Reinvención de las escuelas
En tiempos de pandemia comenzaron a visibilizarse los territorios de cada uno, las carencias, las dificultades; se amplió la visión del estudiante y el profesor porque tenían un nuevo lugar y una nueva forma de relación. Se comenzó con un lenguaje ajeno que pronto dominó el escenario educativo, entonces aparecieron plataformas, herramientas digitales, pantallas negras, ausencias, desalientos, perdiciones de unos y de otros; para luego como sucede en el ordenamiento de todas las cosas, se comenzó a naturalizar un lenguaje que no estaba presente antes y con ello la sensación de que esta instalación tecnológica no parará. Esta confrontación con lo extraño, con aquello no visto nunca, con contextos de limitación y accesos restringidos en lo personal y lo educativo, nos muestra un sujeto que es capaz de exponerse y ponerse en un lugar de incomodidad y transformación. Ciertamente una ruta no elegida que exige autocuidado y acompañamiento en la extrañeza, carencia y la ambigüedad.
Considerando aquello, y aunque se intente seguir igual, ya nada será del mismo modo. La escuela que dejamos por la pandemia ya no es la misma. No puede serlo. Se necesita una escuela que vincule, que enseñe autonomía, que apunte al aprendizaje profundo, con tiempo para curiosear, indagar, pensar y crear. Una escuela que conversa con sus estudiantes, se conecta con la comunidad, que tiene una relación pedagógica de afecciones y cuidados mutuos. Se necesita una pedagogía relacional amorosa, potenciadora que conversa entre desconocidos.
Dra. Carmen Gloria Garrido Dir.Esc.Educación UNAB
Los tacos
El Ministerio de Transportes debería crear una "comisión social antitacos" que permitiera hacer frente a la congestión vehicular en las horas "peak", situación afecta a muchas ciudades del país. Una solución sería que "los demás" no usaran sus vehículos entre las y 7 y las 9:30 de la mañana, sino sólo nosotros.
El único problema es que habría definir quiénes son "los demás" y quiénes "nosotros", ya que nosotros somos al mismo tiempo los demás de los demás, y los demás somos también nosotros.
Después de muchas reuniones se concluiría que habría que dejarle el estudio de la solución del problema al siguiente gobierno y que mientras tanto se promueva la venta de autos nuevos para que más chilenos tengan el derecho democrático a participar en los tacos y no sólo los privilegiados que llenan las calles actualmente. ¿Se entendió?
Mauricio Pilleux Dresdner mpilleuxpd@gmail.com
Houston, tenemos problemas
"Houston, tenemos un problema", exclamaba el astronauta John Swigert, después de sufrir una explosión abordo del Apolo XIII. Este percance en el programa espacial Apolo ocurría el 13 de abril de 1970.
La frase de Swigert se convirtió en un clásico -hasta el día de hoy- para avisar cuando quien está a los mandos enfrenta un problema que pudiese tornarse grave e irreversible, requiriéndose ayuda. La carrera presidencial chilena parecería ir en ese sentido. Es la visión desde "Houston", diría yo.
El Apolo XIII no pudo cumplir con su misión de alunizar. Después de orbitar la luna, aterrizó el 17 de abril en precarias condiciones, pero con su tripulación a salvo. Una experiencia digna de considerar, hasta donde fuere posible, en nuestra situación política actual.
Gustavo M. Astorquiza normaandgus@eastlink.ca
Suegra Eloísa
El 26 de octubre fue el Día de la Suegra y, más allá de las bromas que suelen hacerse, creo que ellas son figuras importantes en las familias. Yo quisiera hablar sobre la mía, Eloísa.
En octubre de 1970, mi (entonces) polola Liliana, sufrió accidente automovilístico, quedando hospitalizada durante seis meses. Después, ya en su hogar, no podía caminar.
Aquel año, conocí el dolor y sufrimiento de su madre, Eloísa Escalona Candia, quien al quedar viuda en 1950 y con una hija de un año de edad, debió trabajar como maestra de cocina; realizando manualidades en tejidos, bordados y haciendo carpetas a crochet (Proverbios 31, 10 dice "Una mujer hacendosa, ¿quién la encontrará?; vale mucho más que las perlas").
En 1972 contraje matrimonio con Liliana y en 1973 nació nuestra hija Mónica y, años después, Alejandro.
Mi suegra Eloísa, nos acompañó en nuestro matrimonio hasta su fallecimiento, a los 84 años de edad.
En su último tiempo de vida, no reconocía a su hija y nietos; ellos, se turnaban día y noche para cuidarla. Al llegar yo a casa le preguntaba a mi suegra: ¿quién soy yo? y ella respondía con tierna sonrisa: "¡Derico!"
Ante esto, nuestros hijos decían "mamá, y nosotros cuidamos a la abuela Eloísa y ella no nos reconoce".
Recuerdo a Eloísa Escalona Candia, la madre de mi esposa, con mucho cariño, porque el afecto y respeto fueron mutuos.
Derico Cofré Catril derico.cofre@hotmail.com