Respirar AIRE contaminado en los cinco primeros años de vida cambia el cerebro
ESTUDIO. Los efectos son estructurales y los mayores riesgos apuntan a la exposición a partículas PM2,5 antes de los dos años. Mediciones fueron mes a mes hasta casi los nueve años.
Agencias
Respirar contaminación atmosférica, sobre todo en los primeros cinco años de vida, se relaciona con cambios estructurales en el cerebro durante la preadolescencia, según un estudio del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona publicado esta semana en la revista 'Environmental Pollution'.
El estudio, hecho con más de 3.500 niños, es el primero que tiene en cuenta la exposición a la polución desde la concepción hasta los primeros ocho años y medio de vida, con una medición de la evolución mes a mes, lo que evidenció que los mayores cambios se dan cuanto mayor es la contaminación recibida en los cinco primeros años de vida.
Según explica Anne-Claire Binter, investigadora de ISGlobal, respirar aire contaminado de niño afecta a la conectividad estructural del cerebro, que es la existencia de fascículos o tractos de sustancia blanca que conectan diferentes regiones del cerebro.
Los investigadores miden la conectividad estructural del cerebro estudiando la microestructura de la sustancia blanca y constituye un marcador del desarrollo típico del cerebro, donde se pudo relacionar una microestructura de la sustancia blanca anormal con trastornos psiquiátricos (por ejemplo, síntomas depresivos, ansiedad o trastornos del espectro autista).
Partículas pm2,5
Además de la asociación entre contaminación del aire y conectividad estructural del cerebro, el estudio también encontró un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2,5 y el volumen de una estructura del cerebro conocida como putamen, implicada en la función motora y los procesos de aprendizaje, entre otras funciones.
Al tratarse de una estructura subcortical, su implicancia es bastante amplia y menos especializada que las regiones corticales.
El estudio observó que cuanto mayor es la exposición a las PM2,5, sobre todo en los primeros dos años de vida, mayor es el volumen del putamen.
"Un putamen mayor se ha asociado con algunos trastornos psiquiátricos, como esquizofrenia, trastornos del espectro autista y trastornos del espectro obsesivo-compulsivo", especifica Binter.
"El estudio resulta novedoso porque identifica los periodos de susceptibilidad a la contaminación atmosférica. Hemos usado una escala temporal más fina para considerar la exposición, analizando los datos mes a mes, cuando los estudios anteriores investigaban trimestres de embarazo o años de infancia. De este modo, estudiamos la contaminación atmosférica desde la concepción hasta los 8,5 años con una periodicidad mensual", ha detallado Binter.
Calidad del aire
El estudio se basó en una gran cohorte: 3.515 niños y niñas del Generation R Study de Rotterdam, en Países Bajos.
Para conocer a qué contaminación atmosférica habían estado expuestos las niñas y niños, se estimaron los niveles diarios de dióxido de nitrógeno (NO2) y de partículas en suspensión (PM2,5 y densidad óptica de PM2,5) registrados allá donde habían vivido desde su concepción hasta los 8,5 años.
Cuando tuvieron entre nueve y 12 años, se les tomaron imágenes cerebrales mediante resonancia magnética y se calcularon varios volúmenes cerebrales y la conectividad estructural.
Los niveles de NO2 y PM2,5 registrados en el estudio superaban las actuales recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (10 µg/m3 y 5 µg/m3, respectivamente), pero cumplían con la normativa de la Unión Europea, lo que, según los investigadores, sugiere que la contaminación atmosférica puede afectar al desarrollo del cerebro a niveles inferiores a las normas actuales de calidad del aire.
3.515 niños fueron incluidos en el primer estudio que toma en cuenta la exposición a la polución de la concepción a los ocho años y medio.