Los riesgos de la deserción escolar
La cantidad de niños y niñas que dejan la escuela ha crecido de manera alarmante. Y pasa, sobre todo, en familias vulnerables. En Los Ríos hay 81 mil escolares. En 2019 el Mineduc informó que 3 mil 124 de ellos habían "desertado". En agosto de 2020, la proyección llegaba a 4 mil 390.
Uno de los efectos más visibles de la pandemia en el país ocurrió con los escolares. Los colegios cerraron por prevención, niños y niñas comenzaron clases a distancia y la cotidianidad de la mayoría de los hogares cambió.
Esa realidad ha permitido otra forma de aprender y aceleró el uso de la tecnología en la enseñanza; pero también multiplicó el ausentismo estudiantil, que trae a la deserción como consecuencia inmediata.
Según datos del ministerio de Educación, Mineduc, uno de cada tres alumnos chilenos entre sexto básico y cuarto medio falta de manera "crónica" al colegio en un promedio de 20 días al año. Y eso ha subido. Además, los que se van, son muchos. En 2020, 47.686 estudiantes del país interrumpieron su educación; el número más alto en cinco años. Esto se traduce en que actualmente hay 186.723 no matriculados, pero calculan que podría llegar a 267.822.
En Los Ríos, el alza -según informó el Mineduc la semana pasada- es de 450 niños, niñas y adolescentes no incorporados. Pero los totales, de acuerdo a una información del mismo Mineduc de agosto de 2020, son mayores. En 2019 hubo 3 mil 124 "desertores" regionales y la proyección actual es de 4 mil 390; entre 81 mil que es el total del alumnado en las doce comunas.
Esta situación es más que números. Es un asunto serio y de consecuencias de largo plazo. Quienes dejan su formación educacional viven, mayoritariamente, en los grupos sociales más carenciados y, al perder esta herramienta, reducen también sus posibilidades futuras de trabajo, ingresos y realización profesional.
En la región el promedio de escolaridad es de 10 años, pero en los sectores con salarios menores y condiciones de trabajo más complejas (silvoagropecuario, comercio por cuenta propia) marca 8 años. Bajo índice, pues la educación obligatoria en Chile es de 12 años, ocho básica y cuatro media.
Desde el Ministerio activaron estrategias para recuperar a los rezagados desde las mismas escuelas; pero los establecimientos poco pueden hacer si no mejoran las condiciones generales que los afectados viven. No se debe olvidar que también juegan en contra los problemas económicos familiares, que obligan a apurar pasos hacia el mundo laboral.