Diez años del puente Los Pelúes
Hace una década se obtuvo la primera RS para la obra que todavía no se materializa. Ahora, la licitación fue aplazada a 2023. El mayor riesgo de las demoras es que las soluciones llegan cuando ya no responden a la realidad. Problemas crecen y una respuesta de 2012 ya no sirve en 2023.
Ayer se cumplieron diez años desde que el puente Los Pelúes obtuvo su primera resolución satisfactoria. La noticia fue recibida con alegría comunitaria: un proyecto esperado avanzaba, para dar respuesta a las urgencias de tránsito en la capital regional, conectando isla Teja con el centro de Valdivia a través de la calle Cochrane. En esa misma información se anunciaba que, una vez iniciada la construcción (2013 decían las autoridades de la época), vendría el segundo puente al Pedro de Valdivia. El "paralelo". También aplauso general.
Una década después, cero puentes y el colapso vial, multiplicado. Para ser justos hay que enumerar circunstancias adversas que rodean a la demora: escándalo del Cau Cau, hallazgos arqueológicos, polémica por el traslado de la casa patrimonial Lopetegui Mena, cambios de diseño, nuevos gobiernos, pandemia, redirección de recursos, crisis económica, guerra.
Por otra parte, varios hechos y propuestas han navegado por el río. Algunos de los más conocidos son la idea de un túnel bajo el agua en Las Mulatas- Torobayo, el refuerzo del transporte fluvial, descarte del Pedro de Valdivia dos, apertura del puente Santa Elvira y ahora Plan Maestro para el borderrío que tiene a la conectividad entre sus 50 proyectos. Además tiene un nuevo nombre: Puente Cochrane.
Lo más reciente: en 2021 se logró una nueva Recomendación Satisfactoria y se calendarizó la adecuación de los barrios tradicionales donde desembocarán los extremos de la vía. En marzo de 2022 se confirmó postergación para 2023 de la licitación de construcción, inicialmente preparada para este año. Con optimismo, entonces, las faenas podrían iniciar en 18 meses más.
Evidentemente, son eternos los tiempos de los trámites fiscales y desde la comunidad resultan inentendibles. Sin embargo ¿qué alternativa queda más que esperar? No muchas. Alzar la voz, por supuesto y confiar en que alguien escuche, porque el mayor riesgo de las demoras es que las soluciones llegan cuando ya no responden a la realidad. Los problemas han crecido y una respuesta que en 2012 resultaba óptima, ahora se hace insuficiente. Además, con el alza de los costos de materiales de construcción, lo más probable es que deba pedirse más fondos, porque $50 mil millones presupuestados, no alcanzarán.