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Abren las heridas de padres e hijos en las novelas de hoy

Los escritores Alejandro Zambra y Andrés Valdivia mostraron el laberinto de criar. Por otro lado, Susan Mailer y Pilar Donoso (hijas de Norman Mailer y José Donoso) relataron sus complejas experiencias.
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Los hijos son el oscuro espejo de los padres. Sus heridas tienden a heredarlas los hijos, a ver cómo se las ingenian y, con un dejo de suerte o terapia, las arreglan para evitar reproducirlas. La historia de la especie humana podría contarse en esta idea algo tenebrosa, pero también es preciso recordar la luz que rodea a todo vínculo, que en un intento de expansión es narrado para traspasarse, con o sin vínculo sanguíneo. De tinta, siempre es mejor.

El empresario y músico Andrés Valdivia -recordado por la banda sonora de "Se arrienda", película de Alberto Fuguet ("Mala onda")- publicó hace unos meses "Detén el invierno", testimonio que toma el título de una canción de Nutria NN escrita a comienzos de siglo, y que para el autor funciona como tabla de salvación en los pasillos de una clínica, mientras su pequeño hijo J enfrenta una leucemia feroz. Frustración, impotencia, reclamos contra la naturaleza debido a que con su esposa crearon al niño con la ayuda de una probeta, dan vida al relato sobre la soledad, el avance de la medicina y el ego herido de un padre que incluso escribe al hijo mayor de su primer matrimonio: el viaje por la culpa puede ser eterno.

"La idea de mantener a J vivo a toda costa era, por decir lo menos, una caminata por una cornisa moral permanente. ¿Y él? ¿Y su dolor? ¿Y su miedo? ¿Y sus consecuencias?". J sobrevive ¿qué le responderá a Valdivia cuando crezca? Porque el autor luego afirma que "con la ficción me pasaba lo mismo que con las canciones: ambas, cuando son buenas, solo pueden hablar del amor o de la muerte", y el ser padre consiste en "la capacidad y la obligación de mostrarles a tus hijos todo lo que es bello. Y (…) defenderlos, muchas veces de sí mismos".

El también creador de la extinta plataforma Podcaster.cl cuenta, asimismo, con una carrera como músico, donde destaca el disco "Nudo ciego", en que la canción "Chirulero Lero" -probablemente escrita para su primogénito, Pablo, dice "tu perdón espero, porque ser hijo y sin heridas no tiene asidero", ya que su primer matrimonio se disolvió producto de una infidelidad suya, como confiesa en el ensayo "La vida privada de los hombres", de Sabine Drysdale.

"Nudo ciego", además, es otro concepto que reaparece en "Detén el invierno": "Soy el mismo nudo ciego de siempre. Esta vez, más apretado y fuerte que antes", sostiene Valdivia.

Aprendizaje de la paternidad es lo que une al testimonio de valdivia con "Poeta chileno", de Alejandro Zambra, en las que Gonzalo, el padre adoptivo de Vicente, transmite al hijo su amor por los versos. El narrador cuenta que "a punta de paseos al parque y helados de pistacho, comenzó a escribirse el borrador de una familia, pero ninguno de los dos tenía claro que ese borrador pudiera convertirse en un libro. (…) Ambos se comportaban como esos escritores que en vez de perderse en paralizantes disquisiciones se limitaban a echarle para adelante".

El autor de "Bonsái" hace pocos días publicó "Mi opinión sobre las ardillas", un libro ilustrado por Gabriela Lyon en que un pequeño pasea junto a su padre por el bosque de Chapultepec, México -donde vive el escritor junto a su familia-, y señala que "cuando pasa una ardilla, mi papá me toma más fuerte de la mano", a raíz de que "parece que les tiene miedo porque nació en un país donde no había ardillas en los parques. No está acostumbrado. Dice que prefiere a los ratones".

El niño dotado de gran personalidad comparte esta característica con uno de los hijos de Nathaniel Hawthorne ("La letra escarlata"), que en "Veinte días con Julian y Conejito" (con prólogo de Zambra en la traducción hecha por UDP) cuenta la travesía de cuidar a un niño a mediados del siglo XIX. Zambra apuntó "¿qué clase de espejo es un hijo? Hawthorne no se entrampa en esas preguntas", por eso dialoga con el siglo XXI a través de pasajes como "le pregunté, mientras tanto, si lo había pasado bien, pero el pequeño descarado respondió: 'No', cuando nunca había estado tan feliz en toda su vida como en la última media hora".

Hijas feroces

Radicada en Chile, la psicoanalista Susan Mailer recuerda en "En otro lugar" la vida junto a su padre Norman, una estrella en Estados Unidos por la novela "Los desnudos y los muertos", sobre la crueldad de la Segunda Guerra Mundial. Al repasar la escritura del clásico, la hija cuenta cómo la fama del progenitor opacó la vida de su madre, quien, a su vez, intentaba escribir otra novela, pero esta fue rechazada por las editoriales. Perdida en sí misma, la mamá huyó a México para encontrarse.

Susan creció entre dos lenguas, marcada por "mi padre, de más está decirlo, era un orador brillante y esa tarde volcó sus poderes retóricos sobre mí. No tuvo piedad. Al lado de él, mis ideas parecían básicas y simplistas. Tenía 28 años, pero en ese momento parecía de 12. (…) Yo quería que tuviéramos un diálogo sobre Freud. Muy pronto la conversación evolucionó y se convirtió en un monólogo de Norman Mailer, que resultó ser un desastre para mi ego".

La redacción de la hija es limpia, como buena aprendiz de taller literario, que en el epígrafe cita a otra primogénita chilena célebre: Pilar Donoso, descendiente de José Donoso ("El obsceno pájaro de la noche"), que en "Correr el tupido velo" no duda al sumergirse en la oscuridad del padre adoptivo a través de sus decenas de diarios, donde él mismo reconoce su paranoia frente a los eventuales lectores.

"Mi padre teme reencontrarse conmigo después de las vacaciones de verano de 1992, en las cuales me mantuve distante emocionalmente para así conservar mi propio mundo. No quería ser invadida por sus constantes requerimientos y exigencias, aunque en su caso el reencuentro no fue lo esperado", escribe Pilar. Sin embargo, en los diarios del papá encuentra "que estoy adolorido y arrepentido por el daño que te hice y asumo completamente mi culpa. Espero algún día saldar esa deuda contigo y que me perdones".

Hace exactos once años fue hallado el cuerpo sin vida de la hija, con apenas 44 años, quien al recorrer los diarios de Donoso aseguró de entrada que "escribir este libro tuvo grandes consecuencias para mí, pérdidas irreparables y, seguramente, habrá más", porque ante un fantasma tan grande "no puedo liberarme de su cadena opresora. ¿Seré yo también un personaje de sus novelas? La ficción y la realidad vuelven a mezclarse", como en la memoria.

Andrés Valdivia escribió sobre la experiencia límite de evitar que un hijo se muera.

Por Valeria Barahona

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"La idea de mantener aJ vivo a toda costa era, por decir lo menos, una caminata por una cornisa moral permanente. ¿Y él? ¿Y su dolor?"