Termina el XXVII Festival Internacional de Cine de Valdivia y deja una estela de alegría, por haber compartido creación y arte, a pesar de las actuales circunstancias. A distancia y con tareas redobladas hubo clases con maestros, programas de conversación, espacios para jóvenes y niños, además de llegar con la exhibición de filmes más allá de los límites geográficos de la región.

Sobre diez mil personas hicieron el trámite completo de inscribirse para el FICV llenando un formulario. Si se piensa que cada uno pudo compartir las películas con familiares o amigos -4 o 5 personas más, quizás- la cobertura se multiplica y se expande a un público más amplio y disperso, que tal vez no habría podido asistir al evento, incluso en condiciones "normales".

En la misma línea -ésa de no parar aunque todo parezca en contra- han sido los esfuerzos exhibidos para llevar adelante la Lluvia de Teatro, el Festival Folclórico del Alerce Milenario en La Unión, las exposiciones de la Galería Quarentena y las de la Corporación Cultural de Valdivia, entre otras del área artística. Un ejemplo que también cabe es el del Encuentro Empresarial del Sur, efectuado por Codeproval.

Sería injusto, sin embargo, reconocer ese afán solamente con los eventos anuales que se mantuvieron en agenda. También están las charlas y clases universitarias, así como la gestión enorme de los profesores de todos los colegios, por seguir enseñando a sus estudiantes, sin importar la plataforma que se deba usar para ello.

Misma mención se debe a los funcionarios de empresas, servicios, comercio, que han mantenido sus labores "on line", conciliando trabajo y familia, de una manera que antes solamente se apreciaba en teoría o aspiración.

La pandemia por covid-19 aceleró el proceso de usar la tecnología en la vida diaria, de digitalizar lo laboral, académico, artístico, personal, político, social, de salud incluso. Y lo hizo de una manera que probablemente no tiene regreso. De hecho, conceptos como distancia, centralización, creación, reuniones y trabajo en equipo tienen ya significados muy distintos.

También la palabra resiliencia se ha ampliado. Y hay ejemplos, como el demostrado por el Festival de Cine 2020, para avalarlo.

Hace 528 años el Puerto de Palos (España), fue el escenario de lo que hoy conocemos como Viaje de Descubrimiento. El 3 de agosto de 1492, tres embarcaciones levaron anclas rumbo a las islas Canarias. Tras casi un mes, en los que se realizaron una serie de arreglos, las velas se hicieron a la mar, una mar llena de misterios que -poco a poco- se irían develando.

El viaje -comandado por Cristóbal Colón- buscaba llegar a la Indias, siguiendo la ruta del occidente. Nada evidenciaba que en esa ruta se encontraba nuestra América; y si bien hay relatos de diversos navegantes que describían tierras al occidente de Europa.

La Santa María, nave almiranta junto a la Pinta y la Niña realizaron una travesía de 33 días. En ellas junto al Almirante Colón y los respectivos capitanes, los hermanos Pinzón, podemos nombrar a Pedro Niño, Rodrigo Escobedo, Rodrigo Monge, Rodrigo Sánchez de Segovia, Bartolomé Mitre, Juan de la Cosa, Bartolomé Bernal, Cristóbal Caro, Diego Bermúdez, Juan Ruíz de la Peña, Fernando de Triana, Rodrigo de Triana y muchos otros, de una tripulación de la cual aún existen dudas en cuanto a la cantidad total. No todos lograron pisar tierra en el Nuevo Mundo, las condiciones del viaje fueron causa del fallecimiento de algunos como: Gonzalo Franco, Jacome el Rico, y Antonio de Cuéllar.

En algún momento del viaje se comenzaron a presentar evidencias de la cercanía de tierra, tanto en el mar como en el aire. Lo que continúa lo conocemos. Tras el grito de: "Tierra a la vista", de Rodrigo de Triana y el primer contacto, aquel 12 de octubre de 1492, que Colón escribió en su diario: " (…) y sin contradicción alguna: puse a la primera el nombre de San Salvador, en cuya protección confiado llegué a ésta como a las demás; los indios la llaman Guanahani (…)", y el mundo tal como era conocido cambió, completamente.

1492 derribó una gran barrera vinculada con los viajes a ultramar. Nuestro mundo se fue transformando en una aldea. A partir de 1492, Europa se comenzó a nutrir de los productos americanos; metales y alimentos fluyeron hacia el viejo mundo. En el proceso, las nuevas tierras se transformaban en un territorio de mestizaje, no sólo por la relación hispano-indígena, sino también por la incorporación de población africana. La Quarta Pars -cuarta parte- como la llamó Américo Vespucio se transformó en un crisol cultural. He ahí la valoración del Viaje de Descubrimiento; América se transformó en el hogar de todos.

Lorena Liewald Dessy

Directora del Centro de Estudios Cervantinos, U. San Sebastián