Elecciones" y "Pandemia" son dos de las palabras que mejor podrían resumir lo ocurrido durante 2021 en Chile y en Los Ríos. La primera ha significado cambios profundos y revisiones sobre la vida política y ciudadana nacional; la segunda, acompaña desde 2020 y tiene un potencial transformador sobre el transcurrir cotidiano: trabajo, estudio, vínculos, tecnología, entre otros, que nunca más se entenderán igual que "antes" de sumarla al hablar colectivo.

La crisis sanitaria ha sido profunda y ha cobrado -hasta ahora- 39 mil 059 vidas en el país y 719 en nuestra región. Los números por sí mismos impresionan, pero se pueden dimensionar mejor si se comparan con algunas referencias. Por ejemplo, el total de fallecidos a nivel nacional supera a la población completa de La Unión, donde viven 37 mil personas, de acuerdo al último censo. Y la cifra de víctimas locales casi triplica a la cantidad de escuelas municipales de la región (son 219 establecimientos).

Pero más allá de los índices, cada punto en ese gráfico, implica el dolor de una familia, una tragedia que no se puede cuantificar, sino observar con solidaridad. También obliga a comprometer mayor responsabilidad, para que los contagios no se sigan multiplicando. En los últimos días, lamentablemente, se aprecia un alza exponencial de afectados en el país. A nivel regional el total de contagios nuevos durante diciembre supera los 40 diarios (ayer fue el primer día del mes con menos y marcó 39, ver página 6) y en tres ocasiones ha sido mayor que 100 (https://coronavirus.mat.uc.cl/)

Aun asumiendo que el tema sufre de saturación informativa, conocer más antecedentes no busca alarmar, sino recordar que todavía es necesario mantener la prevención y que las mayores libertades logradas gracias a la exitosa campaña de vacunación, no deben generar sensaciones de falsa seguridad.

Por lo mismo, el vocabulario compartido todavía necesita el término "pandemia" para describir la experiencia actual, que se proyecta a 2022. En ese paso al próximo año se mezclará con las palabras herederas de "elecciones" (nuevo gobierno, por ejemplo) y, juntas, mantendrán en las conversaciones a otra no menos importante: "reactivación".

Las elecciones presidenciales recientemente desarrolladas en nuestro país, no solo fueron importantes para la definición de quién ocupará el puesto de jefe de Estado, sino que también fue una disputa simbólica que puso en jaque y, felizmente derrotó, la continuidad de la herencia de la dictadura de Augusto Pinochet.

Las opciones Kast v/s Boric representaban, ya sea, la consolidación del legado dictatorial o el término de dicha tradición. Las y los chilenos tajantemente decidieron optar por la vía del progresismo y, con una importante diferencia, Boric obtuvo un holgado triunfo.

Y porque Chile, tiene guión, es curioso que, en el último mes, se haya comunicado el fallecimiento de diversas figuras emblemáticas representantes de ambas posturas. La muerte de Fabiola Letelier y de Roberto Garretón, sin duda alguna, generaron dolor en quienes hemos seguido de cerca su trabajo y entendemos la importancia y relevancia que ambos abogados tuvieron en la persecución de los delitos de lesa humanidad perpetuados en los años de la DINA y la CNI. En contraparte, y a solo tres días de las elecciones presidenciales más concurridas desde que el voto es voluntario, muere Lucia Hiriart.

Y es que la muerte puede ser interpretada como un elemento simbólico de un cambio de ciclo, en este caso, el fin de la transición. En el pasado quedó una sociedad construida por un Estado represivo en el cual primó el miedo y el silencio. En marzo del año 2022 comienza una nueva etapa, la cual además de enfrentar diversos desafíos, acompañará e impulsará el desarrollo y ejecución de la nueva Constitución. El trabajo realizado por Garretón y Letelier se consagra y resignifica en la continua lucha que requiere la protección de los Derechos Humanos, ya sea por aquellos vulnerados en el pasado como por los que hoy en día siguen estando desprotegidos o amenazados.

Los desafíos para la construcción del nuevo Chile, no son pocos ni tenues. El éxito de esta nueva etapa dependerá de la voluntad de varios actores; el mundo popular, la sociedad civil, las autoridades elegidas y aquellas designadas tendrán un papel fundamental para encauzar e impulsar las reformas que todas y todos necesitamos y deseamos. En este año murió, física y simbólicamente, los resabios de la época más oscura de nuestro país. Ahora, debemos iluminar el camino y buscar las enseñanzas que el pasado nos ha dejado. La muerte es el fin de una etapa y, por lo tanto, una oportunidad para fundar otra.

Alfonso de Urresti Longton

Senador