La nieve caída el viernes 15 y sábado 16 de septiembre en gran parte de Los Ríos dejó postales muy bellas desde la perspectiva turística. Además, fue toda una novedad contar con un paisaje blanco en inicios de la primavera.

Sin embargo, más allá de lo curioso y las imágenes compartidas profusamente en redes sociales; la nevazón causó varios problemas en las zonas rurales del área sur del territorio. Dejó a varias familias de La Unión sin energía eléctrica por tres días y con cortes de agua potable por el mismo período; provocó pérdida de forraje para animales y, en sectores como Futrono, la municipalidad tuvo que repartir fardos a los pequeños agricultores para garantizar alimento para el ganado y no afectar la producción de leche y carne. Si bien esa ayuda fue bienvenida, los recursos se han hecho escasos y las necesidades se han multiplicado.

Por otra parte, el temporal fue particularmente complejo para los productores de frutas, en especial los cereceros, quienes deben proteger las plantas con pequeños techos y muchos de ellos -como se apreció en fotografías hechas públicas- se vinieron abajo con el peso de la nieve, desprotegiendo ganchos, flores y nacientes frutas. Es decir, daño severo.

Este tipo de situaciones de emergencia climática, sin duda tienen que ver con la crisis ambiental que se vive en Chile y en el mundo y que se ido agudizando. No olvidemos que en junio pasado nevazones similares se registraron en la región de Coquimbo y que la lluvia va en retirada en Los Ríos; de hecho está declarada emergencia agrícola por la escasez de agua para riego, en una zona donde este recurso debiera ser abundante.

Lamentablemente, esta no es la única dificultad que enfrenta el agro. La inestabilidad internacional que ha generado alzas de precios de fertilizantes; la crisis sanitaria que dañó los flujos exportadores y la situación política interna del país que genera incertidumbres (particularmente frente a los derechos de agua), son factores que se conjugan negativamente y que obligan a reflexionar sobre cómo ayudar a quienes producen alimentos para que puedan seguir respondiendo a la demanda nacional. La nieve vino a recordar la fragilidad actual y se debe actuar en consecuencia .

En un breve ensayo de 1795, titulado Hacia la paz perpetua, el filósofo alemán Immanuel Kant sostiene que para alcanzar una paz duradera los estados deben subordinar sus intereses individuales a un sistema jurídico universal. Se trata de garantizar unos "derechos innatos e inalienables, que son necesariamente inherentes a la humanidad". Kant aboga por una constitución política basada en la libertad de los miembros de cada sociedad, en la sujeción de todos a una legislación común y en la absoluta igualdad entre sus ciudadanos. Si bien estas ideas conforman el corazón de las democracias modernas, las tensiones y brechas no han dejado de crecer en todos los ámbitos.

En 1981 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el Día Internacional de la Paz, que a partir de 2001 se conmemora cada 21 de septiembre.

Este día se propone no solo como un momento para discutir cómo promover y mantener la paz entre los pueblos, por encima de sus legítimas diferencias, sino también como un período de 24 horas de alto el fuego entre grupos y países en conflicto armado.

Este año, donde Ucrania se ha convertido en el teatro de operaciones de las superpotencias, esta aspiración común se hace aún más relevante.

Sin embargo, lograr una paz duradera -como proponía Kant- implica mucho más que deponer las armas. Requiere la construcción de una sociedad donde todos sus integrantes puedan desarrollarse en libertad, erradicando toda forma de discriminación. Por ello, Naciones Unidas estableció como lema para este 2022: "Pon fin al racismo. Construye la paz". El Secretario General, António Guterres de Oliveira, afirmó: "El racismo sigue envenenando las instituciones, las estructuras sociales y la vida cotidiana en todas las sociedades".

La paz, en tanto ideal que supera fronteras, será posible cuando seamos capaces de desterrar toda forma de racismo, xenofobia e intolerancia. Ninguna de nuestras convicciones, ya sean filosóficas, políticas o religiosas, debe interponerse en la aspiración de convivir en solidaridad y justicia.

Sobre estos pilares debe edificarse una nueva constitución para Chile. Un pacto social que escuche todas las voces y aborde las causas profundas de la desigualdad.

Dr. Mauricio Mancilla M.

Decano Facultad Filosofía y Humanidades UACh