Un año de duras y tristes estadísticas
El 1 de abril de 2020 fue informado el deceso de la primera víctima del coronavirus en la región de Los Ríos Tal vez falta control, pero también una colaboración mayor por parte de la ciudadanía; tanto ahora, como frente a los desafíos comunitarios que se acercan.
Hace un año fue informado el deceso de un valdiviano de 61 años de edad, conductor de la locomoción colectiva, quien fue la primera víctima local del coronavirus. Casi un mes antes de esa noticia -el 16 de marzo- se había registrado la primera persona contagiada en la zona: una lactante llegada desde el extranjero con sus padres.
Esos datos, lamentablemente, se han multiplicado. La región se ha convertido en una de las tres más golpeadas del país y la cifra de fallecidos se empina a 313, la mayoría notificado entre diciembre y marzo de 2021. Los contagiados, por su parte, marcan casi 30 mil casos ocurridos en 12 meses y, hasta ayer, 1.800 de ellos se mantenían activos y con capacidad de multiplicar el virus (ver página 5).
A nivel nacional el panorama es también complejo. El covid-19 se convirtió en la principal causa de muerte en 2020, con 22 mil víctimas y ayer el informe del Ministerio de Salud señalaba que ese dato subió a 23.421. Para dimensionar tal magnitud se puede decir que es el equivalente a la suma de todos los habitantes de Máfil y Lanco.
Por otra parte, el total de enfermos marca 1 millón 12 mil personas; más de dos veces la población regional completa.
En este escenario se comprenden los anuncios de nuevas medidas para los próximos días y también la mantención de las cuarentenas en las doce comunas locales. Sin embargo -ya se ha visto- el solo decreto no basta para que ellas hagan efecto. De hecho, los resultados después de varias semanas de restricciones todavía no alcanzan a los esperados.
Tal vez falta control efectivo, pero también se requiere de una actitud colaborativa mayor por parte de la ciudadanía; tanto ahora, como frente a los desafíos comunitarios que vienen.
Las elecciones que se acercan, por ejemplo, no podrán desarrollarse de manera segura sin cooperación cívica real. Y es necesario tenerla. Más considerando que las vacunas abren esperanzas, pero no significan inmunidad, sino más protección ante efectos adversos de la enfermedad.
A un año de las primeras estadísticas dolorosas, el llamado sigue siendo el mismo: autocuidado.