La diáspora
Periodista
Un bullado caso de asesinato entre comandantes de la guerrilla salvadoreña es el centro de gravedad de la primera novela de Horacio Castellanos Moya, que entre otros galardones exhibe el Premio Iberoamericano Manuel Rojas, recibido en Chile en 2014.
"La diáspora", reeditada este año por Penguin Random House, se desarrolla en cuatro capítulos que siguen las vicisitudes e ilusiones de militantes de izquierda que han debido salir de El Salvador hacia México en plena guerra civil. Algunos de ellos, como Juan Carlos o el Turco, se muestran desencantados de las promesas revolucionarias, desafección que es gatillada por el ajusticiamiento -con 86 puñaladas con un picahielo- de la comandante Ana María (Mélida Anaya Montes), el cual más tarde se dilucidaría fue ordenado por el máximo líder de las fuerzas guerrilleras, Salvador Cayetano Carpio, quien termina suicidándose. A estas muertes se agrega la del poeta Roque Dalton, a manos de sus propios camaradas de la revolución.
Estos hechos, sumados a las pugnas internas y la emergencia de disidentes que se alzan ante una aparente estalinización del proceso salvadoreño, empujan a varios a dejar el país, algunos con la esperanza de hacer un poco de tiempo mientras deciden la próxima dirección; otros, decididos a escapar lo más lejos posible, como Juan Carlos, que busca entrar como refugiado a Canadá.
Por el otro lado, también hay hombres de acción, como Quique López, que más allá de los vaivenes ideológicos, añoran volver a empuñar un arma y meterles plomo a unos cuantos soldados. Luego de trabajar como asistente en la agencia de noticias del partido en México, Quique se prepara nerviosamente para regresar a su terruño, convertido en un campo de batalla.
Pero todos parecen haberse transformado o, al menos, haber perdido algo en el camino. Aquí brilla particularmente el Turco, que podría simbolizar la degeneración del idealizado militante, sucumbiendo a sus pasiones y cerrando las 156 páginas de este libro con una patética borrachera, símbolo tal vez del naufragio amargo de la utopía.
Daniel
Carrillo