Jesús sana
y levanta
Los primeros discípulos que Jesús ha llamado al inicio de su ministerio lo llevan a casa de Pedro, donde se encuentra la suegra de éste, enferma (Mc 1,29-39). Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta, ella queda sana de su fiebre y comienza a servirles.
Un texto simple, doméstico, aparentemente sin mucha trascendencia.
Sin embargo en él, podemos entrever la dinámica de Jesús, quien se acerca, levanta y sana, para conducirla al servicio y de alguna manera colocarla en sintonía con la misión de servicio a la que está convocando.
Al atardecer de ese día, a las puertas de la casa de Pedro, Jesús curó a muchos enfermos y expulsó a muchos demonios. Estos últimos conocen a Jesús, por lo que él no los dejaba hablar.
Lo que Jesús había hecho en el seno de la familia de Pedro: sanar, levantar y servir, ahora desde la puerta de la Casa de Pedro, lo hace para toda el pueblo de Cafarnaúm, es la proyección de la comunidad eclesial al servicio del mundo: la casa de Pedro es la Iglesia, que sanada por Jesús, con Él sale a predicar y a sanar.
El amanecer del día después de esta doble misión de Jesús: al interno de la casa de Pedro y desde la casa de Pedro, marca el punto central del evangelio de este domingo: Jesús se levanta de madrugada (cuando todavía estaba oscuro), salió y fue a un lugar solitario para hacer oración.
La oración para Jesús no es un momento de relajación o de un encontrarse con él mismo.
En la oración, Jesús entra en comunión profunda con su Padre Dios. Los discípulos, encabezados por Pedro, lo buscan para que vuelva al Pueblo y a la Casa.
Pero el Maestro les dice: "Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido". Los vuelve a llamar a la Misión, desde la oración e ir más allá de sus casas, de su pueblo.