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Conversión y responsabilidad

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Jesús cuenta una pequeña parábola a los ancianos, escribas y sumos sacerdotes que estaban reunidos junto a él: "Un hombre tenía dos hijos. Le dijo al primero que fuera a trabajar su viña. El hijo le dijo: No quiero; pero luego se arrepintió y fue. Al segundo le dijo lo mismo. Este le respondió: Ya voy, señor, pero no fue" (Mt 21, 28-30).

Es la paradoja del ser humano. Cuando Jesús pregunta a los que le escuchan: ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre?, le responden que el primero. Los pecadores entrarán primero en el Reino de los Cielos, les dice Jesús, porque ellos se arrepienten y se convierten. En cambio, a aquellos que se creen justos, se les hace más difícil aceptar a Jesús y llegar a una verdadera conversión.

El primer hijo responde que no, pero se arrepiente y va. Estamos llamados a la conversión para creer, porque ésta nace del corazón del ser humano. Es ahí en la conciencia humana, donde se produce la transformación más profunda.

El segundo hijo dice que va, pero luego no obedece a su Padre. "De los arrepentidos es el Reino de los Cielos", dice el refrán popular. Esto es precisamente lo que Jesús enseña a quienes lo escuchan: "El que tenga oídos, que oiga". La conversión lleva a la fe. Y siempre debemos estar en estado de conversión y de acogida al Reino de Dios.

San Pablo nos va a recordar que debemos tener en nosotros los mismos sentimientos que tuvo Jesús (Filipenses 2,1-11). El mejor modelo de humildad, obediencia y de relaciones fraternas, es el mismo Cristo Jesús.

El ser cristiano hoy en día, significa convertirse de corazón y asumir la responsabilidad personal y comunitaria que eso significa. Viviendo en la verdad y la misericordia.

Héctor Colin Carillanca: Recuerdo de un gran músico y militar

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Héctor Colin Carillanca nació el 14 de agosto de 1923 en Máfil, aunque fue inscrito el 14 de noviembre de 1925. Fue hijo de Pascual Colin y Petronila Carillanca Cayufil, quienes también fueron padres de tres hijas: Hilda, Érica y Olga. El 7 de agosto de 1952 se casó en Valdivia con Elfrida Molina Mansilla y fueron padres de seis hijos: Sonia, Erika (Q.E.P.D.), Nélida, María Eugenia, Juan Carlos y Héctor Miguel, a quienes se sumó una descendencia de ocho nietos y siete bisnietos. La relación de Héctor Colin Carillanca con la vida militar comenzó el 16 de abril de 1945, cuando ingresó como soldado conscripto al Regimiento de Infantería N° 11 Caupolicán, licenciándose el 15 de abril de 1946. En marzo de 1949 fue designado al curso de cabos músicos y así comenzó su participación en el área musical, donde destacó como intérprete del saxofón. Ascendido a cabo segundo en 1949 y sargento segundo en 1956, posteriormente realizó el curso de jefes de banda en 1962. Siempre en su vida militar, en 1964 ascendió a sargento segundo, en 1968 a suboficial y en 1970 a suboficial mayor. El 1 de agosto de 1978, el SOM Héctor Colin Carillanca pasó a ser parte del Regimiento de Telecomunicaciones Membrillar y en 1980 le fue entregada la Condecoración al Mérito Militar de las Fuerzas Armadas en el grado de "Gran Mérito Militar" por cumplir 30 años de servicios en la institución. El 3 de agosto de 1981 pasó a retiro temporal. Sin embargo, el recuerdo más estrecho de su relación con la vida militar es la autoría del himno de la actual III División de Ejército, en 1959, aunque la letra sufrió algunas modificaciones por los cambios institucionales de la guarnición en los últimos 60 años. El himno original fue creado a solicitud del entonces general Alfonso Cañas Ruiz-Tagle. Su familia recuerda a Héctor Colin como un hombre muy trabajador, amante y orgulloso del Ejército, aficionado al básquetbol y amante de la música. Murió el pasado 14 de julio de 2020.

14 de agosto de 1923 nació Héctor Colin Carillanca, en Máfil. En 1959 creó el himno de la actual III División de Ejército, de cuya banda fue director durante largos años.

Juana Vera Cárcamo: Esposa, madre y luchadora social

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Juana Vera Cárcamo nació en Agoní, Chiloé, el 5 de julio de 1917 y se marchó el 15 de septiembre de 2020, en Valdivia. Fue la hija menor de una familia campesina, quedó huérfana a los 5 años de edad, construyó familia con tías, madrinas y más tarde con su hermana Zoila. A comienzos de los años '40 llegó a Santiago, para estudiar en el internado de la Peluquería Francesa, en búsqueda de un futuro independiente. Conoció al escritor Federico García Rival y se casaron cuando ella tenía 25 años de edad. Tuvieron cuatro hijos: Agueda, Juan Carlos, Federico y Luis, a quienes amó por sobre todas las cosas. A fines de los '50, la familia se estableció en Yates, en el estuario de Reloncaví y a fines de los años '60 en Valdivia. "En nuestra sociedad estaba destinada a ser mujer, esposa y madre, los roles tradicionales. Sin embargo, siempre fue mucho más allá, siendo más moderna que los modernos, más pícara y transgresora de lo permitido. Fue una mujer del siglo XX, nunca indiferente a la historia y la política dentro de su casa, sentada en la discusión de cada comida", señala su familia. Fue una pionera en su generación. Sufragó desde 1947 hasta 2017, sin faltar jamás. Se declaraba radical, "sin embargo, siempre estuvo más a la izquierda. Ahora se preparaba para aprobar. Para ella, el mundo nunca fue ajeno", recuerdan. Y así como la elección de Salvador Allende en 1973 le trajo alegrías y esperanzas, la dictadura militar le entregó dolores y distancias. Dos de sus hijos tuvieron que vivir exiliados. "Crió hijos/a, nietos/as y bisnietos, fue compañera constante de toda la indiada. Sólo fue a la escuela un par de años, pero eso no impidió que fuera una gran lectora, siempre con Chejov en el velador, con sabiduría para cada día, con sazón para cada rica comida y un corazón solidario para la familia, los amigos y vecinos. Nos inculcó la importancia de los estudios, la perseverancia, el esfuerzo. Sin embargo, el valor de la independencia y la autonomía, el amor y el cuidado de la familia en las buenas y sobre todo cuando las tormentas acechan, fue el legado de su feminismo, centrado en un ideario de solidaridad para cuidar de los suyos y de los amigos", señala la familia.

103 años de edad tenía Juana Vera Cárcamo al momento de su fallecimiento, el pasado 15 de septiembre. Casada con el escritor Federico García Rival, fue madre de cuatro hijos.