Alguien decía que el verdadero mal de la adultez mayor , no es el debilitamiento del cuerpo; es la indiferencia del alma. Desaparecería con los años, no tanto el poder como el deseo de hacer.
Hoy, en que las expectativas de vida se sitúan entre los 80 u 85 años, pareciera que el problema principal, salvo enfermedad grave, no radica en el ámbito físico sino en el del espíritu. En 80 años todo ha sido visto: el amor, el fin del amor: la ambición y lo vano de la ambición; dos o tres locuras doctrinales y su curación. La vida es un espectáculo continuo. Las mismas o muy parecidas "actualidades" vuelven a pasar, y el adulto mayor pierde el entusiasmo.
Entonces, creo que el secreto para envejecer bien, consiste en no abandonarse jamás, en lo físico ni en lo espiritual, y que el arte de envejecer es el arte de aparecer a las generaciones que siguen como un apoyo y no como un obstáculo, como un confidente y no como un rival.
Acaso,¿la vejez está privada de fuerza? Esta es una cuestión de salud más que de edad. Todos conocemos vejeces vigorosas, así como juventudes blandas y pusilánimes.
Tampoco es verdad que el viejo deba ser necesariamente un solitario. Lo será, si como cualquiera, se mantiene egoísta, avaro, dominador, chocho. Pero no, si cultiva su empeño en mantener una sencilla y eficaz filosofía de vida que le recuerde por su experiencia que: Todo llega…Todo se olvida…Todo se arregla…Nadie comprende nada de nada.. y , fundamental, que Si todo el mundo supiera lo que todo el mundo dice de todo el mundo, nadie hablaría de nadie.
Cuidado con la jubilación. Ha matado a muchos que no se prepararon a tiempo.
Al contrario, para quien ha guardado una curiosidad intacta, alguna pasión inacabada, este es un tiempo sublime para pagar todas aquellas facturas pendientes con la vida que la urgencia de las responsabilidades cotidianas le había impedido realizar
En suma, envejecer, no es más que una mala costumbre y el hombre ocupado no tiene tiempo de adquirirla.
Juan Carlos Tobar
Abogado, Mg. en Derecho