El significado de las plazas
Carla Amtmann FecciAlcaldesa de Valdivia
Hace unos días, todas y todos en Valdivia fuimos testigos de una noticia que se hizo esperar demasiado: comenzaron finalmente las obras para dar término a la Plaza Chile y la Plaza Pedro de Valdivia. Lo he dicho insistentemente: esas plazas nunca debimos haberlas perdido. Pero ahora que las obras están en marcha, es importante detenernos en las lecciones que estos casos nos dejan.
En resumen, hubo dos factores que, combinados, generaron una tormenta perfecta. Primero, una administración municipal anterior que no consideró las variables arqueológicas en sus diseños, presentando proyectos inviables desde su origen.
Esto no solo ocurrió en las plazas, sino también en obras como la Escuela Chile: se recibió sin permiso de edificación, sin presupuesto suficiente y sin estudios arqueológicos, lo que complica incluso su futura demolición. Una mala gestión produce malos resultados.
Nos ha tocado activar equipos técnicos, patrimoniales, arqueológicos y más para poder destrabar lo que nunca debió estar paralizado.
Segundo, el centralismo extremo y la burocracia del Consejo de Monumentos Nacionales. Un sistema que decide desde Santiago, que tarda meses -a veces años- en responder, y que termina generando frustración ciudadana.
No puede ser que, mientras se trabaja por poner en valor hallazgos arqueológicos, otros elementos patrimoniales sigan deteriorándose sin respuesta. Esa contradicción es absurda y dolorosa.
Lo que ha pasado con las plazas debe servirnos como lección para todo el país. Porque no basta con que desde el municipio hagamos bien la pega: también necesitamos que las instituciones del Estado dejen de ser un obstáculo para quienes queremos construir con responsabilidad y visión de futuro. La calle Vicente Pérez Rosales, es otro ejemplo más, sigue paralizada esperando decisiones que no llegan.
Hoy que por fin se retoman las obras de las esperadas plazas, reafirmamos algo más profundo: las plazas no son solo lugares físicos; son el reflejo de la relación entre la ciudadanía, su historia y su ciudad.
Y Valdivia merece plazas vivas, no proyectos atrapados en el pasado.