Secciones

La salud

E-mail Compartir

Ana María Bravo Castro

Diputada

por Los Ríos


intercultural

En Chile, la salud intercultural emerge como una necesidad, especialmente en regiones como Los Ríos, donde la población perteneciente a pueblos originarios representa una parte significativa de la comunidad.

La necesidad de una atención con pertinencia cultural es evidente y las comunidades mapuche, han expresado durante años su deseo de ser atendidas no solo desde lo biomédico, sino también desde sus saberes ancestrales. Sin embargo, transformar esa demanda en realidad ha sido un proceso lento, cargado de tensiones.

En La Unión, después de casi tres años de paralización, se ha logrado un acuerdo entre el Estado y las comunidades para la construcción de un hospital intercultural. Este acuerdo incluye el resguardo de sitios ceremoniales, la creación de espacios de salud ancestral y la incorporación de facilitadores interculturales en el equipo de salud. Además, se contempla la construcción de un centro comunitario mapuche y la habilitación de terrenos con valor cultural, como el sector cercano al río Llollelhue.

Por otro lado, en Panguipulli, el proyecto del hospital intercultural ha avanzado con la obtención de una recomendación satisfactoria para la etapa de diseño, lo que marca un paso importante hacia su concreción. En terreno, junto a mi equipo, hemos podido evidenciar que se han cumplido todos los requerimientos desde la municipalidad y actualmente nos encontramos trabajando para generar los espacios de diálogo y así, las y los vecinos reciban respuestas concretas.

La implementación de hospitales interculturales en nuestra región no solo responde a una necesidad de infraestructura, sino que es un acto de justicia social y reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios. Estos proyectos deben ser entendidos como espacios donde se cuente con medicina ancestral y medicina moderna, garantizando una atención de salud que sea verdaderamente inclusiva y se haga cargo de las necesidades de sus territorios.

Terremoto de 1960 y el deporte

E-mail Compartir

El terremoto y maremoto de 1960 ocasionó el fallecimiento de cerca de dos mil personas en Valdivia. A este terrible panorama, se sumó la destrucción de cientos de casas, empresas e infraestructura crítica. Pero este sismo también remeció los cimientos de la vida cotidiana de los habitantes, quienes tuvieron que adaptarse a la realidad de una ciudad devastada. En las escuelas y liceos, las clases se suspendieron y un número importante de personas se dedicó a reconstruir sus viviendas.

El deporte también se apuntó en la lista de actividades que se vieron afectadas.

Muchas canchas de fútbol se inundaron, lo que ocasionó que el torneo local se demorara en retornar.

Los clubes experimentaron un profundo proceso de crisis, donde algunos, para evitar desaparecer, se fusionaron con otros.

El gimnasio principal de Valdivia quedó casi en el suelo. Producto de este significativo daño, se tuvo que construir uno nuevo en el mismo lugar, denominado Coliseo, el que se concluyó en primera instancia en 1965.

En el intertanto, el básquetbol se disputó en el gimnasio del Instituto Comercial y en el regimiento Caupolicán de calle Bueras. El Club de Boxeo Luis Vicentini, situado detrás de la galería de Pedro Montt del estadio Parque Municipal, también se vino abajo. Nunca más fue reconstruido. Hoy solo queda, a modo de vestigio, parte del cemento que era la base de aquel recinto deportivo.

Desde 1920, aproximadamente, en el sector del muelle fluvial se practicó waterpolo. Los clubes locales Neptuno, O'Higgins, Condell y Carlos Anwandter, animaban concurridos partidos. Desde el terremoto, este deporte que había ganado muchos adeptos, se dejó de realizar con asiduidad.

El hospital Regional tuvo grandes destrozos, por lo que el gobierno de Estados Unidos donó un hospital de emergencia, al que se le llamó John Kennedy. Se ubicaba donde hoy se sitúa una cadena de supermercados, en calle Pedro Montt con Bueras. Los funcionarios de este recinto de salud, aficionados al deporte, crearon un club de fútbol con el nombre del hospital, el que aún existe.

A 65 años de este episodio que como ciudad y provincia nos puso a prueba, es relevante mantener viva la memoria y transmitir estos hechos a las nuevas generaciones. Es parte de nuestra rica historia.

Enrique Corvetto Castro

Periodista y escritor

Correo

E-mail Compartir

Analfabetismo digital

La alfabetización digital constituye una habilidad necesaria para desenvolvernos en nuestras sociedades. Mientras a empresas y organizaciones aporta competitividad e innovación, en las ciudadanías permite nuevas formas de vivir, asociarse, trabajar y aprender.

Pero la brecha digital resta autonomía, genera aislamiento y exclusión social.

En 2024, Subtel y CADEM informaron que el 94,3% de la población chilena contaba con acceso a internet. Sin embargo, la Fundación País Digital junto a Entel (2024), señalan que el 54% de chilenos/as solo cuenta con habilidades digitales básicas, el 5% no cumple con ninguna de esas prácticas y únicamente el 7,2% posee manejo avanzado de ellas. Las más afectadas son las personas mayores; el informe Radiografía Digital, elaborado por ClaroVTR y Criteria Research (2024), muestra que el 66% se siente presionado a convivir con nuevas tecnologías, aun cuando al 82% le interesa adquirir habilidades digitales para facilitar su diario vivir y permanecer conectados.

Entonces, la premisa ha de ser: tecnología a la mano de todas las ciudadanías. Siguiendo la ruta del Plan Brecha Digital Cero 2022 - 2025, el sector gubernamental y productivo deben articularse para robustecer políticas en materia de educación e inclusión digital, como de regulación y seguridad en el mercado y consumo de plataforma. Por su parte, las universidades han de renovar planes de estudio y apuntar hacia infraestructura sostenible, promoviendo ciudadanías digitales, preparadas para el ejercicio de derechos y responsabilidades (ONU, 2013).

Son esfuerzos por la E-democracia, como le llamo Steven Clift (2004), utilizando la tecnología para abrir procesos de gobernanza, capaces de hacer frente a la era de la desinformación, donde priman las fake news, la infodemia y la infoxicación, manipulando la opinión pública y erosionando la estabilidad de instituciones democráticas.

Dr. Víctor R. Yáñez Pereira Director Académico de Postgrado


Autonomía y sociedad conyugal

A propósito de la reanudación de la discusión en el Senado del proyecto de ley que busca eliminar la discriminación hacia mujeres en régimen de sociedad conyugal, recuerdo tantas historias de mujeres rurales que al estar casadas bajo este tipo de administración todavía dependen de la voluntad y autorización de sus maridos. Muchas me han contado que sus esposos han tenido que firmar por ellas para recibir sus herencias familiares, para solicitar un crédito o recibir algún beneficio. Otras, que ni siquiera estando casadas, han tenido que acreditar su soltería y, por lo tanto, respaldar su valor y autonomía respecto de sus decisiones.

Pero de todos estos testimonios, el que más claro tengo es el de una mujer rural valdiviana que no contaba con la información que hoy disponemos a nuestro alcance y que decidió separarse cuando aún no existía el divorcio, tuvo que atravesar por un proceso engorroso, largo y complejo para lograr establecer una separación de bienes, recuperar su poder sobre sus tierras y proteger su patrimonio para que no siguiera siendo administrado por su expareja aun cuando ya no existía convivencia.

Ella, hace muchos años atrás, no lograba comprender por qué tenía que continuar con ese proceso legal tan injusto. Hoy veo cómo muchas mujeres ni se enteran de que han vendido o perdido sus campos o propiedades porque la ley así lo permite. Todavía, la última palabra sigue siendo del jefe de la sociedad conyugal, es decir, de sus maridos.

Este despojo es un abuso, es inexplicable. Gracias a su perseverancia, esta mujer logró tener autonomía sobre la administración de sus bienes y su patrimonio, pero, así como ella, muchas mujeres solemos estar lejos de conocer nuestros derechos de punta a cabo, sobre todo en el mundo rural.

Espero que volver a hablar sobre la discriminación que viven las mujeres casadas bajo el régimen de sociedad conyugal impulse el avance de las gestiones que permitirán su modificación, que quienes participen en esas mesas de conversación piensen en nosotras las mujeres y, especialmente, en las que hoy todavía no pueden decidir por ellas mismas sobre su patrimonio.

En esta oportunidad, apelamos a la voluntad de nuestras autoridades para de una vez cambien nuestros derechos.

Glenda Lovera Urra Presidenta de la Mesa Regional de Mujeres Rurales de Los Ríos