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llamó a la unidad contra el enemigo que hay que combatir: "Los liderazgos autoritarios que esparcen el odio". Y sucede que, en materia de autoritarismo, en el bloque oficialista hay representantes muy calificados.

-¿Cómo interpreta el anuncio del proyecto de aborto?

-Como una iniciativa testimonial dictada por la ministra (de la Mujer) Antonia Orellana para reanimar al feminismo de combate. Busca polarizar a la sociedad en un asunto sensible y respecto del cual se había conseguido un consenso muy amplio con la ley sobre las tres causales de interrupción del embarazo. Es, sobre todo, una bandera de campaña, que se orienta a dividir a los opositores. Por supuesto que, en democracia, no hay temas que no puedan discutirse, pero en este caso no se divisa la necesidad de meter al país en un debate que puede ser distractor y disolvente. No creo que prospere esa iniciativa en las actuales circunstancias.

-El presidente y sus ministros, en particular la vocera Camila Vallejo, han defendido la imagen de que el gobierno "estabilizó" el país y que se abre una etapa de normalización. ¿Cómo lo interpreta?

-Demuestra cuán imaginativos son los asesores del gobierno. Pero, yerran al creer que los ciudadanos pueden aceptar un cuento que choca con sus propias vivencias. No pueden aparecer como estabilizadores si se empeñaron a fondo por desestabilizar al país para acceder al poder. Apoyaron la irracionalidad del 2019, actuaron de modo turbio en los días de la pandemia, alentaron el delirio de la Convención refundacional, se jugaron la vida por el proyecto de Constitución que nos habría llevado a un enorme desastre, estimularon el retiro de fondos previsionales, principal factor de la inflación que vino enseguida, indultaron a delincuentes de la revuelta, se demoraron en entender que en la macrozona sur había terrorismo y era necesario el estado de emergencia, etcétera.

Si Chile no ha sufrido males mayores en estos años es porque las fuerzas gobernantes no pudieron materializar su programa, porque fue rechazado su proyecto de Constitución y tuvieron que retroceder respecto de muchas de las consignas levantadas en el pasado. El país ha resistido, es cierto, pero no gracias al gobierno, sino porque construyó ciertas fortalezas en el pasado. Hay que reconocer que la incorporación de figuras de la antigua centroizquierda ha aportado mayor realismo, aunque están pagando un alto costo al recibir el principal impacto de las críticas a un gobierno cuyo horizonte es borroso. Se dice que el mandatario ha aprendido cosas importantes desde que está en La Moneda. Ojalá sea así por el bien de Chile, y que cumpla su mandato lo mejor posible.

-¿Cuál es su proyección tiene sobre la elección municipal de octubre y, en particular, sobre lo que puede pasar en las llamadas comunas emblemáticas?

-En materias de pronósticos electorales no me atrevo a competir con Pepe Auth, quien es un verdadero experto. En todo caso, tengo la impresión de que viene un cambio muy radical en el mapa político de los municipios. La situación actual es sustancialmente distinta a la de hace 4 años, cuando gravitaron la confusión y el miedo provocados por el estallido antisocial. Han pasado muchas cosas desde entonces, entre ellas que hemos visto gobernar a quienes querían refundar Chile. Ha sido toda una lección. Y tendrá consecuencias. Creo que los partidos de la alianza gobernante experimentarán un fuerte retroceso en octubre, lo cual incluye las comunas emblemáticas. Esto implica que la competencia presidencial y parlamentaria del próximo año se les volverá cuesta arriba. En las encuestas sobre preferencias presidenciales, la figura oficialista mejor ubicada (tercer lugar) es la expresidenta Michelle Bachelet, y sucede que ella no será candidata. Aunque falta mucho para esa elección y siempre pueden producirse sorpresas, es difícil que la alianza gobernante elija un segundo gobierno.

-¿Qué opina de la estrategia del PC en el caso del alcalde Daniel Jadue, y qué efectos puede tener para el gobierno?

-Se trata de una estrategia cercana al suicidio. Jadue está formalizado por graves delitos en el ejercicio del cargo de alcalde de Recoleta y conductor del experimento de las farmacias populares. Una investigación de tres años llevada a cabo por la fiscalía determinó que cometió cohecho, fraude al fisco, estafa y administración desleal. Intentar convertirlo en perseguido político o héroe revolucionario es una muestra de completo irrealismo. ¿A quién quieren convencer de eso? Se supone que los dirigentes del PC están interesados en reducir los recelos que existen hacia su partido en amplios sectores, pero han actuado en la dirección exactamente opuesta, y crean una situación muy compleja al gobierno.

-¿Cómo observa el conflicto abierto con el gobierno de Venezuela a propósito del crimen de Ronald Ojeda?

-¿Quién puede dudar a estas alturas que detrás del secuestro y asesinato del teniente venezolano en Santiago estuvo el largo brazo del régimen de (Nicolás) Maduro? Dos de los probables criminales se encuentran en Venezuela, y queda claro que están protegidos por el régimen y no serán extraditados. El fiscal general venezolano, Tarek William Saab, ha agregado la desvergüenza al decir que el crimen pudo haber sido cometido por "agentes chilenos". De ese régimen solo podemos esperar trampas porque carece de escrúpulos. Frente a él, el gobierno de Chile no puede actuar con ingenuidad. Deseo fervientemente que, pese a todas las dificultades, el pueblo venezolano se abra paso hacia la libertad.

"(Defender que el gobierno estabilizó al país) demuestra cuán imaginativos son los asesores del gobierno. Pero, yerran al creer que los ciudadanos pueden aceptar un cuento que choca con sus propias vivencias. No pueden aparecer como estabilizadores si se empeñaron a fondo por desestabilizar al país para acceder al poder".

"Si Chile no ha sufrido males mayores en estos años es porque las fuerzas gobernantes no pudieron materializar su programa, porque fue rechazado su proyecto de Constitución y tuvieron que retroceder respecto de muchas consignas levantadas en el pasado (...) El país ha resistido, pero no gracias al gobierno".

Columna

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Por varias décadas ya, en Chile la mayoría de los jóvenes en edad escolar y sus familias han sostenido la expectativa de alcanzar la educación superior, especialmente la universitaria. Se trata de una aspiración por credenciales que les aseguren un mejor futuro. En los últimos treinta años esta alta valoración de la educación ha experimentado un nuevo ímpetu, como atestigua el papel central que han tenido en la política nacional los movimientos estudiantiles desde mediados de la década de 2000.

La esfera íntima también está cruzada por esta aspiración y ha contribuido fuertemente a la valoración de la educación universitaria entre los jóvenes. La experiencia de ser padre o madre en el país está marcada por el sacrificio personal (las extensas jornadas de trabajo) para asegurar el logro educativo de los hijos, siendo este uno de los pilares de las narrativas de movilidad social de las familias. Crecientemente, las familias de los grupos socioeconómicos medios y bajos siguen confiándole al título universitario la posibilidad de que sus hijos terminen con la vulnerabilidad o la inseguridad que vivieron en el pasado.

Los niños y niñas han internalizado esta expectativa. Entre los escolares de segundo medio que respondieron la encuesta de la prueba Simce 2023, un 63% indicó que completaría una carrera o un posgrado en una universidad, mientras que un 16% declaró que lo haría en un instituto profesional (IP) o centro de formación técnica (CFT). Una década antes, en 2012, estos indicadores eran prácticamente idénticos: un 61% de los escolares de segundo medio declaró que completaría una carrera en una universidad, y un 22% señaló que lo haría en un IP o CFT. A pesar de la caída en los retornos que tiene hoy la educación universitaria respecto de los que tenía hace cuatro décadas, la mayoría de los escolares de enseñanza media siguen aspirando a alcanzarla.

En Chile, incluso, las expectativas para cursar estudios superiores están desacopladas del rendimiento escolar. En el reporte de la prueba internacional PISA 2018, se destaca que entre los escolares nacionales de 15 años que no alcanzaron el nivel de desempeño mínimo en la prueba, un 78% aspira a culminar la educación terciaria, mientras que el promedio de países de la OCDE para niños en este nivel de desempeño es de un 48%.

Un desacople similar se aprecia en las expectativas sobre el futuro laboral que proyectan los escolares chilenos. La prueba PISA del año 2015 reportó que el porcentaje de niños y niñas de 15 años que esperan trabajar a los 30 en ocupaciones científicas y tecnológicas se encumbra al 38% en Chile, mientras que el promedio de la OCDE es de 25%. Cuando se observan estas expectativas para los escolares chilenos que no alcanzaron el nivel de desempeño mínimo en la prueba PISA de ciencias, el porcentaje de estudiantes que espera trabajar en ocupaciones científicas y tecnológicas llega al 29%, mientras que el promedio OCDE para escolares en este nivel de desempeño es de solo un 13%.

Poseer un título universitario hoy no significa lo mismo que significaba hace cuatro décadas, cuando una minoría privilegiada accedía a ella: no acarrea el mismo prestigio ni es sinónimo de bienestar material asegurado. Pero si continúa siendo muy valorada por los jóvenes y sus familias. Ello exige empujar reformas en la educación superior que, por ejemplo, restrinjan el acceso a programas de estudio con baja empleabilidad, fortalezca el sistema de acreditación de instituciones y, sobre todo, canalice las expectativas de los jóvenes en edad escolar, entregándoles información oportuna sobre las distintas alternativas que tienen y los rendimientos esperados de cada una de ellas.

Alta valoración de la

educación universitaria