No se puede pensar con hambre
Hace algunos días, y a raíz de un artículo argentino, me enteré que la neurociencia ha logrado comprobar que existe un vínculo directo entre el tamaño de la corteza cerebral y los recursos económicos de una familia, las diferencias son cercanas al 8% cuando comparamos las cortezas de los hijos de familias pobres con las de las familias de clase media. Este trágico escenario, en el que los menos favorecidos son cognitivamente afectados por causa de las condiciones ambientales (educación, alimentación, vivienda, etc), me hizo pensar en la enorme brecha que se ha construido en Chile producto del modelo de pensiones, y que la crisis económica por la pandemia solo ha permitido visibilizar.Y es que no es que Chile sea considerablemente más pobre que hace dos años y medio, así al menos lo demuestran los números globales, no obstante, sabemos que esos indicadores incluyen también los números de la inversión extranjera en el país, que en 2021 creció mucho más que en los últimos 10 años, y además cuenta con la abultada billetera de una veintena de multimillonarios locales, que pagando los mismos impuestos que todos los demás, dejan al descubierto dos fenómenos terribles; primero, lo inestable que es la economía familiar chilena, y segundo; el tema de fondo no es el quinto retiro, ni el IFE, ni las subvenciones, el tema de fondo es el sistema de pensiones, pero tal como lo experimentan los hijos de los menos favorecidos, nosotros, el 99% de los chilenos, damos vida a una idea descarnada y real a la vez: "No se puede pensar con hambre".Así, casi todo Chile, motivado por la inestabilidad y la incertidumbre, se ha dejado llevar por una oleada de llamados urgentes al retiro de fondos, llamado que hace eco en la opinión pública, acallando las luchas históricas que nos tienen viviendo en estas condiciones: Jubilaciones de miseria, pensiones que nunca llegan a superar el 40% de las remuneraciones promedio sobre las que se cotizaron, un sistema que no incentiva la contratación de mano de obra en personas sobre 50 años de edad, y una camisa de fuerza que deja al grueso de los chilenos en una situación de pobreza obligatoria, porque ya no están en edad de trabajar, pero tampoco logran llegar a fin de mes con el dinero de sus pensiones.
Marcos Ilabaca C.
Diputado