Durante la prospección arqueológica subacuática en el Río Valdivia -producto del proyecto de puente Los Pelúes- se encontraron restos de posibles faluchos o lanchones, lo que ha causado extrañeza en parte de la comunidad. Sin embargo, es algo dentro de lo esperado, por la importancia de la navegación en nuestro río.
Desde tiempos precolombinos ha sido una vía fundamental de comunicación y transporte, lo cual fue determinante para el conquistador, don Pedro de Valdivia, al momento de decidir fundar la ciudad que llevaría su nombre, puesto que el emplazamiento reúne la doble calidad de puerto marítimo y fluvial, transformándola en un enclave dentro del Imperio Hispánico. Esto, tal cual lo afirma Guarda (1965:11): «Puesto este nombre al tiempo de su fundación, porque su capitán que envió por mar a descubrir esta tierra, viniendo por la costa halló un puerto de mar, el mejor que se hallara en grandes partes, muy hondable y abrigado de todos vientos y muy limpio; este puerto se hace de un río grande y caudaloso que pasa junto a esta ciudad (…)».
No debemos olvidar que, dos grandes ríos dan vida al río Valdivia: el Cruces y el Calle Calle. En relación a éste último, su origen se encuentra en la confluencia de los ríos San Pedro y Quinchilca, eslabón de una serie de ríos y lagos que se inician su camino en el Lago Lacar, en Argentina, el que desagua a través del río Huahuan; nombre además de un paso que nos proyecta hacia un corredor bioceánico. Se cumple así la mirada que tuvo el fundador: El uso del río como eje de comunicación y por ende comercial, lo que ha sido una constante en la historia, tradición de la población precolombina de la zona, que fue continuada tras la conquista española y más tarde por los migrantes alemanes del siglo XIX. Esto, daba vida a una de las postales más típicas de la ciudad: Remolcadores que trasladaban en conjunto con los lanchones, río arriba y río abajo, todo tipo de productos, como aquellos que seguramente corresponden a los vestigios encontrados producto de los trabajos de arqueología y que pese a los que muchos piensan, aún se mantienen vigentes; en fin, era un ir y venir contante de pasajeros, alimentos, madera y animales, además de procesiones religiosas y cortejos fúnebres.
No cabe duda que, los hallazgos reviven la necesidad de preservar nuestra memoria y valorizar aquello que nos identifica y diferencia, y que la vida del valdiviano sólo se entiende junto al río.
Lorena Liewald Dessy Directora del Departamento de Pedagogía de la U. San Sebastián