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ENTREVISTA. marcial pérez, presidente de la Asociación Gremial de Botillerías de Chile:

"La gente se acostumbró a que les vendan alcohol en sus mismos edificios"

"Si nosotros bajamos las ventas en 70%, los clandestinos subieron 80%", dice el líder del gremio y acusa "discriminación".
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Según Marcial Pérez, las ventas de las botillerías se han reducido 70% producto de la pandemia. Como presidente de la Asociación Gremial de Dueños de Botillerías de Chile (Agbotch) está empeñado en terminar con una suerte de "discriminación" que, según él, su sector sufre por parte de la autoridad sanitaria. Asegura que "todos se tiran la pelota unos a otros" y que nadie se hace responsable de la decisión en muchas comunas y regiones de que no funcionen estos locales de venta de alcohol.

-¿70% menos? ¿Tan mal está la cosa?

-Por supuesto. Ha sido muy crítica la situación porque partimos con el estadillo social. Luego llegó esta pandemia, que tiene complicada a todo el mundo, y finalmente nos afecta la discriminación que sufrimos de las autoridades que establecieron que no podíamos trabajar y que sólo podían abrir los supermercados. Al tener cerradas las botillerías hubo un descenso muy grande de las ventas y esto ha afectado a las personas con las que trabajamos. Hubo que reducir personal y reprogramar deudas.

-¿Por qué dice que hay discriminación?

-La igualdad de derechos es un derecho constitucional. Los supermercados de las cadenas grandes funcionan porque se supone que venden productos de primera necesidad. Nosotros en nuestros locales también los vendemos. Vendemos productos como agua, productos de aseo, abarrotes en algunos casos. Entonces, no debiera haber diferencias. En segundo lugar, los supermercados no tenían límite para las compras de la gente, lo que trae consigo que, producto de las circunstancias, mucha gente trató de reinventarse y empezó a crecer el clandestino de una forma escandalosa. Yo digo que, si nosotros bajamos las ventas un 70%, los clandestinos subieron un 80%. Porque en cada edificio en la comuna de Santiago y en regiones, en cada sector y barrio, crece y crece el clandestino libremente a través de las redes sociales y a través de folletería. La pregunta que nos hacíamos es cómo lo hacen para proliferar tan rápido. ¿Dónde se abastecen, si las botillerías y las distribuidoras están cerradas? ¡En los supermercados! Claro, porque estos también sacan grandes ofertones de alcohol y no ponen límites de compra a las personas. Uno ve salir de los supermercados gente con los carros llenos de alcohol, porque la cajera no limita eso. Sí se limitaba la venta de otros productos, como leche, harina, etc., pero el alcohol no lo limitaban. La gente se acostumbró a que les vendan alcohol en sus mismos edificios.

-¿Cómo se puede controlar eso?

-Nadie fiscaliza a los supermercados y eso lo hemos dicho fuerte y claro a los ministerios, con los cuales hemos hablado para poder interiorizarlos de lo que está pasando y de manifestarles nuestra situación. Les hemos dicho esto y unos con otros se pasan la pelota y nadie se hace responsable de quién está permitiendo la venta de alcohol. Los carabineros llegan a fiscalizar cuando uno abre, pero no hay ningún argumento por el cual puedan cerrarlos. No estamos infringiendo ninguna ley.

-¿Qué explicación da la autoridad central al respecto?

-Hemos llegado a distintas instancias. Hemos buscado hablar con la doctora Paula Daza (subsecretaria de Salud Pública), con el subsecretario de Economía… Nosotros llegamos a ellos porque el documento emitido por el ministerio de Salud explica claramente en el punto número 2 que los negocios que sí están autorizados para abrir son los denominados almacenes de barrio. Y ocurre que las botillerías están denominadas en esa categoría. Así lo dice un documento de Sercotec, que es del Ministerio de Economía, con las bases concursables de los montos que ellos prestan a los almacenes de barrio. Ahí se detalla claramente quiénes están catalogados y están individualizadas las botillerías, panaderías, etc. Y resulta que ahora, según el ministerio de Salud, no debiéramos trabajar porque no vendemos productos de primera necesidad. Pero si somos almacenes de barrio, hay una ambigüedad en ese punto.

Nos han dicho que no son la entidad responsable y llegamos a presentar un recurso de protección que fue declarado inadmisible porque la Corte dictaminó que ellos no estaban en condición de responder, porque eso debieran verlo los ministerios. En la subsecretaría de Salud nos dijeron que si éramos considerados almacenes de barrio no nos iban a fiscalizar... Unos con otros se van pasando la pelota y ninguno dice "yo soy el responsable, yo soy el que impide que trabajen porque están incumpliendo una ley…". Porque no hay ninguna ley que prohíba que se venda alcohol, porque no hay ley seca. Toda esa información hemos transmitido y hemos analizado la situación del golpe duro que nos han dado las autoridades, un portazo en la cara para el momento de conversar, porque si bien es cierto tratan de hablar con nosotros, finalmente dicen que van a sacar un documento y nunca lo sacan.

-¿Eso es lo que piden entonces, una resolución que los habilite expresamente?

-Claro, para que queden todas las autoridades tranquilas, los carabineros y los militares que cuando van a fiscalizar sepan que las botillerías sí pueden trabajar como los supermercados. Los argumentos que damos son siempre los mismos: ¿dónde hay más aglomeraciones de personas? En los supermercados. Pero les siguen dando la prioridad a ellos, en cambio el negocio de barrio que somos nosotros es donde la gente quizás quiere ir para evitar ir a comprar una cerveza o un vino al supermercado. Qué mejor que comprarlo en la botillería de barrio donde se crió, donde hizo vínculo. No puede hacerlo porque se siente limitado por esta situación.

-¿Hay comunas o regiones donde tengan más libertad?

-Más libertad, sí, donde hay menor contagio. Hay regiones en las que hemos podido conversar con las autoridades. Es el caso de Calama, Antofagasta, Tocopilla, que han tenido buena recepción, han empatizado y han permitido trabajar bajo ordenanzas en horarios acotados. Pero donde hay mayor complejidad es en la Región Metropolitana y en Punta Arenas. Allá en Magallanes tienen una ordenanza que se puede trabajar entre las 9 y las 11 de la mañana. ¿Quién compra alcohol en ese horario? Sin embargo, los supermercados pueden trabajar hasta la hora que quieran o hasta el toque de queda.

-¿Qué piden a la autoridad?

-Lo que vemos como salida es que nos permitan trabajar en los mismos horarios que los supermercados. Tenemos que levantarnos poco a poco. La economía no puede morir. Si queremos un país con crecimiento debemos intentar que las pequeñas y medianas empresas sigan su funcionamiento. Si esto se trata de autocuidado, no de cerrar empresas. En Chile se ha detenido la economía y se han privilegiado las ventas en los supermercados y bencineras, mientras los pequeños estamos derrotados. Y se cierran las puertas en los bancos para créditos porque estamos todos sobreendeudados. Realmente no hay opciones. Hemos buscado por todos lados.

El turno de otra crisis sanitaria: la obesidad y su estigma social

María José Leiva
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A medida que vamos avanzando hacia el desconfinamiento, de la mano del programa Paso a Paso, nos encontramos con otra crisis sanitaria producto del encierro, el estrés de la incertidumbre y la angustia de la cuarentena. Van quedando al descubierto cuadros de obesidad que se han agudizado y casos de sobrepeso donde no lo había, y que pueden llevar a situaciones más profundas si no se toman los resguardos.

Sin duda las cifras en torno a esta problemática dejarán en evidencia un complejo escenario de salud, considerando que hoy el 74% de la población adulta en Chile sufre obesidad y sobrepeso, según el informe sobre obesidad y sobrepeso de la OCDE 2019. Este panorama vendrá acompañado de un difícil proceso psicológico. Vivir con obesidad actualmente, en un mundo donde prima la imagen y la delgadez como indicadores de éxito, no resulta fácil, porque además de las complicaciones de salud que implica está enfermedad, se debe enfrentar el peso del estigma que la acompaña. El estigma en obesidad se refiere a conductas y creencias negativas en relación con la obesidad como: prejuicios, estereotipos, comentarios acerca del peso y la figura, burlas, bullying, ser ignorado o excluido. Este es mayor en mujeres que en hombres con problemas de obesidad. ¿El más común? La idea que resolver la obesidad es sólo un tema de fuerza de voluntad, de comer menos y ejercitarse más. Esta mirada solo lleva a aumentar la culpa, soledad y sufrimiento con que suele vivirse esta enfermedad.

Probablemente, es muy difícil mantener una imagen de uno mismo como alguien valioso, cuando lo que se percibe es la mirada y el trato de los otros como alguien que produce rechazo. La introyección del estigma se conoce como estigma internalizado, caracterizado por emociones como: ansiedad, inseguridad y vergüenza.

El estigma internalizado es además predictor de peores resultados en adherencia al tratamiento y de mayor latencia entre el problema y el momento de consultar. Desde que los pacientes empiezan a subir de peso hasta que consultan a un especialista pasan seis años en promedio, un tiempo que es valioso en el que el problema aumenta y también sus complicaciones.

Es fundamental entonces hablar de este tema y cambiar la mirada de la obesidad, transitar desde una mirada estática, de rótulo, donde la persona es obesa, hacia una mirada de proceso, donde la patología no es la identidad, pasar de ser obeso a vivir con obesidad. Este cambio permite brindar una postura donde es posible empoderarse, pedir ayuda y ser parte del proceso de tratamiento. La obesidad es una enfermedad crónica, multi causada y progresiva, que debe ser tratada en forma oportuna y por un equipo de salud especializado.

*María José Leiva, magíster en Psicología, directora del Núcleo de Psicólogos de Cirugía de la Obesidad de Chile.