produjo el terremoto más grande de la historia de Chile. El epicentro fue Valdivia con un registro de 9.5° en la escala Richter y un saldo de aproximadamente dos mil víctimas.
Cada 22 de mayo, el recuerdo de la gran tragedia es apelando a la memoria. Así, por ejemplo, para el cincuentenario que se cumplió en 2010 fue desarrollado un ambicioso proyecto que se tradujo en la instalación de réplicas de los rucos (que fueron las soluciones habitacionales luego del terremoto), la creación de una página web con testimonios y fotografías; y la edición del libro "1960: Memorias de un desastre" en el que trabajó el antropólogo Jaime Hernández. El profesional fue parte del llamado Grupo de Trabajo Terremoto 1960, que articuló las tres propuestas, y quien tuvo acceso a decenas de testimonios con los que fue reconstruida una historia que difícilmente se podrá olvidar.
"La ciudadanía siempre se mostró dispuesta a colaborar con lo que propusimos. Hubo mucha gentileza en el sentido de hacer público lo que hasta ese momento para muchos era solamente algo personal y que a fin de cuentas fue integrado a un relato colectivo sobre el cual estuvimos trabajando por casi dos años", explica.
Hasta hace ocho años no se había hecho una recopilación exhaustiva de testimonios sobre el desastre. Eso transformó al libro en una obra de consulta obligada, que sin embargo no ha terminado de agotar el tema. Ahí entonces la relevancia de insistir que el 58° aniversario tenga nuevamente a los relatos como protagonistas.
"Es que se trata de una conmemoración social, de la construcción grupal de la memoria. Es decir, se toma al testigo como alguien que tiene una visión particular al respecto y se le integra a algo que es mucho mayor. Eso le da validación a lo que le tocó vivir y lo que ahora quiere seguir contando", dice Hernández. Y agrega: "Desde el punto de vista de la antropología la historia que está en los textos no tiene la vitalidad de aquella contenida en el relato oral. El cuestionamiento a la objetividad de la historia está dado desde ese punto de vista, ya que la experiencia no es algo solamente reconocido oficialmente, sino que además forma parte de la cultura".
Reparación individual
La antropóloga Bernarda Aucapán también apuntó a los recuerdos cuando trabajó en su libro "Los terremoteados de la población Menzel 1960-2007". En la publicación, entre otros temas, aborda el ánimo de los vecinos del sector de haber querido recuperar lo que tuvieron antes del terremoto y refuerza la utilidad casi terapéutica de volver una y otra vez a un tema doloroso.
"El terremoto en 1960, por diversas circunstancia como por ejemplo la tremenda magnitud del desastre, no dio lugar a lo que podríamos llamar reparación emocional. Las personas de Valdivia no tuvieron en su momento ese espacio necesario para hacer una catarsis, ni mucho menos de como fueron construyendo sus vidas con posterioridad. Esa es una de las grandes diferencias con el terremoto de 2010, que ocurrió precisamente teniéndose antecedentes de tragedias peores. La reparación debe ocurrir inmediatamente después de la catástrofe, lo que sin duda ayuda a la reconstrucción de las personas y lo que además justifica que siempre hayan espacios de reflexión sobre el mismo tema", explica. La profesional, también valora el ejercicio de recordar y la opción de que esas memorias puedan ser conocidas por las nuevas generaciones. "Tiene que ver obviamente con que las cosas nunca sean olvidadas, pero también en este caso, con sacar ciertas lecciones que tienen que ver con la sobrevivencia y la forma en que muchos lograron salir adelante después de algo que fue realmente devastador".
La importancia
Aunque los libros de Aucapán y Hernández, además de otras obras con datos técnicos y vivenciales, fueron hechos para conmemorar el terremoto, aún está pendiente darles una utilidad mucho mayor a nivel local.
Así al menos lo cree el antropólogo. "La reflexión constante, en algún momento nos debe llevar a acciones concretas de mejoramiento en la forma de enfrentar hechos como un terremoto. Aunque en la educación ha habido avances, siento que el tema no se está tomando en serio. La conmemoración es algo importante, pero siempre y cuando sea parte de algo mucho mayor (...) cuando están los conocimientos y está la tecnología, entonces hay que agregar lo que todos nosotros podemos aportar como comunidad para generar una cultura de prevención diferente".
Junto con las acciones impulsadas por la Municipalidad de Valdivia, desde la Seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, se busca instaurar el 22 de mayo como una efemérides regional. La seremi Catherine Hugó, indica: "El terremoto fue una gran catástrofe natural, que también marcó fuertemente nuestra identidad, porque fuimos una región que supo salir adelante de la escasez y del trauma social que conlleva un hecho como éste. Donde hubo tierra ahora hay humedales que nos llenan de orgullo y creo que es el momento de que nuestra región pueda abordar ese hecho tan terrible de nuestra historia con una mirada de futuro, que puede incluso ayudar a desarrollarnos como una región turística y cultural. Enfrentar significa poner en valor nuestra identidad, darnos cuenta que de la catástrofe podemos seguir adelante, que de lo negativo podemos sacar cosas positivas".