Apacienta mis ovejas
El pasaje evangélico de este domingo nos cuenta la tercera aparición de Jesús resucitado (Jn 21,1-14), que sucedió en Galilea, al borde del lago de Tiberíades, donde en otro tiempo Pedro, Santiago y Juan presenciaron otra pesca milagrosa y aceptaron la misión de cambiar sus redes para ser "pescadores de hombres".
En el diálogo entre Jesús y Pedro, las tres preguntas del Señor nos recuerdan las tres negaciones de Pedro. El Señor le preguntó en primer lugar: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". El verbo que utiliza Jesús se refiere a un amor sin reservas, total e incondicional.
Sin embargo, Pedro le responde diciendo "Sí, Señor, tú sabes que te quiero", utilizando un verbo que expresa el amor de amistad, tierno, pero no totalizante. Lo mismo ocurre la segunda vez. La tercera vez Jesús ya no le pregunta si le ama con un amor total, sino que parece conformarse con el único amor del que Pedro es capaz, es decir, con un amor al modo humano y no al modo de Dios.
Jesús le encomendó a Pedro apacentar a sus ovejas o corderos, como si de ahora en adelante ocupara su lugar aquí en la tierra, aunque siempre se tratará de las ovejas de Jesús, no de las de Pedro. Jesús seguirá siendo el pastor supremo; Pedro se convertirá en instrumento de la acción pastoral de Jesús en nuestro mundo, prestándole sus manos, su voz, todo su ser para que el Señor se haga presente.
A días que inicie el Cónclave en que se elegirá el sucesor de Pedro, es importante recordar esta misión que Jesús le encomienda a Pedro: "Apacienta mis ovejas". Esta es la misión pastoral del Papa, la de conducir y apacentar a la Iglesia del Señor. Por eso la cabeza de la Iglesia no es el Papa, sino que Cristo. El Papa tiene una misión vital e importante, pero sabiendo que la Iglesia es de Cristo.
Oremos por el Papa que el Espíritu Santo elegirá para conducir la Iglesia, a través de los cardenales que serán instrumentos de Dios para esta elección.