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-¿Cómo fue la experiencia de restablecer la junta de vecinos?
-En 2009 no había junta de vecinos porque tres años antes la persona que la presidía se había retirado, así que prácticamente empezamos de cero. Yo conocía a todos mis vecinos y había que reactivar el trabajo pronto, porque había que mejorar todo. Los blocks estaban totalmente deteriorados, las casas necesitaban una manito, las plazuelas estaban llenas de pinos y la gente tenía miedo de que cayeran cuando había temporales. Como empezamos de cero no fue difícil organizarse. De nuestros bolsillos sacamos la plata para comprar un libro de actas, de socios y de asistencia a las reuniones. Hablamos de corazón sobre lo que queríamos hacer e hicimos un programa de trabajo. Lo primero que ganamos fueron los semáforos de San Luis con Francia, porque por ahí pasaba el más valiente no más. Durante tres años Luis Soto, presidente de la junta de Vecinos de Villa Don Max, nos prestó su sede para que nos reuniéramos. Como presidenta de la junta de vecinos inmediatamente postulé para que nos hicieran una sede propia, la empezaron a construir en 2011 y en 2012 la entregaron.
-¿Por qué es importante tener una sede propia?
-Porque hay que tener un lugar donde juntarse. La sede también es nuestra casa y la tenemos que cuidar. Ahí hacemos reuniones, talleres, exposiciones; también lo utiliza el Conjunto Folclórico Los Arrayanes de la Villa San Luis -que antes de la pandemia ensayaba todo los jueves- y el Grupo de Adulto Mayor Ruiseñores. Es realmente importante y por el entusiasmo que teníamos cuando planteamos este proyecto las autoridades acogieron nuestra petición. En ese momento estaba Juan Andrés Varas de intendente, Bernardo Berger de alcalde y teníamos un grupo de concejales maravilloso. A la inauguración vino el Conjunto Folclórico Raíces de la Uach, cerramos la calle Santa Bernardita e hicimos una hermosa ceremonia. Ahora nuestra sede está tan linda, con flores, que parece una casa de muñecas por lo bonita. También nos hicieron una ampliación, que terminó en 2020. Además, con los proyectos Fondeve, la hemos equipado, hicimos una cocina, mobiliario.
-¿Qué otras necesidades tenían?
-Necesitábamos hacer arreglos en las viviendas y con el directorio empezamos a ver qué se podía hacer. Fuimos al Minvu, al Serviu, a la municipalidad y así obtuvimos todo lo que hasta el momento hemos realizado. Creamos un comité que se llama Optimismo, para impulsar los mejoramientos. Todos los vecinos que podíamos empezamos a trabajar y salió todo por un tubo. Comenzamos con un mejoramiento simple, consistió en arreglar las paredes de las casas, los techos y cambiar las ventanas por aluminio. Después, nos fuimos por dentro, tanto en departamentos como en casas. Colocaron madera en las partes de cemento. Así llegamos a los paneles solares para el agüita caliente. El trabajo más grande que tuvimos fue arreglar los 20 bloques de la villa, esfuerzo que duró cinco años y terminó recién este año. Están pintados y arreglados desde el techo hasta las puertas. Había bloques que tenían 45 años y no se habían pintado nunca. Se trabajó todo el año pasado. Ahora queremos cambiar el techo de cinco bloques que habían quedado sin ese arreglo y ver si se pueden cambiar cañerías, porque eso suele fallar en los departamentos.
-¿Cómo han logrado vincularse con las instituciones ?
-Cuando nos reunimos siempre invitamos a alguien para que nos haga charlas sobre temas que le importan a la comunidad o a alguna autoridad. Creamos redes con la Subcomisaría Oscar Cristi y empezamos a trabajar con el Plan Cuadrante Cuatro; con el Cesfam de Francia también hemos realizado actividades codo a codo, los kinesiólogos y terapeutas ocupacionales nos dictan charlas y hacemos talleres. Acá en la villa somos casi todos adultos mayores y necesitamos esas conexiones para informarnos y hacer actividades.
-¿Cuál es la clave para lograr tantas cosas?
-Lo importante es trabajar con las autoridades. Así pueden saber qué es lo que necesitamos. Ellos nos instruían y nosotros nos lanzábamos a hacer las cosas. Hay que ser perseverante y tener paciencia, porque a veces hay unos pocos vecinos difíciles. Hay que empezar trabajando con los buenos y positivos. Si es así, un par de vecinos complicados no se notan. Siempre hay que rodearse de los que aportan, así logramos arreglar 240 departamentos.
-¿Qué es lo que ve ahora cuando pasea por el barrio?
-Me siento satisfecha con todo lo que se ha hecho. Nos entristece que hayan muerto socios en el camino, porque aunque vieron las obras nos gustaría que hubiesen visto cómo está todo hoy. Además, con todo lo que se ha construido, la plusvalía de la Villa Francia se nota. Ningún arriendo en la villa está en menos de 300 mil pesos y se venden en 75 millones de pesos. Ahora tenemos un supermercado, la tremenda frutería El Riñihuazo, la carnicería El Sol, la estación de servicio, la Teletón, la PDI; si seguimos por Francia hay carnicerías, una panadería grande, el Cesfam, escuelas, la Fiscalía y el Hospital. Francia realmente parece Francia. Lo único que me da pena es que los camiones no tiene compasión por esta avenida, pasan cargados con trozos de madera y todo se mueve. ¿Por qué no pasan por Circunvalación?