"Me ha pasado de todo; pero si dejo de trabajar y me retiro, me muero..."
DESAFÍOS. Comerciante ha sorteado todas las dificultades del negocio y se mantiene en actividad.
Pese a los altibajos de la vida, José Eliseo Leiva Santana mantiene la sonrisa y su buena disposición a conversar y rememorar pasajes de la vida laboral que -a los 70 años de edad- lo llevan a ser el carnicero y cecinero en actividad, más antiguo de Valdivia.
"Me ha pasado de todo", señala y recuerda sus primeros trabajos desde los 15 años de edad, el aprendizaje del oficio, la quiebra de su local Carnicería La Valdiviana, el renacer, el fallecimiento de su esposa y un incendio que el 29 de octubre de 2020 volvió a asestarle otro duro golpe en su caminar por la vida. Sin embargo, mantiene el optimismo y lejos de "echarse a morir", mira el presente y el futuro con optimismo.
¿Cómo fueron sus comienzos en el mundo de las carnicerías y la elaboración de cecinas?
-A fines de los años '60 comencé a trabajar en la Fábrica de Cecinas Schwencke, que estaba en calle Arica. Mi papá tenía un carretón y también les trabajaba, mientras que yo y otros niños repartíamos -con un canasto- cecinas en negocios de barrio. Había maestros que hacían cecina, longanizas, salchichas y yo etiquetaba y repartía. Después llegó el empresario Norberto Petersen, dueño de Supermercados Kapel, quien se hizo socio y trajo desde Alemania una llenadora hidráulica. Me enseñaron el trabajo, aprendí y una vez que se enfermó el maestro Óscar Diocares, me mandaron a hacer salchichas y después longanizas. Estuve tres meses como reemplazo y pasé a ser maestro llenador, además de atender público en el mesón. De ahí pasé a Kapel como cortador, luego me llevaron a Los Lagos, volví a Valdivia como encargado de carnicería de Kapel y después me fui a Santiago, por mejores expectativas económicas.
¿Cuándo regresó a Valdivia?
-En Santiago me casé y la verdad es que no pensaba volver. Un amigo valdiviano me invitó a instalarnos con una carnicería, arrendamos un local en calle Pérez Rosales y comenzamos. Pero, al poco tiempo se fue y me dejó solo con el negocio. Años más tarde empezó el "boom" pesquero del bacalao, empecé a proveer a los pescadores y subieron bastante las ventas. Pero, llegó la veda y arrancaron los que me debían. Treinta millones de pesos me quedaron debiendo. Quebré con el negocio, tuve que arrendar la carnicería y trabajar un tiempo como cortador.
¿Cómo se recuperó?
-Cuando el arrendatario me devolvió la carnicería, no tenía capital, pero tampoco deudas. El Banco Estado me apoyó y empecé de nuevo. Me levanté. Saqué los permisos, me empezó a ir bien, pero ahí estuvo le enfermedad de mi esposa, hasta que falleció en el 2018.
¿Cómo se comportó el negocio durante la pandemia?
-Para mí, fue espectacular. Nunca me había ido tan bien. No tengo nada de qué quejarme, porque tenía clientes de años y de varias generaciones de familiares.
Después recibió el golpe de un incendio…
Así es. No tenía seguro. Empezó en la casa de al lado y en mi caso, se quemó todo, menos el local de la carnicería.
¿Qué balance realiza de su experiencia como uno de los carniceros más antiguos de Valdivia?
-No es malo, aunque la salud me ha afectado y en algún momento no tuve los conocimientos para manejar mi dinero. En el negocio, las hacía todas: compraba, iba a la feria, cortaba, vendía. Se sumaron los problemas, incluso un asalto a mi hijo menor. Hoy tengo arrendado el local y de manera particular sigo fabricando longanizas, prietas, salchichas. Es como un hobbie, trabajo a mi ritmo, no tengo horarios definidos. Me ha pasado de todo, pero si dejo de trabajar y me retiro, me muero. Estoy acostumbrado a trabajar y además como me jubilé con la AFP, comprenderá que las platas no son muy buenas. A pesar de eso, soy optimista por el futuro.