La caridad de Cristo nos urge
En la parábola del publicano y el fariseo, éste último es el que nos representa. La parábola la dirige a los que se tienen por justos y desprecian a los demás. Nosotros nos consideramos hombres y mujeres justos, que intentamos vivir y hacer el bien. No se dice nada malo del fariseo, por el contrario, éste iba más allá de la ley. Pensamos que en esto consiste ser buenos cristianos. Incluso nos comparamos con otros que nos parecen menos "piadosos" o menos practicantes y quedamos tranquilos: cumplimos con nuestras obligaciones de cristianos.
Pero nos equivocamos, pues esto no es suficiente. La parábola no hace un juicio moral sobre el fariseo, ni sobre el publicano. No se trata de la moral, que nos lleva a mirar al prójimo desde la justicia. La vida cristiana se trata de la caridad.
Es en este momento difícil que vivimos como sociedad chilena donde tenemos especialmente que aportar desde nuestra vida cristiana. Necesitamos construir una sociedad más llena de Dios. Nos hemos desarrollado rápidamente, poniendo nuestra confianza en nosotros y en lo inmediato. Y hemos dejado a Dios fuera. Y sin un Dios que es Padre, nosotros no somos hermanos. Nos hemos convertido en asalariados, perdiendo nuestra condición de hijos y hermanos.
Junto con esto. hemos puesto por sobre la caridad a la justicia. Les exigimos a los demás cómo deben pensar y cómo deben actuar. Tendemos a dividir entre los buenos y los malos y nos hemos convertido en una sociedad insoportable para muchos. Ha desaparecido entre nosotros una forma muy cristiana de amar: el perdón. Nuestra forma de vida en común debe cambiar. Tal vez sin darnos cuenta, hemos herido a otros con nuestra forma de ser y de tratarnos. Y esto no puede seguir así.
Está claro que la violencia termina invalidando hasta las causas más dignas. Pero no dejemos que ésta nos enceguezca y preguntémonos cuál es nuestro rol en esta profunda crisis social que vivimos. Hay cosas que deben cambiar. Pero sobre todo, soy yo el que debo hacerlo.