Tragedias causadas por el narcotráfico
Valdivia ha vivido jornadas de violencia entre adolescentes. Son una señal más de la presencia de crimen organizado. No basta con rotular como "enfrentamiento entre bandas". Hay negocios ilícitos y armas en las calles; hay consumidores con recursos que los mantienen.
Lo ocurrido en días recientes con la muerte violenta de dos adolescentes y el encarcelamiento de otro en Valdivia es una tragedia. Una grave. Habla de vidas juveniles cercenadas por el crimen organizado, en una lógica de enfrentamiento de poderes delictuales y económicos en la cual las víctimas se convierten en piezas que se mueven con estrategias de largo alcance y antigua data.
Para llegar a este doloroso momento (sí doloroso, imagine el desgarro de una madre con un hijo asesinado o con uno acusado por homicidio) con jóvenes de 16, 17 y 19 años blandiendo armas en las calles, aceptando como válido el camino al margen de la ley, debieron suceder muchas cosas que nadie vio, ni frenó. Droga de fácil acceso, marginación social que se suple en grupos donde supuestamente te valoran; abandono escolar, familias con pocas herramientas de retención y protección, violencia, barrios descuidados por la autoridad: eso que llaman "ausencia del Estado" y que se estudia mucho, pero no se resuelve con la rapidez requerida. Un ejemplo -triste ejemplo- es el del centro de salud del sector Pablo Neruda-Yáñez Zabala (el mismo barrio de los dos jóvenes asesinados) que debió cerrarse por falta de seguridad para sus funcionarios y cuya falta debiera resolverse pronto, para no dejar a miles de personas inocentes sin su derecho a atención.
En un escenario así, la justicia comienza a banalizarse y la autodefensa o venganza hacen peligrosa aparición. En el sector Norte Grande un menor de edad defiende a balazos su casa atacada; en Antilhue la comunidad prende fuego a la vivienda donde saben que se activó el tiroteo que costó la vida a un vecino que nada tenía que ver con el negocio de drogas que se movía supuestamente desde ahí.
La descripción no minimiza responsabilidades. Un crimen no debe disfrazarse con palabras de comprensión, ni benevolencia. Pero mirar el contexto puede ayudar a prevenir y evitar que siga multiplicándose; puede orientar decisiones para reforzar las barreras que frenan su proliferación.
Por otra parte, jamás se debe olvidar que si el narcotráfico crece es porque hay consumidores con recursos. Y ahí está la otra profunda arista de la tragedia.