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Sin lugar a dudas, el estudio de la lengua también muestra un cambio: colegas a ambos lados de los Andes y también en lejanas regiones del hemisferio norte, con frecuencia esperanzadoramente jóvenes, han aceptado el enorme desafío y se han dedicado a aprender y a enseñarnos más sobre el heterogéneo, rico y cambiante mundo mapuche, incluyendo la lengua ancestral en su situación actual. He dado cuenta de al menos algunos de estos avances recientes añadiendo unas pocas referencias bibliográficas en una nota en el capítulo I.

Lo de la toma de conciencia de la importancia de la lengua y la cultura de los pueblos originarios parece, en efecto, haber cambiado desde 2006. Ciertamente, el contexto político y social ha cambiado de manera significativa. El Cono Sur atravesó la Gran Recesión iniciada en EE.UU. en 2008 y enfrenta ahora la crisis de salud pública global causada por la pandemia del infame covid-19 bajo signos más bien inseguros. Argentina atravesaba en 2006 el controvertido período kirchnerista, pasó luego por el gobierno de Macri y se encuentra ahora bajo la algo incierta conducción de Alberto Fernández. Chile también ha cambiado desde entonces, acaso aún más importantemente; baste mencionar los varios cambios de Gobierno, la Revolución de los pingüinos en 2006 (poco antes del primer lanzamiento del libro), la crisis del Transantiago en 2007, las protestas contra HidroAysén en 2011, la Movilización estudiantil de 2011-2013, el Estallido social de 2019 y el Plebiscito Nacional 2020. Cabe destacar que el resultado de esta última consulta a la ciudadanía llevó a la creación de la Convención Constitucional de Chile, cuya presidenta, Elisa Loncon Antileo, no es solo mapuche y activista, sino también lingüista; entre otras cosas, ha impulsado el proyecto de Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Originarios. Diferentes temas relacionados con las culturas de los pueblos originarios y su relación con el Estado y la sociedad mayoritaria tienen mayor presencia pública que hace quince años y son prominentes en el actual trabajo de la Convención; es particularmente significativo que Loncon comenzara el discurso inaugural con que asumió su presidencia en lengua mapuche. También es necesario mencionar otra transformación importante desde 2006. Facebook existía desde 2004, pero otras plataformas de redes sociales aparecieron con posterioridad: Twitter surgió en 2006 e Instagram apareció en 2010. Cambios en paralelo en los medios de comunicación masiva -la prensa escrita y en línea, la cobertura noticiosa y cultural en radio y televisión, diversos canales en Internet- han reconfigurado de manera apreciable la formación y la expresión de la opinión pública y el debate público, tanto en el Cono Sur como a escala global.

A mi juicio, los cambios mencionados anteriormente (exceptuando la presencia de las culturas de los pueblos originarios como tema de debate público) tienen muy poco que ver con Mapudungun: el habla mapuche; no veo que haya ocurrido nada que cuestione fundamentalmente los objetivos del libro en cuanto a su contenido. Antes bien, la evolución de las sociedades sudamericanas confiere una importancia acuciante a informarse bien, y -como también lo menciono en el capítulo I- sigo creyendo que conocer la lengua mapuche es preferible a no conocerla. En cuanto a la forma del libro, sin embargo, sí hay un cambio que aún no he mencionado y que no es superfluo comentar. Se trata del movimiento, especialmente activo e influyente en países de habla inglesa pero también presente en el mundo hispanohablante, que promueve el uso del lenguaje inclusivo y censura el uso de lenguaje exclusivo.

No es este el sitio de hacer un estudio, una apología o una crítica de dicho movimiento. Quienes lean el libro en la tercera década del tercer milenio bien pueden ser personas que prefieran un lenguaje más bien conservador (como el que empleé en la edición original, similar al de todos los estudios tradicionales sobre la lengua mapuche) o uno más bien progresista (como el que incluye consideraciones de identidad de género y propone la introducción de formas inexistentes en la lengua castellana hasta hace poco). En consecuencia, he ajustado el lenguaje del libro (excepto en el caso de citas de otras fuentes) a una de las numerosas propuestas de lenguaje no sexista, en especial a aquellas que buscan mencionar a personas de ambos sexos explícitamente y sin jerarquizaciones o valoraciones anticuadas u ofensivas.

Por último, desde 2006 se operaron diversos cambios en la división territorial de Chile, pero no reescribí el capítulo I para adaptarlo a la nueva situación -entre otras razones, porque dicho capítulo nunca tuvo la ambición de ser un estudio etnográfico, sociológico ni económico: solo buscaba ayudar a orientarse a quien leyera este libro e ignorara algunos datos fundamentales sobre el pueblo mapuche a comienzos del tercer milenio. Quien lea este libro en 2022 debe tener en cuenta que en 2007 entró en vigor la ley que creó la Región de los Ríos y en 2018, aquella que creó la Región de Ñuble y aquella que denomina a las regiones chilenas solo por su nombre y no por su antiguo número. De este modo, las antiguas regiones VIII, IX y X, que aparecen mencionadas a menudo en las secciones 1 y 2 del capítulo I, corresponden hoy a las regiones de Ñuble, Biobío, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos.

Permítanme ahora concluir con unas pocas observaciones sobre este libro en relación con el estado actual del mapudungun.

Hace ya varios años alguien se acercó a mí después de una charla que di en Ginebra -no era ni mapuche ni académico- y me dijo que le había llamado la atención que en el libro yo comparase fenómenos estructurales de la lengua mapuche con otros del árabe estándar, el chino mandarín o el griego clásico. La persona recalcó que le había parecido afortunado que yo hubiera tratado el mapudungun a la par de aquellas Kultursprachen 'lenguas cultas / de cultura'. Eso me sorprendió tanto como para que no se me borrase; para un lingüista profesional de mi formación, resulta evidente que debemos tratar a la par el dyirbal australiano, el guaraní paraguayo y el latín, ya sea este clásico o vulgar, al menos entendiendo las lenguas como objetos de estudio.

Pero las lenguas vivas no son solamente objetos de estudio, y también es evidente que los seres humanos no las tratamos todas a la par. Algunas disponen de un sistema de escritura, mientras que otras continúan la tradición de toda lengua no artificial en sus comienzos: la oralidad estricta. Pocas cuentan con comunidades de hablantes grandes e influyentes; la mayoría de las lenguas son habladas por grupos intermedios, pequeños o incluso marginales, en ocasiones hasta oprimidos. Dependiendo de complejas vicisitudes económicas, sociales y políticas, algunas gozan de prestigio durante un tiempo más o menos prolongado, en tanto que otras reciben un estigma que a veces contribuye a su desaparición. No obstante, pese a la suerte dispar que corren a lo largo de la historia, todas ellas son vehículos del pensamiento verbal de niñas y niños, cada una con una manera única y no pocas veces extraña y preciosa de ayudarlos a orientarse en su familia, en su hábitat, en el cosmos. Todas son medios de comunicación de grupos humanos al menos tan variados como los individuos que los componen. Todas son parte del patrimonio cultural de nuestra especie, pero también, en particular, de gentes que las han forjado, empleado y desarrollado a lo largo de cientos o miles de años, a veces sobreviviendo migraciones, guerras y acosos de dimensiones apenas imaginables.

El mapudungun aún no es una lengua moribunda, pero está clara y seriamente amenazada. Con este libro he buscado despertar el interés por la lengua mapuche, ayudar a quienes ya la conocen a comprender mejor sus estructuras fundamentales como las entendemos los estudiosos y estudiosas y contribuir a que los esfuerzos del Estado y la sociedad civil por revitalizarla no lleguen demasiado tarde y en vano. Si consigo aunque sea algo de lo anterior, ya no tendré la perplejidad o extrañeza que mencioné al comienzo para compartir, sino solamente una nueva y mayor dosis de la alegría que mencioné poco después, y que será mi mayor recompensa.

"He buscado despertar el interés por la lengua mapuche, ayudar a quienes ya la conocen a comprender mejor sus estructuras fundamentales como las entendemos los estudiosos y estudiosas y contribuir a que los esfuerzos del Estado y la sociedad civil por revitalizarla no lleguen demasiado tarde y en vano".


Mapudungun: el habla mapuche

Autor: Fernando Zúñiga.

Editorial: CEP/Fondo de Cultura Económica.

Páginas: 406