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antes había estado el mercado (hay un gran sitio abierto), armados a su manera", para luego "hacer limpiar un sitio en la plaza de Valdivia donde los soldados pudiesen armar sus tiendas", concluye esta crónica anónima.

Junto a la Plaza Mayor se encontraban los principales edificios públicos de la época. En su costado norte se encontraba la Iglesia Mayor, el primer edificio levantado por Pedro de Valdivia, mientras que en su costado oeste se ubicaban las denominadas Casas Reales, entre las que se encontraba el cabildo, la caja real, la casa de quintos, la cárcel y el hospital real.

Punto de reunión

Como el principal espacio de encuentro entre los vecinos de una ciudad, las plazas mayores tuvieron diversos usos dentro de la sociedad indiana del siglo XVI, cumpliendo funciones de carácter cívico, religioso y militar (celebraciones militares, procesiones religiosas, corridas de toro, juras a los reyes, etc.), además de funcionar como mercado o lugar de ajusticiamiento público.

En cuanto al aspecto defensivo, la legislación urbana estipulaba que la Plaza Mayor debía estar protegida por una palizada o fosa, mientras que los edificios públicos frente a ella (entre ellos una guarnición de armas), debían estar juntos para apoyarse en el caso de un ataque indígena,motivo por el cual recibió el nombre de Plaza de Armas. En el caso de Valdivia se cree que las Casas Reales ubicadas en el costado oeste de la plaza habrían formado en conjunto una fortaleza levantada por Pedro de Valdivia al momento de fundar de la ciudad.

Regreso a la ciudad

La noticia sobre la ocupación holandesa motivó al Virrey del Perú, Pedro de Toledo y Leiva, a impulsar un ambicioso proyecto para repoblar la ciudad de Valdivia. La refundación se inició en la isla Constantino -actual Mancera- en 1645.

El 6 de enero de 1647, el Gobernador Francisco Gil Negrete organizó el traslado definitivo de la ciudad a su antiguo sitio, identificando las ruinas de la Iglesia Mayor y el espacio ocupado por la plaza: " (...) comenzaron a trabajar con grande aliento, abriendo camino hasta llegar a la plaza, donde se le preguntó al Capitán Martin de Santander, que iba en el ejército y era natural de Valdivia, dónde caía la iglesia mayor, para donde fue guiando por entre la espesura después de cincuenta años que de aquella ciudad había salido huyendo", relata el historiador del siglo XVII Diego Rosales.

Una ciudad amurallada

La refundación de la ciudad fue objeto de una fuerte oposición por comunidades indígenas, obligando a los españoles a construir una empalizada para defenderse de sus continuos ataques.

En 1647 se inicia una nueva etapa en la historia de la ciudad, determinada principalmente por su carácter como Plaza Real y Presidio, es decir, como un asentamiento defensivo amurallado situado en medio de un territorio hostil no conquistado.

Este asentamiento estuvo habitado principalmente por una sociedad militar intramuros, dependiente administrativamente del virreinato del Perú. Durante el periodo virreinal la ciudadela se emplazó en el corazón de la planta urbana de la antigua ciudad -concretamente entre las actuales calles Libertad, Yungay, San Carlos y Pérez Rosales-, dejando fuera al espacio ocupado por la Plaza Mayor. Para la segunda mitad del siglo XVIII la ciudadela seguía rodeada por murallas defensivas que limitaban su crecimiento.

Suscrita a una superficie de 1,9 hectáreas para 1647, luego del terremoto de 1737 y la posterior reconstrucción de sus muros, su planta alcanzó una superficie no mayor a las 2,2 hectáreas para 1741, como han establecido Leonor Adán y Simón Urbina.

A partir de 1750 se inició un paulatino proceso de expansión fuera de los muros, formándose nuevos vecindarios y numerosas chacras en torno a los dos caminos de acceso de la ciudad: el Barro y los Canelos actual calle Picarte y General Lagos.

Finalmente, en 1798, el Cabildo de Valdivia decretó la demolición de los muros de la ciudad, reincorporando a su planta urbana el espacio ocupado por la Plaza Mayor, que producto de la intervención de los muros vio reducido su tamaño original a la mitad, además de sufrir un leve desplazamiento hacia el norte respecto a su posición inicial, ocupando terrenos relacionados al cementerio de la antigua Iglesia Mayor del siglo XVI.

Pese a permanecer fuera del recinto amurallado por casi dos siglos, como lo demuestra la evidencia arqueológica levantada por Simón Urbina y Leonor Adán, el lugar ocupado por la antigua Plaza Mayor continuó funcionando como un espacio de encuentro.

La independencia

Durante la Independencia, la Plaza de Armas -como se la denominó desde la época colonial- se convirtió en escenario protagónico de los vaivenes políticos que marcaron la historia.

Así lo demuestra la celebración de la noche del 30 de octubre de 1810, una vez conocida la noticia sobre la instalación de la Junta de Gobierno en Santiago por parte de los vecinos de Valdivia. "En la noche del mencionado día se costeó un baile por toda la oficialidad y algunos particulares en el cuarto de Banderas […] en los cuatro ángulos de la Plaza (que estaba bien iluminada) había cuatro tinas de ponche que se iban cebando según se iban secando por el curso de toda la tropa", escribió el Gobernador de la ciudad Alejandro Eagar.

No obstante, lejos de un acto público de adhesión a las ideas independentistas, dicha celebración representó ante todo un acto de apoyo a la proclamación de una junta provisional enfocada en resguardar los intereses del rey Fernando VII, cautivo de Napoleón Bonaparte. Recordemos que para ese entonces Valdivia contaba con una población esencialmente castrense y, por lo tanto, fiel a la figura del monarca. Por este motivo la adhesión a cualquier idea independentista fue un asunto bastante acotado, suscrito a los miembros del Cabildo y algunas familias ilustradas de la ciudad.

Así quedó demostrado luego de la aparente proclamación popular que el 1 de noviembre de 1811 exigió el nombramiento de una junta popular, manteniendo a Valdivia en el bando patriota por algunos meses, pero que fue rápidamente disuelta tras un golpe protagonizado por un grupo de oficiales el 16 de marzo de 1812, que motivó una nueva celebración en la plaza, ahora a favor de la causa realista.

"(...)A poco rato concurrió mucha parte del pueblo y a su presencia se ratificó el batallón en el juramento a las reales banderas, a que acompañó el pueblo lleno de alegría a gritar: ¡Viva el Rey Fernando VII!".

Llegada de cochrane

La situación de Valdivia como ciudad fidelísima al rey llegó a su fin con la toma de la bahía de Corral por las fuerzas patriotas, dirigidas por el almirante Thomas Cochrane, destacado oficial naval de la flota real británica contratado por el gobierno de Chile para luchar por la causa independentista.

El 6 de febrero de 1820 Cochrane fue recibido en el muelle de la ciudad en medio de las aclamaciones de la muchedumbre, subiendo por la antigua calle de Abastos -actual calle Libertad- hacia la Plaza de Armas, rebautizada desde ese momento como Plaza de la República en señal de lealtad al naciente Estado de Chile.

La República, la colonización, el incendio y una nueva mirada

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El período republicano, no obstante, marca el inicio de una época de decadencia para Valdivia. La ciudad entró en un estado de profundo aislamiento y abandono político y económico. El terremoto del 1837 contribuyó aún más al estado de declive de la ciudad. Ad portas de la colonización alemana, Vicente Pérez Rosales, encargado de recibir al primer grupo de inmigrantes germanos, quedó asombrado por el caótico cuadro urbano que ofrecía la ciudad para mediados del siglo XIX, con una plaza sucia y descuidada: "se estacaban los cueros de las vacas que los vecinos mataban para su consumo; se arrojaban basuras; y a falta de evacuatorio o lugar en la cárcel, salían a cada rato los presos a hacer en la paciente plaza, lo que la decencia no permite nombrar".

A la llegada de los inmigrantes alemanes la plaza se encontraba sin pavimentar, cruzada por dos diagonales de piedra laja, rematadas en su intersección por la llamada columna de la Libertad, único elemento decorativo de la ciudad. A partir de 1870 la plaza comenzó a ser objeto de distintas obras de destinadas a mejorar su aspecto.

La madrugada del 13 de diciembre de 1909 un gran incendio destruyó gran parte del casco histórico de la ciudad, ofreciendo una oportunidad única para intervenir el sector céntrico, corrigiendo los defectos del trazado urbano heredado del siglo anterior. El plan de reconstrucción consideró un rediseño de las dieciocho manzanas siniestradas, rebajar el terreno y reducir los desniveles; la instalación de una red de alcantarillado y agua potable, así como la implementación de nuevos servicios tecnológicos (luz eléctrica, teléfono, gas y tranvías). Para 1915 el aspecto del centro de Valdivia era el de una ciudad moderna con calles amplias y elegantes edificios de hormigón de estilo europeo.

Durante este proceso la Plaza de la República sufrió pequeñas modificaciones, entre las cuales destacaron el rebaje del terreno, la sustitución de los arces plantados por Carlos Anwandter por tilos obsequiados por Rodolfo Beckdorf y, por supuesto, la instalación de su kiosco central de estilo victoriano, que permanece hasta el día de hoy.