Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Cartelera y Tv
  • Espectáculos

Consejo Constitucional cerró observaciones y repuso paridad de salida

CONSTITUCIÓN. Finalmente 32 indicaciones quedaron para ser tratadas por la Comisión Mixta, de 12 integrantes, que iniciará hoy su trabajo.
E-mail Compartir

Redacción

En la recta final se encuentra el proceso para definir el texto de la propuesta de Constitución que se someterá a plebiscito el 17 de diciembre: ayer el Consejo Constitucional terminó de votar las 210 observaciones de la Comisión Experta, entre las que se aprobó reponer la paridad de salida en las elecciones. Y también quedaron 32 disposiciones para ser tratadas por la Comisión Mixta por no alcanzar los quórum establecidos para visarlos ni para rechazarlos.

Entre lo aceptado en el borrador se cuenta la aprobación de la norma transitoria de paridad de salida, que tuvo un complicado camino para lograr la luz verde del órgano redactor: la propuesta fue presentada en el anteproyecto de los expertos, rechazada en el Consejo y agregada nuevamente por los comisionados en sus observaciones y finalmente fue aprobada por los consejeros.

Ayer en su último trámite recibió 47 votos a favor, ninguno en contra y 3 abstenciones.

Último paso

Tras la jornada de ayer se dio cuenta de que 32 de las observaciones no obtuvieron los 3/5 requeridos para su aprobación (30 votos) ni los 2/3 en contra para su rechazo (33 votos), por lo que pasarán a una Comisión Mixta integrada por seis consejeros y seis expertos, que tendrá la última palabra y fijará los contenidos definitivos del texto constitucional. Durante la tarde ambos órganos eligieron los integrantes de esta instancia, que iniciará hoy su trabajo. Los expertos designaron a tres comisionados de oposición y tres oficialistas. El Consejo optó por dos oficialistas y cuatro de oposición.

Opiniones divergentes

El término del trabajo del Consejo dejó opiniones divergentes: mientras la oposición valoró el texto resultante, en el oficialismo dijeron que la división ha marcado el proceso. "El texto está quedando bien, el texto es bueno para Chile, es un texto ciudadano y contamos con que así lo perciban. Por ahora, lo que decimos es que el texto tal y como está quedando nos gusta y que si la votación fuera hoy, votaríamos a favor", destacó el consejero republicano Luis Silva.

Por contraparte, el consejero del PS Alejandro Köhler señaló que "el sector más regresivo y más fundamentalista de la derecha ha persistido en su intento de reponer normas que dañan profundamente la convivencia democrática de nuestro país".

En una posición intermedia, la consejera de Evópoli Gloria Hutt valoró que "gran parte de aquellas cosas que partieron siendo sesgos identitarios se han ido mitigando. Creo que estamos avanzando hacia un texto que va a tener los equilibrios que necesitamos".

Carlos Peña

Días salvajes

E-mail Compartir

Hace cuatro años -el dieciocho de octubre del 2019- la atmósfera de pronto se encendió. Y el modelo chileno, es decir, las bases institucionales que hicieron posible la modernización, pareció que se derrumbaba a punta de incendios, pedradas, pintadas insultantes y la convicción, que se repetía desde la cátedra universitaria a los matinales de televisión, por profesores y animadores casi con el mismo énfasis, de que la desigualdad lo había invadido todo.

¿Qué queda de esos días?

Desde luego no parece haber cambiado nada. De entonces ahora ninguna de las características estructurales de la sociedad chilena se ha modificado y a juzgar por el transcurso previsible del debate constitucional, es posible que se consoliden en vez de debilitarse. Y, sin embargo, a pesar de que todo sigue más o menos igual, no obstante que las bases de la modernización se mantienen incólumes, a pesar de que todos los hechos que parecían confirmar los peores presagios siguen allí, el fenómeno de octubre del año 2019 ha quedado atrás y ya nadie imagina seriamente que pueda volver a repetirse.

Y la pregunta entonces es por qué. A qué puede deberse que es poco probable que esos días de atmósfera encendida se repitan.

La respuesta no se encuentra en los factores sociológicos que pudieron haber desatado esos hechos sino en la distinta actitud que hoy día los actores sociales tienen ante ellos.

Es propio de la condición humana (y la vida social no es en esto una excepción) que los hechos brutos o desnudos no sean por sí mismos capaces de provocar fenómenos sociales de envergadura. Lo que provoca a estos últimos es el significado que los seres humanos asignan a ellos. Un terremoto puede ser el signo de un castigo o un desafío a la voluntad. En el primer caso las víctimas caen arrodilladas, en el segundo se disponen a reconstruir lo que el seísmo hizo caer. Y las cosas están cerca o están lejos, según el interés que tengamos en ellas. Las cosas se ordenan a partir del horizonte que dibuja nuestro proyecto vital y sobre ese fondo nos parecen cerca o lejos, importantes o indiferentes. Los hechos en sí mismos considerados carecen de significado y es la actitud intelectual o vital ante ellos la que se los confiere. Mutatis mutandis, cambiando lo que hay que cambiar, es lo que parece haber ocurrido en octubre del 19.

La revuelta que entonces se produjo (nada excepcional si se atiende a la experiencia comparada) en vez de ser contenida por la autoridad o sometida a reflexión por parte de las élites intelectuales (por llamarlas de esa forma) y así morigeradas o atenuadas, desató un extraño fenómeno de contagio emocional y complicidad intelectual como resultado del cual los hechos de octubre fueron fortalecidos, tonificados, revestidos de significado moral y hechos más vigorosos que lo que eran en sí mismos, y ello ocurrió gracias al discurso o el silencio de quienes, en vez de contenerlos o morigerarlos, los dotaron de un significado que sirvió, en muchos casos, de coartada para las peores demasías.

Y es esa actitud de connivencia con lo que entonces ocurría (que vale la pena repetirlo, en la que tantos participaron) es lo que afortunadamente hoy ha cambiado, de manera que la actitud intelectual que hizo posible que los acontecimientos de octubre se expandieran hoy día ya no existe. Las jeremiadas de esos días salvajes (que pronunciaban desde rectores universitarios a articulistas de periódico) han sido sustituidas hoy por una actitud de mayor cautela y de mayor sosiego que desprovee a la tentación de repetir esos hechos de la coartada que entonces, por complicidad o por miedo o por convicción ideológica o por eso que alguna vez se llamó el opio de los intelectuales (siempre tentados a celebrar la ruptura del orden como el principio de una epifanía) se le proporcionó.

No es pues, si miramos hacia atrás y repasamos lo que entonces ocurrió, la impersonalidad de los factores sociales en sí mismos los que desataron esos días salvajes, sino la actitud, el discurso o el silencio temeroso de quienes, en vez de contener la desmesura, la exacerbaron confiriéndole un significado moral que los hechos por sí mismos no poseían.