Desde 1948, cada 10 de diciembre se conmemora el Día de los Derechos Humanos, a raíz de la declaración de los mismos por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el fin de no repetir los horrores que dejó la Segunda Guerra Mundial.
La conmemoración de este día nos sugiere la importancia de comprender que, tanto para entender el presente como para progresar, los países y quienes lo componemos, debemos tener en cuenta la historia pasada que nos ha llevado a ser lo que somos y lo que esperamos ser.
Hoy, cerca de conmemorar 50 años desde el golpe de Estado en Chile, no podemos olvidar el quiebre de la democracia y sus instituciones que significó, trayendo consigo el asesinato, la detención y tortura de miles de ciudadanos, vecinos y vecinas, generando una herida profunda en nuestra sociedad. Una herida abierta, con una pregunta con la que aún muchas familias deben lidiar día a día: "¿dónde están?". Una herida sobre la que día a día debemos trabajar como país, como instituciones, para nunca más repetir. El reciente estallido social también trajo consigo heridas en nuestra historia más reciente. Muertos en manos de agentes del Estado, y una lista que supera las 449 personas que sufrieron trauma ocular, según datos del Ministerio Salud, como secuela de la violencia que se vivió durante esos días en nuestro país. Una de ellas, caso emblemático de lucha, hoy está compartiendo funciones en la Cámara del Senado. Un período que sin duda nos aterriza la imperiosa necesidad de reafirmar el compromiso y la forma en que ponderamos los derechos humanos en nuestro país.
Hoy es más que urgente no sólo renovar nuestro compromiso con el "nunca más", sino también llevar a la cotidianidad de cada uno de los diversos espacios en que nos desenvolvemos, nuestro compromiso con el respeto irrestricto de los derechos humanos y la igualdad para todos y todas.
El derecho a la vida, a la libertad de expresión, a la libertad de opinión y de conciencia, a la educación, a la vivienda, a la participación política o de acceso a la información son alguno de los derechos y libertades fundamentales que tenemos todas las personas por el mero hecho de existir. Ningún Estado debe sentirse ajenos a ellos, cualquiera sea su situación de poder, puede eludir la obligación de respetar y proteger los derechos humanos como valor universal intransable.
Alfonso de Urresti
Senador por Los Ríos.