Dentro de los próximos días, los y las alumnas de la región de Los Ríos, se preparan para el retorno a clases.
En relación a este punto se ha discutido y analizado, el uso -obligatorio o no- del uniforme, existiendo municipios que han accedido a que sea voluntario, y otros, como Paillaco, han optado por dejar la decisión a los padres, madres y apoderados. Lo más importante en esta discusión, es la opinión y decisión de los y las estudiantes de cada establecimiento escolar.
En este contexto, no hay que olvidar el rezago pedagógico que se ha producido a raíz de casi dos años de intermitencia en las clases presenciales, en experimentación de modalidades, primero on line, con todas las brechas y las barreras; primero tecnológicas, derivadas de la conectividad, y segundo, las derivadas de la matriz cultural de los padres y apoderados y su relación con la tecnología.
Después se pasó a las clases híbridas o combinación de modalidades, entre presencial y virtual, sin llegar finalmente a un modelo que haya demostrado ser mejor que el otro.
En este escenario de dos años de pandemia, y con una ausencia de una estructura pedagógica clara y una medición con exactitud de los logros aprendidos, resulta necesario volver a las clases presenciales. Primero, para evitar que se siga profundizando la brecha entre los alumnos y las alumnas de posiciones acomodadas, versus los que son vulnerables y, por otra parte, la necesidad de implementar estrategias curriculares, para combatir el rezago.
Personalmente considero que, si se mantienen todas las medidas sanitarias que aconseja el Ministerio de Salud; el distanciamiento físico, el uso correcto de la mascarilla cubriendo nariz y boca, el lavado constante de manos o el uso de alcohol gel, y la ventilación de los espacios comunes, no deberíamos tener problemas para el retorno a clases presenciales, sin olvidar la importancia de la vacunación, tanto en estudiantes como en la comunidad de profesores y profesoras, ya que esta última estrategia sanitaria, ha demostrado ser la más eficaz para evitar los contagios las complicaciones y los agravamientos.
Nuestros niños, niñas y jóvenes merecen un retorno seguro a la presencialidad, tanto por el desarrollo de la materia curricular, como para el desarrollo cognitivo de cada estudiante, permitiéndoles un espacio sano y seguro de esparcimiento.
"En este contexto, no hay que olvidar el rezago pedagógico que se ha producido a raíz de casi dos años de intermitencia en las clases..."