Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Cartelera y Tv

Tereso

Adelanto del libro "Loca fuerte" Por Óscar Contardo
E-mail Compartir

La madre y el niño pasaban mucho tiempo juntos. Dormían en la misma cama y se divertían escuchando, en una radio RCA, radioteatros como "Hogar dulce hogar", que incluía entre sus personajes a un hombre afeminado al que llamaban Tereso. El programa tenía tal audiencia que ese nombre, Tereso, acabó transformándose en un adjetivo genérico para llamar a los varones amanerados. Lemebel usaba esa palabra siendo adulto, y sonreía cuando la mencionaba en una lista de formas de mentar a los hombres homosexuales -loca, cola, colizón, mariposón, hueco, fleto- que recitaba como una tabla periódica. Cuando la declamaba daba por hecho que todos conocían la expresión "Tereso" o que les resultaba familiar, aunque nadie la recordara. De hecho, yo jamás la había escuchado, pero a él parecía no importarle. -Tereso, qué lindo ¿no cierto?, decía con la vista perdida en un recuerdo que sólo él disfrutaba. La fecha en que la familia dejó de vivir junto al torrente es imprecisa pero puede deducirse cruzando algunos datos. En la entrevista concedida por Lemebel para el libro "Vidas de izquierda" cuenta que después del Zanjón de la Aguada vivieron en lo que más tarde se conocería como Población San Gregorio. Eso debió ocurrir en 1959, es decir, poco después del accidente con el camión que mencionó Jorge Mardones, porque ese año calza con la edad que él menciona, siete años, y con el proceso de erradicación de pobladores del zanjón iniciado durante el gobierno de Jorge Alessandri: durante 1959, cerca de 1600 familias fueron trasladadas hasta la chacra San Gregorio. En ese momento no era un población edificada, sino solo un terreno vacío, aunque menos peligroso que la ribera del canal. La familia debió permanecer allí, en los terrenos de la chacra, otro año más, hasta que Olga Lemebel, la abuela que trabajaba como operaria de una hilandería y como trabajadora doméstica, consiguió un arriendo en el pasaje Gumercindo Vargas de la población Roosevelt, en el extremo opuesto de la ciudad. La vivienda era pequeña, una construcción de ladrillo de techo muy bajo en un pasaje cercano a la avenida San Pablo. Por primera vez la familia vivía en una casa con baño. A juzgar por los relatos de Lemebel y de su hermano, hasta ese momento el poder de la abuela Olga sobre los destinos familiares era mayor que el del padre. Fue ella quien consiguió el terreno en el Zanjón y ella la que gestionó el traslado a la población Roosevelt. La mudanza definitiva, sin embargo, se logró gracias al padre, que trabajaba como panificador en la penitenciaría. Era, por tanto, funcionario de Gendarmería y formaba parte de la federación de panaderos y molineros que desde 1954 planeaba la construcción de casas para los trabajadores afiliados, porque muchos de ellos malvivían con sus familiar en conventillos y tomas de terreno. Las obras comenzaron en 1957 y la población acabó inaugurándose en enero de 1962. Eran 310 viviendas, entre casas y cinco blocks de departamentos de tres pisos.

"Loca Fuerte"

E-mail Compartir

Pedro Lemebel murió el 23 de enero de 2015, a los 62 años.

y saber que al salir del departamento todo sería hostil.

-Actuaba a la defensiva.

-Sí, desde la desconfianza y la sospecha, reactivo. Tenía la seguridad de que nadie le iba a abrir una puerta. Entonces, al tener más claro ese dato de la biografía, hay una mayor comprensión de esa forma de sobrevivencia que tuvo Pedro.

-Tu libro se llama "Loca Fuerte", pero lo de "fuerte" tenía una connotación despectiva en el mundo homosexual.

-Sí, es como una jerga interna que se usaba dentro de la jerga gay de esos años y hasta hace una generación. Entre homosexuales se diferenciaba de los que pasaban, entre comillas, "piola" de los que eran más "varoniles" (entre muchas comillas) y el afeminado. El afeminado era equivalente a algo no deseado. Y cuando era muy afeminado era fuerte, "la loca fuerte" era una forma de discriminación dentro del propio círculo.

-Los que no lean el libro no lo van a entender…

-No, pero eso me gusta. Tiene mucho sentido, porque él nunca se doblegó a fingir, ni siquiera cuando hacía clases. Casi todos sus compañeros eran normalistas, un mundo súper conservador y él fue para delante no más, siguió. Nunca entró en un clóset que (él mismo lo decía), nunca existió para él. Siempre estuvo fuera del clóset, siempre fue "loca fuerte".

- Muy pocos saben que Lemebel vivió en un block con sus padres, hasta los 49 años. ¿Cómo crees que influyó eso en su personalidad y en su obra?

-A la gente le sorprende. No sé cómo influyó en su obra, eso le dio un anclaje.

- ¿De clase? ¿de pertenencia?

-Sí, estaba la madre, que era lo más importante para él en su vida y de la que no quería despegarse. La madre era la única persona en su vida que lo había defendido cuando todo el mundo lo atacaba y sabía que ella era el amor incondicional. También estaba el tema de la comodidad. Pedro decía que no le gustaba trabajar. Entonces se quedó ahí, hasta que la madre le dijo que mejor se fuera, en un momento en que ya podía y tenía una situación económica que le permitía vivir solo. Se mudó a los 49, en el filo de los 50 y poco tiempo muere la madre. Solamente con su muerte, deja de ser un niño.

La ambigüedad

-¿Qué tan difícil fue hacer un retrato de no ficción de una persona que hizo de su vida un personaje? Tú dices que iba por la vida como sobre un escenario portátil.

-La dificultad principal fue escapar del control propio, porque a él le gustaba tener control sobre cómo quería que lo vieran. Entre el control que establecía, estaba la gente de la que se rodeaba. Era un primer anillo de seguridad.

-Mucha gente no sabía que Pedro Lemebel se operó, cuando nadie se operaba el pelo, y terminó usando peluquín. Es un punto de quiebre en su biografía.

-Se hizo ese trasplante de la nuca a la tonsura, a la frente. La tonsura le quedó pelada y ahí se tuvo que poner un peluquín. La costura de la frente le quedó pésimo y se tenía que esconder para que no cacharan y todo mal. El pelo era importante para él, y uno se daba cuenta cuando mostraba las fotos de joven, cuando tenía pelo. En el pelo había una ensoñación donde se deposita una femineidad idealizada. Después esto estalla. Al morir la madre, se saca todo y se rapa. Ahí hay algo simbólico. Tenía esos gestos de vanidad, que uno le resultan curiosos, y que mantenía en secreto.

-Lemebel hizo el camino largo de la literatura, primero con sus crónicas hasta que aparece Roberto Bolaño y lo tocó con una varita mágica. ¿Cómo lo marcó eso?

-Muchísimo: fue la primera vez que le abrieron una puerta. Fue el año 1998 cuando Bolaño vino a Santiago como jurado del concurso de la revista Paula. También presentó "La pista de hielo". En ese momento el foco estaba puesto en la Nueva Narrativa, entonces llegó Bolaño y en lugar de destacar a los autores de ese grupo (que habían marcado la década) destacó a este escritor, que ni siquiera era tenido como narrador, era un cronista, de un género menor, de editorial independiente y "loca". Bolaño destacó a Lemebel públicamente. Y le llevó los tres libros de Pedro al señor Herralde, que dijo "¡Es fantástico, lo publicamos". Al año siguiente, Pedro Lemebel fue el segundo chileno fichado por Anagrama. Eso lo encumbró, significó reconocimiento internacional, entró en otro circuito. Se trasformó en una figura literaria por derecho propio, no solamente nacional, sino internacional.

-¿Cambió su personalidad?

-Fue todo un periodo muy rápido en donde confluyeron varias cosas. Este reconocimiento, la relación con Bolaño (que se rompió poco tiempo después), el exitazo de "Tengo miedo torero", pero también la muerte de la madre de Pedro. Todo junto.

-¿No alcanzó a disfrutar nada del éxito?

-No, no alcanzó disfrutar nada, porque murió su madre. El éxito significó que ya había conquistado un territorio. Supo que tiene un lugar, porque tenía mucho sentido del poder. Era un hombre inteligente, pero también está el dolor terrible de perder a la madre y estamos hablando de un hombre de 50 años. El cambio se vio en su escritura, en los temas. Apareció con mayor frecuencia su figura. Ya no es la narración de una loca anónima. Apareció la voz de un escritor reconocido, que disfrutó de ese reconocimiento. En ese sentido cambió, no con su discurso, porque murió con las botas puestas. Pedro tuvo que esperar y trabajar muchísimo para lograr un reconocimiento a los 50 años. Se reventó harto, el sufrimiento de la madre lo lleva a…

- ¿Autodestruirse?

-No sé si autodestrucción. Cuando se enfermó no quería morirse, nunca quiso, hasta el final, vivió hasta lo que más pudo. No quería por ningún motivo morirse, pero por otro lado tenía esa pulsión de reventarse. La cantidad de veces que lo encontraban tirado, en la calle, a la salida de los locales, era también ponerse en riesgo. Él reconocía que era peligroso traspasar ciertos límites y que eso lo dañaba. Y si quería vivir más, tenía que cuidarse más o dejar que lo cuidaran.

- Escribiste "Raro" y ahora "Loca Fuerte". ¿Cómo ves este proceso, lo que ha pasado en estos últimos años hablando de las diversidades?

-Ha cambiado mucho la discusión. Yo creo que en lo que respecta a Lemebel hubo una falta de diálogo intergeneracional. Hay una generación que tiene una tendencia a cerrarse a la historia anterior. A Pedro le pasó eso, con un grupo en particular. Era un síntoma de la falta de diálogo de una generación que tiene cierta tendencia a la autorreferencia, y a enjuiciar, más que a preguntar y tener curiosidad.

- ¿Qué se podría esperar del legado de la obra de Pedro Lemebel? Su sobrina Daniela Mardones está a cargo de su legado y no quiso hablar contigo.

-Al morir Lemebel el heredero era su hermano. Cuando Jorge Mardones murió el año pasado, eso pasó a una sucesión, en donde van a tener que estar sus hijas Daniela, Geraldine, y otro hermano. No sé cómo se tratará eso. La obra de Lemebel son dos cosas: lo escrito y la visual. Entiendo que hay algunas cosas que no se han publicado, no tengo la seguridad, pero creo que toda la obra de Lemebel podría gestionarse de una manera más eficiente para llegar a un público más amplio. Y no estoy pensando solo en Chile, sino en Latinoamérica. Incluso en inglés, en traducciones. La obra visual, que tiene también un componente de coautoría con los fotógrafos, también podría girar o estar mucho más presente de lo que ha estado. En eso sí los herederos podrían hacer algo más activo. Esa es mi respuesta diplomática.

Óscar Contardo

Ediciones UDP

278 páginas

$16.000

viene de la página anterior

Maribel Fornerod

"Bolaño destacó a Lemebel públicamente. Yle llevó los tres libros de Pedro al señor Herralde, que dijo '¡Es fantástico, lo publicamos'".

"La cantidad de veces que lo encontraban tirado, en la calle, a la salida de los locales, era también ponerse en riesgo".