Cuando una persona joven se enfrenta a una situación en que se involucran esperanzas y proyecciones, como lo es conocer los resultados de la Prueba de Selección Universitaria (PSU), aparece un cúmulo de elementos a considerar. Por ejemplo, a nivel parental, las expectativas sobre el porvenir de los hijos, o desde los colegios, poniéndose en juego el prestigio de la institución.
Así, los/as jóvenes ven en este prueba su rito de iniciación al mundo adulto, que informa si están o no capacitados para formarse en las carreras que les otorgarán prestigio social, y con ello se despliega un imaginario sobre su posición, ya sea manteniendo o conservando la heredada, o bien situándose en un escalafón diferente. También confluyen elementos identitarios, que van más allá de estatus social, por ejemplo, si la carrera está relacionada con las aptitudes e intereses, si se percibe algún sentido de vocación o trascendencia.
En este contexto, el apoyo social percibido por parte de los/as jóvenes, debiese ser incondicional, con esto me refiero a que la decisión que tomen o que los resultados que obtengan se analicen desde una real posibilidad de libertad de elección; donde los padres más bien sean puntales de apoyo y colaboradores en la búsqueda de información y clarificadores de aquellos elementos de difícil comprensión.
Sobre esto último, tanto la familia como la escuela y amigos juegan un rol importante. Este rol consiste en acompañar y orientar en la búsqueda tanto de la carrera como de la institución donde se desee iniciar los estudios superiores. En este acompañamiento son varios los elementos en cuestión, por ejemplo, qué carrera es la que mejor se ajusta a las aptitudes, en cuál se podrían canalizar otros factores extracurriculares.
Por otra parte, el obtener resultados inferiores al esperado, que comprometan seriamente la posibilidad de elección, es necesario reconsiderar la planificación original. En este sentido, hay que tener claro que existe una gran presión social, lo cual implica un imperativo que causa angustia y sufrimiento a quienes que por diversos motivos no lo consiguen. Sin embargo, el cuestionarse este imperativo, el reflexionar acerca de su validez para con mi vida, favorece que si los resultados no fueron los esperados, tengo la posibilidad de tomar otras alternativas igualmente válidas y valiosas.
Jonathan Duarte Reyes Docente de la carrera de Psicología U. San Sebastián, Valdivia