Condenar la violencia, siempre
El conflicto que se vive en Europa del Este impacta al mundo. Desde Los Ríos, no cabe más que hacer votos por la paz. Parece lejano, pero un 15% del total exportado por Los Ríos a Europa tiene a Rusia como destino y un 41 por ciento de los envíos americanos, llega a Estados Unidos.
La comunidad internacional fue testigo ayer de una pésima noticia. La invasión de Rusia a Ucrania es un hecho que podría traer graves consecuencias para la paz mundial, considerando las alianzas y defensas que cada nación involucrada tiene. Además el conflicto se suma a otros lamentables que se desarrollan en las naciones de Medio Oriente, comprometiendo una extensa zona en Europa y Asia.
Tal como lo señaló el Presidente Sebastián Piñera ayer al fijar la posición de Chile y condenar la agresión rusa, "estos actos vulneran la paz y la seguridad internacional" y violan normas como las establecidas en la Convención de Ginebra, "vulnerando derechos y atentando contra vidas inocentes".
Desde Los Ríos puede parecer muy lejano todo el acontecimiento, pero en un mundo globalizado e hiperconectado como el actual, las distancias son escasas y los vínculos, múltiples. De hecho un 15 por ciento del total de exportaciones regionales a Europa tiene a Rusia como destino; un 41 por ciento de los envíos americanos llegan a Estados Unidos y un 94% del comercio con Asia es hacia China. Es decir, hay relaciones importantes para una economía pequeña como la local, con los actores de ese escenario.
En lo humano, desde cualquier lugar del mundo no se puede menos que repudiar la violencia y coincidir con la Organización de Naciones Unidas y con la ex Presidenta Michelle Bachelet en los llamados al entendimiento entre las partes efectuados desde su cargo como Alta Comisionada para los Derechos Humanos.
También es necesario reiterar que la violencia física, bélica o ideológica no puede primar por sobre los derechos de las personas a vivir en tranquilidad. Eso vale para graves conflictos multinacionales como el que ahora se aprecia; pero también para los internos de cada país. En el nuestro, sin ir más lejos, los problemas públicos -con preocupante frecuencia- toman el camino de la dañina intransigencia.
Por supuesto que un desencuentro cívico no puede comprarse con un ataque extranjero armado como el que sufre la nación ucraniana; pero causar la fractura interna de un pueblo desestabiliza no solamente a su propio territorio, sino al circundante. Hay tristes ejemplos de ello en Sudamérica.