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Fernando Henríquez Muñoz: Un ejemplo de amor y trabajo

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Fernando Henríquez Muñoz nació en Formio (Máfil), el 16 de marzo de 1944 y se marchó de este mundo el 3 de agosto de 2019. Fue hijo de Juan de Dios Henríquez e Ida Muñoz y hermano de Guillermina, Juan Antonio y Alberto; estudió en la Escuela Gabriela Mistral y desde joven comenzó a trabajar en el campo. A los 16 años salió de su casa a trabajar en los caminos y en lo que se presentara, por lo que tuvo una infancia y juventud duras y esforzadas. Su trayectoria laboral siguió en empresas como Immar, CMPC y finalmente en Asenav, donde trabajó alrededor de 16 años y fue muy querido por sus compañeros de trabajo, quienes lo apodaban "Rambito". Luego de terminar su trabajo dependiente, se trasladó junto a su familia a vivir a la localidad de Pelchuquín. "Mi Paraíso" decía, cada vez que viajaba y volvía. El 18 de abril de 1969 contrajo matrimonio con Digna Nauto Carrasco, unión de la cual nacieron Bristela y Jéssica. "Padre, esposo, hermano, cuñado, suegro, tío y tatita fue muy querido, amado y recordado por todos los que tuvieron la dicha de conocerlo y compartir junto a él. Se extrañan sus sopaipillas calentitas con un rico encebollado para el desayuno, sus pancitos dulces (pajaritos) a la hora de once, sus bailes improvisados, sus chistes, sus historias de juventud, pero sobre todo sus hijas, nietas Deyannira y Anyelina y sus niñitas Bella, Lady y Deysi extrañamos sus bendiciones, sus poemas en ocasiones especiales creados por él y el gran e inmenso amor que se demostraban diariamente con nuestra madre", recuerdan sus hijas; sus nietas Deyannira, Anyelina y Deysi; y sus yernos Luwing y Luis. Al cumplirse un año de su partida, sus descendientes lo recuerdan "como lo fue y sigue siendo: un gran hombre, amado esposo, padre y tatita". Sus cenizas descansan donde él quiso, en su "paraíso", su campo, junto a su esposa, quien lo siguió a sólo 10 meses de su partida. "Lo recordaremos eternamente por sus valores entregados, por su fortaleza y espíritu jovial y con la convicción de volver a verlo, abrazarlo y disfrutar de sus gracias que tanto nos hacían reír. Este homenaje es para ti 'Huesito'. Te amaremos ahora y siempre", señalan.

3 de agosto de 2019 se marchó de este mundo Fernando Henríquez Muñoz, a quien sus cuñados llamaban "Mister" y sus hermanos le decían "Maestro".

Marta Candelaria Silva Triviños: Gran madre y educadora valdiviana

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Era 1944 cuando la familia Silva-Triviños llegó a vivir a Valdivia, en una carreta tirada por los bueyes "Rocío" y "Mutra". De esa familia liderada por Alfredo Silva Villanueva y María Ida Triviños Jaramillo formaba parte Marta Candelaria Silva Triviños, nacida el 6 de marzo de 1933 y fallecida el 15 de julio de 2020. Ella fue la quinta de 10 hermanos profesores que hubo en la familia y sus hijos señalan que "su nacimiento fue especial, debido a la muerte de cuatro hermanos recién nacidos antes. Por ello la llevaron a Punucapa, para que la proteja la Virgen de la Candelaria. Desde temprano, la vida le puso la primera piedra que fue el deceso de su mamá, que la llevó a hacerse cargo de su hermano Nelson, de un año de edad". Marta Silva Triviños se formó como educadora en la Escuela Normal de Ancud, donde dio sus primeros pasos para convertirse en una maestra ejemplar. Conoció el amor a través de Luis Ojeda Saldivia, con quien contrajo nupcias el 17 de julio de 1958. Fueron padres de cuatro hijos: Manuel, fallecido a los ocho meses de vida; Rosita Isabel, Elke Cecilia y Luis Alfredo. Sufrió la pérdida de su esposo tras 10 años de feliz matrimonio, en un trágico accidente que la dejó sumida en el dolor y con 3 niños pequeños y el fallecimiento de su padre Alfredo, pilar de la familia. Una vez jubilada siguió con su noble vocación de servicio social, apoyada por Juanita; su adorada hija Elke, que amenizaba las reuniones con cánticos acompañados en guitarra; las Damas Rotarias del Club Calle-Calle dirigidas por Sibylle Klapp; y Guillermo Barrientos, quien trasladaba a los abuelitos a los lugares de reunión. Las enfermedades la fueron disminuyendo lentamente pero aun así, siempre mantuvo energía para ayudar y estar pendiente de sus abuelitos hasta el último momento. "Sabemos que ahora estás bien, descansando junto a tu amado esposo Luis y a nuestro hermano Manuelito. Ten la satisfacción de que cumpliste todas tus metas, fuiste madre y padre a la vez, hiciste mucho y más por nosotros y por muchas personas a tu alrededor. Te agradecemos por todos los momentos vividos y por el legado que nos dejaste", señalan sus hijos.

42 años atrás fue pionera de los clubes de adultos mayores en Valdivia. El que funcionaba en la Escuela Carlos Brándago fue rebautizado como "Club de Adulto Mayor Martita".

Multiplicar

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el pan

La promesa de Dios, hecha por boca del Profeta Isaías (Is 55, 1-3), da fortaleza al Pueblo de Dios que retornaba de un período de crisis y que se había prolongado por mucho tiempo. "¡Atención, sedientos!, vengan por agua, también los que no tienen dinero. Vengan, compren trigo, coman sin pagar, vino y leche". Es una promesa que aunque dicha en un tiempo determinado de la historia, es tá vigenee ante las necesidades apremiantes de los seres humanos, que a pesar de los avances que ha tenido la humanidad, aún existen quienes no logran tener lo básico para su subsistencia.

El evangelio de la liturgia de este domingo (Mt 14, 13-21) nos ayuda a comprender cómo debe ser nuestro actuar, como cristianos, frente a la situación de sufrimiento y necesidad que muchos sufren hoy. El escenario es el siguiente: Jesús desembarca junto a sus discípulos y se encuentra con una gran multitud que lo espera, para escuchar su Palabra y que le llevan sus enfermos.

¿Cuál es la reacción de Jesús?. El testimonio del evangelista lo expresa así: "Al ver a la multitud, se compadeció y sanó a los enfermos". Ver, compadecerse y sanar. Jesús primero ve, no como un mero espectador que ve una realidad desde lejos, sino que ve con los ojos de Dios y su Sagrado Corazón se estremece ante el dolor de su Pueblo y se compadece, es decir, comparte el padecer de su gente. No es indiferente, sino que se hace parte de este dolor y su corazón lo mueve a sanar a los enfermos, es una compasión activa.

Pero Jesús quiere que sus discípulos de ayer y de hoy, también tengan los mismos sentimientos que hubo en él. Que veamos, nos compadezcamos y sanemos. Cuando los discípulos le van a decir que envié a la gente a los poblados para que busquen qué comer, Jesús les replica: "No hace falta que vayan; dénle ustedes qué comer". Y ante las excusas que colocan, el Señor multiplica lo poco que tenían: cinco panes y dos pescados, de manera que alcanzó para todos. Jesús nos invita también hoy a que desde lo poco que tenemos, podamos con su ayuda, multiplicar los panes a través de tantas iniciativas que se desarrollan en nuestras parroquias, sedes deportivas y sociales, que van en ayuda de aquellos que más lo necesitan.