Jesús prójimo
Un antiguo texto del libro del Génesis nos cuenta de Abraham recibiendo a tres forasteros que pasaron junto a su tienda en medio del desierto. Abraham y Sara, su mujer, se esmeran en servirles y acogerlos. Estos signos de hospitalidad son muy propios de la cultura de los pueblos nómades y quedarán impregnados para siempre en la cultura judeo-cristiana. Para Abraham y Sara, la hospitalidad a estos tres personajes les regalará un mensaje de bendición: "Dentro de un año, tendrán un hijo". La acogida y hospitalidad de ellos será premiada con la esperada promesa del hijo.
En el Evangelio de este domingo (Lc 10, 48-52) es Jesús quien es beneficiario de la hospitalidad de la familia de Lázaro, en especial en sus dos hermanas: Marta y María. Jesús -en medio de su misión- llega a Betania y es atendido, especialmente por Marta, mientras que su hermana María se sienta a sus pies a escuchar la enseñanza de Jesús, junto a los demás discípulos varones, algo inusual en la época ya que sólo los varones podían ser discípulos y escuchar a sus maestros, sentándose a sus pies.
Esta situación provoca un conflicto con Marta, quien reclama al Maestro que le diga a su hermana le ayude en el servicio. La respuesta de Jesús no es favorable a la solicitud de Marta: "Ella ha escogido la mejor parte, que no le será quitada". Jesús se hace "prójimo" para las hermanas de Betania: en el servicio y por sobre todo en la escucha de su Palabra.
No hay una contradicción entre ambas actitudes: el servicio y la hospitalidad son propias de la vida y la espiritualidad cristiana, como lo recordábamos a propósito de la "Parábola del Buen Samaritano", que leímos hace una semana.
Pero lo que fundamenta todo este quehacer solidario de los cristianos está en la escucha atenta de la Palabra de Dios. Por eso, Jesús no dice que que aquello que hace Marta esté mal, sino que aquello que ha escogido María es lo más importante y no le será quitado.