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a industria naviera y el transporte fluvial de siglos pasados, es también reconocer el peso específico de la ciudad y Los Ríos.
Así al menos lo entiende Almonacid: "Este proyecto permitirá poner en valor una de las actividades más importantes para la región, que tuvo un papel determinante en el emplazamiento, estructura y desarrollo urbano de Valdivia, Corral y otros poblados, así como en la existencia de la propia región de Los Ríos actual. Las diferentes industrias navieras que tuvo Valdivia, dedicadas tanto a la construcción de barcos, como al tráfico comercial y transporte de personas, así como el nutrido tráfico fluvial desde la ciudad al puerto de Corral, y la conectividad con diversos puertos fluviales interiores dieron forma a una economía y sociedad particular, que ha sentado las bases de la identidad cultural regional".
¿Qué tan poco explorada es aquella área de la industria naviera y transporte fluvial entre 1850 y 1960?
- Se conoce en general, especialmente algunos aspectos, y en la memoria colectiva está muy presente su importancia, sin embargo, no hay hasta el momento una historia que recupere de manera conjunta lo que han significado para la economía regional estas actividades. A través del Fondart Regional que nos hemos adjudicado pretendemos lograr esto.
¿Qué es lo que más le fascina a la hora de indagar en el pasado de la ciudad que habita?
- Encontrar en ella manifestaciones de los grandes problemas de la humanidad. No me interesa la historia local o regional en sí misma, porque tenga algo único, sino porque nos permite enfrentarnos a preguntas relevantes de los seres humanos de diferentes épocas.
Siempre cuando estudio algo, me pregunto por qué le interesaría a una persona del otro lado del mundo saber de esta historia, y la respuesta es que puede encontrar en estas historias respuestas locales a sus propias preguntas o problemas.
Por supuesto, la historia, ese es el fundamento base de todo este quehacer, es clave para comprender el presente. Pero no una historia descriptiva, de datos, sino que de una historia que busca responder preguntas generales, una historia-problema, como decía Lucien Febvre, historiador francés de la primera mitad del siglo XX.
¿Si tuvieras que escoger un período del pasado de Valdivia para vivirlo, cuál sería y por qué?
- Hay varios. Como periodo, la década de 1850, cuando empieza a despuntar el capitalismo en el sur de Chile, cuando se vive en una economía en la que la moneda es escasa, y las relaciones sociales son determinantes para el éxito o fracaso. Un mundo donde las comunidades indígenas tienen gran influencia en el dominio de la tierra y control del territorio.
Ahora que lo preguntas, creo que los historiadores hacemos ese viaje mental cuando estudiamos una época, especialmente cuando es distante en el tiempo. Yo creo que he imaginado muchas veces recorrer el sur de Chile, en un mundo donde no había trenes, ni carreteras, y las distancias y el tiempo lo determinaba lo que se podía andar a pie o a caballo, o la existencia de un río que pudiera recorrerse en un vaporcito o en bote a remo. Ya solo venir de San José de la Mariquina a Valdivia era una proeza por 1840. A fines del siglo XIX todavía, para ir a Santiago, regularmente se debía ir en barco desde Corral a Talcahuano, y después por tren seguir hasta Santiago.
¿De qué sirve saber todo aquello que ha logrado investigar y poner en publicaciones?
- Espero que para algo más que para tener un 'dato curioso' o para 'tener una conversación entretenida'. Estoy convencido que la lectura de libros de historia sigue siendo importante. La mayoría de las personas está dispuesta a leer un libro de historia, pero el problema es que no lo encuentran. Se investiga poco y se publica menos. A mi entender, un historiador debe contribuir a hacer comprensible la realidad. Por ejemplo, que no se siga repitiendo el mito de que todo en Valdivia se acabó o comenzó a cambiar con el terremoto de 1960, que por muy importante, no es un hecho histórico tan relevante como se creía, espero que ya no se crea. Lo digo, pensando en la relación que se hacía entre la decadencia de la ciudad y el sismo. En verdad, la crisis de la economía regional era muy anterior. Bueno, esa es una de las conclusiones a las que creo haber aportado.
¿Siente algún grado de mayor o menor responsabilidad por ser uno de los historiadores de referencia que actualmente hay en la ciudad?
- Responsabilidad sí, aunque solo por el hecho de ser un historiador profesional que ha dedicado mucho tiempo al estudio del sur de Chile. Lo de referencia no soy yo quien deba pensarlo. En verdad, Valdivia es un polo muy activo de investigación académica y de difusión cultural. Yo he hecho algunos aportes a la historia valdiviana y a la historia económica del sur de Chile, pero no considero que estoy solo en este esfuerzo. Hay muchas personas que animan la investigación en historia de Valdivia. Historiadores, antropólogos, periodistas, arqueólogos, arquitectos, entre las disciplinas principales. Y varios de ellos muy jóvenes, que seguramente seguirán haciendo nuevas investigaciones.
¿Existiría entonces una suerte de compromiso por seguir con el legado de otros grandes como Gabriel Guarda al momento de hacer que el pasado esté siempre presente?
- Sí, por supuesto. Tenemos el privilegio de contar con la obra del padre Guarda, que pocas regiones tienen, quizás ninguna otra, exceptuando el trabajo de Mateo Martinic en Magallanes. El trabajo de Guarda fue muy amplio, riguroso y diverso. Sin embargo, todavía hay mucho por hacer. Temas que él no estudió, nuevos enfoques, nuevas fuentes y metodologías, etc.
¿Cree que en las clases de historia en los colegios locales deberían contar con una subárea temática relacionada a Valdivia?
- Sí, pero no porque Valdivia sea imprescindible de ser conocido históricamente, sino porque la realidad es, como dicen lo geógrafos, multiescalar, es decir, no podemos separar lo local, regional, nacional, latinoamericano y global, como si fueran niveles de análisis separados. Y, lamentablemente, a mi juicio, el curriculum, por lo menos en enseñanza media, pasa primero desde lo nacional, con fugaces miradas a lo regional, pero en función del Estado nación, al nivel global, y al nacional-latinoamericano.
El esfuerzo cognitivo sería poder entender el mundo a partir de sus manifestaciones locales, y al revés, comprender lo local, en relación con el mundo y Latinoamérica. Más que análisis, recortando la realidad histórica en diferentes niveles, se requiere una síntesis, una comprensión integral e interrelacionada de la historia.
Se espera, una ilusión pedagógica, que después que el estudiante haya estudiado por separado, automáticamente haga esa síntesis.
Tema aparte es qué se estudia en cada nivel de análisis, cuestión que también debiera ser mucho más compleja que en la actualidad. Creo, lamentablemente, que la enseñanza de la historia, geografía y ciencias sociales, está muy sesgada actualmente. Espero que ello se revierta, y la enseñanza se ponga al día del avance interdisciplinario de la historia y las ciencias sociales. El estudiante antes de nada, debiera ser capaz de desenvolverse críticamente en un mundo en crisis.
Lo popular
El último tiempo con la aparición de Jorge Baradit ("Historia secreta de Chile"), Carlos Basso ("Chile Nazi" y "Chile Top Secret") y José Joaquín Barañao ("La historia freak de Chile") se masificó el interés por el pasado nacional. Y de paso, se encendió la discusión sobre la relevancia de publicaciones tal vez no tan intelectuales como aportes a la educación.
¿Siente que hay una pugna entre los historiadores académicos versus aquellos que se han dedicado a descubrir lo supuestamente desconocido de la historia?
- Hace tiempo que la historia ha dejado de ser la única o principal forma de comprender el pasado. Ella compite con otras formas de representar el pasado. Efectivamente, hay una pugna como dices, entre esas representaciones. Y hay que reconocer que a muchas personas le interesa leer esos autores, escritores o periodistas, que develan las supuestos secretos de la historia. La verdad, no le doy mucha importancia a esas historias secretas. Muchas veces no dicen nada nuevo, que ya no se sepa, o se detienen en hacer una versión de la historia cronológica o anecdótica de poca relevancia. Y por otro lado, otros antes que ellos lo han escrito, generalmente mucho mejor.
"Hay que reconocer que a muchas personas le interesa leer esos autores, escritores o periodistas, que develan las supuestos secretos de la historia. La verdad, no le doy mucha importancia a historias secretas".
"En verdad, la cri- sis de la economía regional era muy anterior (al terremoto de 1960). Bueno, esa es una de las conclusiones que creo haber aportado..."
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