Un alza en las cifras nacionales dieron a conocer ayer la ministra Mónica Zalaquett y la subsecretaria de Prevención del Delito, Katherine Martorell, al exponer los resultados de la Cuarta Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar Contra la Mujer y delitos sexuales. En particular, llamaron la atención sobre el indicador "violencia general de vida" que entre 2017 y 2020 pasó de 38,2% a 41,4%.

Ese dato se refiere a hechos ocurridos en distintas etapas de la historia de una persona y crece de manera estadísticamente significativa, según este análisis, en mujeres entre 15 y 65 años de edad.

El aumento numérico en este ámbito siempre es mala noticia; pero mirándolo con detención podría decirse que cada vez más se trasparenta una realidad oculta. También, que existiría también una mayor "toma de conciencia" al respecto, reflejada en la capacidad de denunciar y de identificar hoy, con más claridad que antes, los hechos que implican agresiones de género en el hogar, el trabajo, la educación, las calles.

Pero esa constatación de trayectoria, lamentablemente, no implica variaciones profundas en lo acontecido actualmente. Hay bajas, pero no suficientes. De acuerdo a los datos de abril a junio de 2020 disponibles por la subsecretaría que encabeza Martorell, este año se han recibido 24 mil 855 denuncias por violencia intrafamiliar en el país y los detenidos han sido 6 mil 695 personas, mayoritariamente hombres.

En Los Ríos, el primer trimestre las denuncias crecieron de 665 en 2019 a 713 en 2020; mientras que en el segundo trimestre bajaron a 559, en comparación con las 615 de 2019. Los detenidos locales por este delito también subieron: 181 entre enero y marzo (161 en 2019) y 159 entre abril y junio (135 en 2019).

Claramente los resultados de la Encuesta señalan que falta un gran camino por recorrer, aunque además hablarían -como indicaron las voceras- de cambios sociales paulatinos, pero visibles, ante la violencia de género. Si así fuera, es imposible no reconocer que muchos de esos logros se deberían a las constantes y significativas campañas efectuadas en todo Chile sobre el tema desde 1990 en adelante (con el "Hagamos un nuevo trato", del naciente Sernam ) por instancias oficiales y de la sociedad civil, especialmente.

Para nadie es algo nuevo la necesidad que tenemos de formar ciudadanos digitales y que las tecnologías hoy más que nunca son el soporte y la herramienta tanto a nivel profesional como personal. En este mundo de reinvención constante, algunos piensan que es complejo, inestable y "líquido" por lo impredecible y cambiante.

Este relato con una visión poco esperanzadora tiene el riesgo de ser paralizante y hacernos creer que no estamos preparados para desarrollar nuevos alfabetos, formatos, visuales, compactos, digitales, sin perder la conexión emocional.

Ha sido un tiempo para repensar el papel de las Escuelas, Universidades y la educación para ciudadanos de un futuro definitivamente incierto. Los estudiantes vendrán con mejores competencias digitales cuando este tiempo de distanciamiento social termine.

Mientras tanto, en estos momentos de crisis la empatía vuelve a ser fundamental a la hora de ejercer puestos de liderazgo, y en especial frente a la labor del profesor.

He tenido la oportunidad de escuchar a diversos profesionales de la educación sobre las dificultades y cómo se han sentido al enfrentar esta modalidad de educación a distancia.

Confiesan que ahora conocen mejor a sus estudiantes, que las pantallas son sus aliadas, que han tenido que adaptar las clases, han visto como viven en su cotidianeidad adolescentes, niños y niñas, cómo son las casas de sus estudiantes e incluso los problemas familiares que enfrentan día a día.

Algunos han tenido que visitar estudiantes que no tienen computador, sintiendo que son como una familia, porque están disponibles a través de wathsapp, en situaciones de crisis o de apoyo emocional. Muchos padres los están conociendo como profesores, viendo cómo sus hijos aprenden, las distancias se han acortado.

Lo central ha sido la capacidad para flexibilizar metodologías, tiempos y la importancia de dar cabida a las emociones, valorando el acompañamiento y contención emocional. Aún persiste la desorientación, pero hay mayor claridad. Como pueden ver, el dato duro debiera considerar el relato y pareciera que el recurso interno de los docentes está en juego, para ser proactivos, sensibles y empáticos. El virus por su parte, ha sido el gran pedagogo.

Patricia Ferrada T.