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En el grupo también están Alluitz Riezu, Francisco Arrázola, Valentina Kappes y Diego Álvarez.

"Aquello fue el resultado de un encuentro de buenas voluntades, talento y ganas de hacer las cosas. Todo eso generó una explosión desde la cual comenzamos a construir algo completamente distinto a lo que había en la ciudad. Ahora miramos hacia esos años y como grupo nos damos cuenta que nos hemos hecho responsables de fortalecer el ciclo creativo con acciones como la formación, la circulación de obras, la formación de elencos e incluso la generación de instancias para la investigación. Hemos pasado por toda la cadena de valor, hasta llegar a tener un Mercado de Artes Escénicas. Abrimos espacio para que las personas disfruten lo que nosotros estamos gozando".

En el Centro de Experimentación escénica crearon en 2013 el programa formativo llamado Pulso. ¿Qué tan revolucionaria fue esa experiencia?

-En su momento generó comodidades e incomodidades. Fue algo inédito. A las academias se les abrió la opción de postular al programa para recibir una formación gratuita orientada principalmente a jóvenes. Fue una mirada estratégica: formar jóvenes talentos, nos permitiría a futuro tener elencos. Y así ha sido. Nos sorprende gratamente los buenos resultados de esta apuesta, que sabemos marcó una diferencia en la escena local. Pulso se ha transformado en un semillero de ideas, un lugar con una masa crítica de personas muy valiosas. Hasta la fecha, el beneficio del programa ha sido para aproximadamente 500 personas.

¿Qué cosas comenzó a dejar en evidencia aquel ímpetu creativo?

-La ciudad siempre ha tenido una deuda en materia de infraestructura para la creación. Eso no es algo que nosotros descubrimos, sin embargo, al generar más oferta de montajes e instancias formativas, se comenzó a agudizar aquella discusión sobre lo necesario de tener más y mejores lugares donde trabajar. Aunque falta mucho por hacer, destacamos muy buenos ejemplos, como la infraestructura del Centro Cultural Bailarines de Los Ríos, que se levantó especialmente pensando en los bailarines y las artes escénicas. Es algo realmente único. Si bien está instalado el reclamo, decidimos no quedarnos esperando por más soluciones y es por eso que la carencia de espacios nos ha obligado a ponernos creativos. Y eso es algo muy bueno. Por eso, creamos y reforzamos más redes de colaboraciones y derechamente nos hemos tomado el edificio de la Municipalidad de Valdivia, los colegios y los espacios públicos para la danza. En ningún caso frente a la adversidad, no estamos quedando detenidos.

¿Para el desarrollo de un modelo local han mirado ejemplos de otras ciudades?

-En todos lados tenemos buenos amigos. Particularmente en el sur de Chile se ha generado una red muy potente de gestión con el Corredor Sur Danza. Somos grupos y colectivos que nos hemos ido enlazando para beneficiar a la escena en general, caracterizada por una diversidad muy valiosa. Si bien en algún momento miramos a otras ciudades para ver en qué estaban, nunca quisimos copiar nada de eso. La base de nuestro quehacer es territorial. Responde a lo nuestro, a lo que nos ha tocado vivir y lo que ahora estamos compartiendo con el resto con mucho agrado.

¿Qué rol juegan los vecinos y los barrios en esa territorialidad que impulsan desde los grupos organizados?

-Hacer territorio es llevar danza contemporánea a lugares donde no se haya visto y generar una necesidad a partir de las experiencias. Eso es algo que rescato de mi formación con Peggy Kuruz. Nuestro trabajo con las comunidades es mucho más grande ahora y estamos comprometidos con ello. Un ejemplo súper potente es que el Centro Cultural Bailarines de Los Ríos está ubicado en el corazón de los Barrios Bajos, que es un lugar fantástico para compartir la danza y seguir adelante con nuestros programas con comunidades migrantes y LGBTIQ+.

Nueva vitrina

La plataforma Butaca Los Ríos nació en el primer año de la pandemia. Fue coordinada en su momento por Gabriela Arroyo (actual directora de la Dideco de la Municipalidad de Valdivia) y destacó, entre otras cosas, por autogestionar un fondo solidario para artistas afectados por la crisis sanitaria.

Ignacio Díaz dice que los cabildos ciudadanos ocurridos luego del estallido social de octubre de 2019 fueron el espacio donde se generaron redes que meses más tarde servirían para establecer la nueva instancia colaborativa. "Cuando llegó el momento más duro de la pandemia y se creó Butaca, había muchos diálogos avanzados y necesidades identificadas. Primero funcionamos como una plataforma solo para contenidos virtuales y apenas pudimos, se volvió presencial. Frente a la necesidad de generar y repartir fondos es que la plataforma se volvió distribuidora de obras.

La primera vinculación de alto impacto que tuvo Butaca Los Ríos fue con el Festival Internacional de Cine de Valdivia de 2020, en la habilitación de una programación especial.

Recientemente anotaron otro hito importante, con el Mercado de Artes Escénicas. ¿Qué balance les dejó aquella propuesta?

-Fue una súper buena experiencia. Nos permitió ver una amplia diversidad de programación y la necesidad de que se mantenga en circulación. Tuvimos una participación muy activa de los programadores nacionales, entre los que estuvieron GAM, Matucana 100 y FamFest; de cada cual recibimos mucho cariño y atención genuina por conocer más sobre lo que hacemos en Valdivia y en la región. Los artistas seleccionados para las funciones igualmente respondieron de muy buena manera.

Con el mercado volvimos a dejar en evidencia que la ciudad no está a la altura de las necesidades técnicas que se requieren para el trabajo de las artes escénicas. Lo más triste fue la nula participación de programadores regionales y locales. Queremos que haya participación más activa por parte de los encargados de cultura de las municipalidades, para que vivan una experiencia como la que nosotros articulamos y a la que lamentablemente no asistieron.