Dejar diferencias y construir unidos
Levantar la Catedral de Valdivia es un logro comunitario, recordado en estos días, luego de la muerte del Padre Guarda. En esa obra hay un ejemplo de los buenos resultados colectivos que se obtienen cuando se dejan de lado las diferencias y se fija el rumbo hacia el bien común.
El reciente fallecimiento del Padre Gabriel Guarda, permitió a muchos homenajear su legado histórico y patrimonial para Valdivia. Y, especialmente, relevar el trascendente aporte que hizo para la construcción de la Catedral; como también su iniciativa de crear el Museo adjunto a ella, donde se resguardan valiosas y antiguas piezas relacionadas con el desarrollo del sur de Chile.
Destacar el aporte del religioso para edificar esa iglesia no solamente es importante por el hito arquitectónico que implica; sino también porque ella nació como un símbolo del resurgimiento de Valdivia luego de años de letargo. El templo antiguo (que databa de 1908) cayó con el terremoto de 1960 y fue muy complejo volver a ponerlo de pie, tal como pasó con la ciudad. Por ello, la presencia del actual recinto es hasta hoy un hecho importante de recordar.
El lugar es, también, una señal de unidad ciudadana. Su recuperación fue fruto de un esfuerzo comunitario y ecuménico importante, en el cual participaron personas de diferentes religiones, tendencias políticas, clases sociales, ocupaciones e intereses; una labor de esfuerzo compartido y tesonero.
En 1987 el Padre Guarda y el obispo Alejandro Jiménez integraron una comisión junto a los vecinos Raúl Basso, Víctor Kunstmann, Santiago Gaete, Joaquín Holzapfel, Santiago Guarda, Luis Ibarboure, Arnoldo Michaelis, José Taboada, Teófilo Grob, Andrés Fried, Gonzalo Estévez y Carlos Guarda, además de Esteban Fried. Ellos forjaron un proyecto, que fue formalizado como misión al recibir la "primera piedra" traída desde Roma por el Papa Juan Pablo II en su visita a Chile.
Desde entonces el grupo se dedicó a reunir recursos, aportados colectivamente por los habitantes de la ciudad y también por distintas instituciones. Los trabajos comenzaron en 1988 y terminaron en 1998. Fueron diez años de lucha, que se dieron en forma paralela a las campañas por la creación de la Nueva Región. Toda una lección de constancia, que hoy resulta interesante de observar, como un ejemplo de los buenos resultados colectivos que se obtienen cuando se dejan de lado las diferencias y se fija el rumbo hacia el bien común. Un día después del plebiscito, sin dudas, es bueno pensar al respecto.