Periodista
El abuelo es un ser extraño, desconocido y desconcertante. Está inválido, su rostro surcado por la pena y la rudeza, dan pista de una existencia llena de experiencias tal vez no gratas. Así lo ve el pequeño Storm. Es que el abuelo ha llegado a vivir a la casa, para conocer a su nieto y quedar al cuidado de su hijo y su nuera, lo que a todas luces será una misión imposible por que lo consideran "frío como el hielo" y "más tonto que una puerta".
El intrincado laberinto de las relaciones filiales es la base escogida por la escritora Lilja Scherfig y el ilustrador Otto Dickmeiss para "Abuelo" (LOM Ediciones). Es un libro tan corto, como intenso; lleno de melancolía, tristeza, dolor y esperanza que se mete en lo complejo que a veces puede llegar a ser el vínculo de un hijo con su padre cuando no hay espacio para el perdón por los errores cometidos en la crianza.
En 48 páginas los autores permiten un viaje que descubrimiento de las razones de todos quienes están involucrados en la historia, pero principalmente, de Storm quien pese a entender a su papá, termina compartiendo el anhelo de comprensión de su abuelo y una particular metáfora sobre la libertad correctamente ilustrada por Dickmeiss.
"Abuelo", al igual que las películas de Pixar, tiene una forma que lo hace infantil, pero un fondo que lo vuelve adulto. El mensaje está transmitido desde las palabras impresas de un cuento simple (al que cada cual bien podría encontrar un final distinto) y las ilustraciones faltas de color, pero cargadas de detalles que las vuelven una obra de arte en sí mismas al esconder distintas pistas sobre el significado del relato. Abundan por ejemplo los cascarones de huevo y las aves, como si a fin de cuentas todo remitiera al interminable ciclo del nacimiento, la transformación y la muerte. A fin de cuentas, son cosas que pasan y aunque muchas veces los adultos las ocultan, los niños siempre terminan dándose cuenta de ellas.
Daniel
Navarrete