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Concebidas para defenderse de los ataques

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El temor a posibles incursiones de los indígenas que habitaban en los contornos, motivó a que en 1774 el gobernador de la plaza y presidio de Valdivia, Joaquín de Espinosa Dávalos, ordenara la construcción de dos atalayas que pudieran alojar a un cabo y cuatro soldados para manejar cañoncillos. La labor fue encomendada al coronel de Ingenieros Juan Garland y para su construcción se usó "mil 233 fanegas de cal y una arroba de fierro en 20 clavos para los maderos de la azotea", de acuerdo a lo señalado por el historiador Gabriel Guarda en su "Nueva Historia de Valdivia". La obra quedó terminada el 25 de agosto de aquel año, pero su concepción respondió -según la profesora Lorena Liewald, directora del Centro de Estudios Cervantinos de la USS- a un diseño medieval, porque en el siglo XVIII "el sistema constructivo de zonas fortificadas era el abaluartado y no las torres cilíndricas como los torreones".