La Candelaria y un mes histórico
Febrero tiene un gran significado desde la perspectiva patrimonial regional. La fiesta que se celebra el 1 y 2 es clave para entenderlo.
Se acerca febrero, un mes cargado con gran significado cultural, religioso e histórico para nuestra región. Los hitos parten los días 1 y 2 con la Fiesta de la Candelaria, antigua tradición religiosa católica, que incluye vigilias, procesiones masivas, peregrinaciones y Eucaristías.
La celebración es también conocida como la "Fiesta de la Luz" y conmemora -para los devotos- un hito importante de la vida de Jesús y de su Madre. La creencia señala que ella fue llevada al templo junto a su hijo cuarenta días después del alumbramiento, para su purificación y la presentación del niño, tal como ordenaba la tradición judía. Debía llegar hasta ahí portando una vela de cera (una candela) y ofrendas. En el lugar un hombre sabio -Simeón- tomó al bebé y dijo proféticamente "esta es la luz del mundo" y, por lo mismo, se entiende que María es la vía para la llegada de esa luz a la Humanidad; de ahí que se aluda a ella como "la Candelaria".
Este relato puede tener coincidencia con creencias originarias previas al cristianismo, pero se arraigó con esta versión especialmente en las comunidades de las islas canarias en España y viajó con los conquistadores hasta América, donde se multiplicó con fuerza. En Chile se mantiene con diversas versiones desde Copiapó hasta Chiloé; mientras que en Los Ríos, hay registros centenarios de esta devoción en Champulli (Río Bueno), Quinchilca (Los Lagos), Punucapa (comuna de Valdivia y donde está el bello templo patrimonio histórico dedicado a la Virgen) y Mancera.
En esta última se resguarda una imagen que data desde 1645, mismo año en que se recibió la de la Catedral de Valdivia (Nuestra Señora del Rosario); algo no casual, pues esa época marca el regreso de la comunidad valdiviana original, desde su refugio en la isla, hasta la ciudad que había sido destruida en 1599; hecho que merece una reflexión aparte.
Frente a la Candelaria y más allá de la fe de cada persona, estos hitos tienen un valor patrimonial innegable, en el cual es necesario fijarse, para respetar y contemplar mejor la identidad local. Febrero abre la oportunidad para aprender al respecto.