A veces pareciera que gobierno y oposición hablamos idiomas distintos. Siguiendo al sociólogo francés Francoise Dubet, lo que subyace es una diferencia fundamental sobre cómo concebimos la justicia social. Con frecuencia, el discurso político de derecha refleja una ideología meritocrática, que concibe la justicia social como igualdad de oportunidades. Este ideario propone que las posiciones sociales sean ocupadas por aquellos que las merecen en virtud de su talento y esfuerzo. El defecto de esta concepción es que asume que estamos en igualdad de condiciones para acceder a las oportunidades de ocupar las posiciones sociales privilegiadas. Así, individualiza la responsabilidad sobre la pobreza o riqueza: es el fundamento para pensar que los pobres son pobres porque son flojos, y que los ricos lo son por su talento y esfuerzo. Sin embargo, lo que silencia es que las herencias materiales y simbólicas otorgan a estos últimos ventaja para reproducir sus posiciones sociales. y, de este modo, conservar sus privilegios.
Esta meritocracia no busca resolver la desigualdad, sino justificarla sobre la falacia de que las posiciones sociales han sido distribuidas de acuerdo al talento y el esfuerzo. Si bien tiene sentido que las posiciones sociales se distribuyan en términos del mérito, para que dicha distribución sea efectivamente justa, se requiere neutralizar lo más posible la inercia con que se reproduce el privilegio.
Mientras menor sea la desigualdad, más factible es que la igualdad de oportunidades sea una realidad y no una justificación para la reproducción de privilegios. Para que esto resulte posible, es esencial la igualdad de posiciones, es decir, una redistribución de la riqueza y el acceso a servicios que permitan a todos los sectores de la sociedad llevar una vida digna y ejercer sus derechos de manera efectiva.
Finalmente, esto tiene que ver con la distribución del poder: mientras menores sean las distancias sociales y más igualitaria sea la capacidad de ejercer los derechos, más democrática será nuestra sociedad. A la vez, la democracia es el camino para alcanzar tal igualdad sustancial. Parece una paradoja, pero es una consecuencia lógica: la democracia asume la igualdad de las personas, y la igualdad social requiere legitimarse democráticamente para no devenir en autoritarismo. Concebimos, entonces, la democracia de manera amplia, es decir, como acceso a condiciones materiales, culturales y sociales de vida digna, que permitan la realización plena de la libertad humana.
"Concebimos, entonces, la democracia de manera amplia, es decir, como acceso a condiciones materiales, culturales y sociales de vida digna, que permitan la realización plena de la libertad humana..."